ALGUNAS NOTAS SOBRE LA INFLUENCIA DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA EN MACEDONIO FERNÁNDEZ

RAFAEL CABAÑAS ALAMÁN,  cabanasr@spmail.slu.edu

(Saint Louis University, campus de Madrid)

La gran admiración que Macedonio Fernández y Ramón Gómez de la Serna sentían el uno por el otro surge al percibir ambos la vida y la literatura desde una misma perspectiva. Así describe Ramón a Macedonio en Retratos Completos: “Macedonio es el gran hijo primero del laberinto espiritual que se ha armado en América y hace metafísica sosteniéndola con arbotantes de humorismo, toda una nueva arquitectura de metafísica que, como se sabe, sólo es arquitectura hacia el cielo”. 1

1              Ramón Gómez de la Serna, Retratos Completos (Madrid: Aguilar, 1961, p.390).

A su vez, son innumerables los elogios de Macedonio a Ramón en sus múltiples cartas. En una, fechada el 3 de febrero de 1938, le llama “humorista de cepa y novelista de garra”. 2 En otra ocasión le escribe: “Usted es el hijo de la prosperidad de América, no del florecimiento español. Usted se explica por América, no por España” (Ep 57).

2                Macedonio Fernández, Epistolario, en Obras Completas, v.2 (Buenos Aires: Corregidor, 1974-1976, p.59). En citas sucesivas nos referiremos a dichos textos como Ep y OC respectivamente.

El humor en la obra literaria de Ramón es de sobra conocido. El escritor crea un estilo propio, el ramonismo, siendo la incongruencia lo más destacable y característico de su obra.

Sus greguerías llegaron a causar un efecto significativo en Macedonio, quien en una carta que le escribió a Ramón en 1938 le comenta:

“Para mí la greguería no es chiste, es todo muy serio. Greguerías son sólo los afondos de la certera de lo irreal que juegan en cada párrafo suyo sin anuncio ni permiso por la metáfora” (Ep 65).

Macedonio muestra un interés especial por las novelas de la nebulosa de Ramón: “No es la greguería en general y el personaje a greguerías (como en 'La mujer de Ámbar') lo que hallo nuevo en ¡Rebeca!, sino la greguería de imposibles y de non-sensus, que no acompaña sino desautoriza al personaje novelar” (Ep, 59).

Macedonio, por tanto, ya había leído ¡Rebeca! en 1938, novela cuya primera edición apareció en 19373. Museo de la Novela de la Eterna fue publicado por primera vez en 1967.

3              Santiago de Chile, editorial Ercilla. Utilizamos texto y paginación de Ramón Gómez de la Serna, ¡Rebeca!, Madrid: Espasa Calpe, 1974. Nos referiremos al texto como R.

Nuestro objetivo es señalar algunos de los puntos en común entre ambas novelas y analizar las técnicas humorísticas utilizadas que nos parecen más destacables, lo que nos permitirá vislumbrar una clara influencia de Ramón en Macedonio.

El humor en ¡Rebeca! se centra más en la materia, mientras que el de Macedonio se desarrolla principalmente en torno a conceptos abstractos. Ambas novelas tienen de común denominador un humorismo ilógico y optimista que pretende dislocar los esquemas mentales del lector.

En Museo de la Novela de la Eterna, Macedonio nos muestra un proyecto de novela con un entramado que se va tejiendo a base de concatenaciones sintácticas que conducen al absurdo.  Hace uso de un humorismo intelectual de manera similar a Gómez de la Serna4, y para ambos es importante crear un estado de felicidad en un lector que siente cierto mareo ante situaciones comprensibles. 5

4              En “Para una teoría de la humorística” escribe Macedonio: “En el humorismo conceptual, funciona siempre el autor con dos elementos optimísticos, además del de la temática: su exhibición de facultad de ingenio y su juego inofensivo con el lector. En el humorismo realista hay un suceso real cómico, que no radica sólo en el enunciado redactorial; en el conceptual, la comicidad reside en la expectativa defraudada y en un aserto, primando definitivamente, de un imposible intelecto” (OC, v.3, p.237).

5              Son numerosas las menciones de Macedonio respecto a la búsqueda de la felicidad. Refiriéndose a filósofos y teóricos, entre los que se encuentran Schopenhauer, Spencer, Bain, Kraepelin y Bergson, afirma: “no han visto que el signo afectivo constante de la temática de la risa es que la esencia de lo sucedido sea alusión a la felicidad” (OC, v.3, p.261).


¡Rebeca! es una de las cuatro novelas de la nebulosa de Gómez de la Serna. El protagonista, Luis, va en busca de la mujer ideal cuyo nombre, Rebeca, escoge al azar. A cada momento cree encontrarla en mujeres diferentes e incluso en objetos, y su búsqueda se vuelve obsesiva. De la misma manera que parece apasionarse por personajes y objetos en los que cree ver a Rebeca (una viuda, una tetera, una basurera), los rechaza por motivos no menos absurdos. Finalmente será Leonor, mujer de carne y hueso, la que ocupe el lugar de su Rebeca ideal, pero más bien parece una excusa para finalizar la novela.

Los capítulos de ¡Rebeca! podrían intercambiarse, a excepción del final, en el que se lleva a cabo el encuentro con Leonor. Esta estructura argumental arbitraria dificulta el poder entablar conexiones lógicas en el entramado narrativo.

EL LENGUAJE (R.G.S.)

Ramón se sirve más de sustantivos comunes y de términos que connotan una realidad material.

Estando Luis con Alicia, leemos: “Tocó sus huesos, sobresalientes como nunca” (R 60), donde “sobre-saliente” connota una extraña acepción.

Hallamos palabras fuera de contexto que contribuyen a crear un atinado efecto humorístico. Cuando Luis ve a una criada por la calle buscando un gato le dice: “Tiene usted la belleza por la que siempre he suspirado!”, a lo que ella le contesta: “¡Suspirador!” (R 68).

Al igual que sucederá en Museo de la Novela de la Eterna, los personajes de ¡Rebeca! flotan en situaciones irreales y reaccionan ante estímulos o acusaciones ilógicas.

En cierta ocasión un espía va a casa de Luis y le comenta: “usted roba los objetos de las tiendas con sólo mirarlos”, a lo que él, siempre a la defensiva, le responde: “¡Eh ya veo!, le han extrañado mis paseos sin objeto” (R 109-110).

Luis es fiel a sus principios, y hará todo lo posible para encontrar a Rebeca. El narrador nos lo recuerda con otro juego de palabras: “Sabía esperar sin desesperarse” (R 137).

Una greguería intercalada en el capítulo IV no sólo nos divierte por su significado incongruente, sino también por el ritmo musical producido al repetirse la raíz “mater”: “Soy material sin abusar de la maternidad” (R 21).

Su tío Alejandrito está preocupado por la obsesión de su sobrino. Quiere que entre en razón. Sin embargo, sus sugerencias incongruas nos hacen dudar de la supuesta cordura. Le pregunta: “¿No será que das vuelta alrededor de otra mujer de la que estuviste enamorado” (R 38).

Desviamos nuestra atención a la connotación visual dada que sustituye la expresión esperada “darle vueltas a”.

La utilización de neologismos con finalidad humorística es sumamente efectiva. En el capítulo V Luis se encuentra en un jardín “celestinesco” donde las grutas estaban cerradas “predica-doramente” (R 24).

La greguería, definida por Ramón como “poesía mas humor”, “a veces se hace fatigante”, según Francisco Umbral: “irrumpiendo a menudo creando comparaciones y metáforas que se asemejan al juego surrealista del uno y del otro” (229) 6.

6              Rodolfo Cardona insiste en la semejanza del método narrativo de las novelas de la nebulosa con el surrealismo. Considera a Luis “héroe surrealista” (vid. “Ramón’s humor” en Ramón, a Study of Gómez de la Serna and his Works. Nueva York: Las Américas Press, 1957, p.98). Francisco Umbral acentúa el tono pesimista del surrealismo y el optimista de Ramón, pero no niega semejanzas con este motivo vanguardista: “del surrealismo aprende Ramón mayores libertades asociativas, pero ni el ocultismo ni el automatismo que vienen a dar sustancia a la escritura tienen mucho que ver con Ramón”. (Ramón y las vanguardias. Madrid: Espasa Calpe, S.A., p.150).

Se definen los “biombos” como “las tablas de la ley de la perversidad” (R 33).

Ramón utiliza definiciones dislocantes, al igual que hará Macedonio. Una candidata más a ser Rebeca, una maestra, es descrita en una greguería como “obrera de la pedagogía” (R 81), y más adelante, Luis define el amor como “meter al mundo en un solo corazón para dos” (R 212).

EL HUMORISMO DE LO ABSURDO (R.G.S.)

En ¡Rebeca! el amor es totalmente degradado. Le dice la tetera a Luis: “Mírame muchos ratos, clava en mí los ojos como el enamorado clava los ojos en la enamorada” (R 72).

Luis tiene miedo de las mujeres. Cuando está con la viuda “enlutada” le pregunta ella: “¿Cómo ve usted mis ojos?”, a lo que él le contesta: “con ojos de clavo” (R 32).

El carácter irrisorio surge no sólo a causa de la respuesta poco romántica sino también por el carácter ridículo de la misma.

Las mujeres que aparecen en ¡Rebeca! son frías y egoístas, carentes de la pasión que tienen las que aparecen en la novela realista: “La pasión está en las cejas” (R 72), le dice la viuda, pasión que para Luis es fácilmente borrable: “Ya iba a estallar, a gritar ¡Rebeca! por el balcón cuando la lluvia calmó la sed de las piedras y borró lo escrito en su pensamiento” (R 85).

Se critica indirectamente la novela realista: “Estaba cansado de lecturas vanas con canarios de los que no se dice la verdad. Se necesitan nuevas asociaciones de ideas” (R 62).

Gómez de la Serna se burla del lector de tapas y de la novela como agente de representación de la realidad, y Macedonio también lo hace respecto al concepto de la vida como “novela”. Aquél juega de nuevo con la falsa función de la misma, novela como representante de un vivir. En ¡Rebeca! hallamos notas de autorreflexión, al igual que veremos en Museo de la Novela de la Eterna. Leemos: “La novela de Rebeca que no tenía el asunto de audiencia de todas las novelas, parecía entrar en una fase eslabonada” (R 130).

El narrador en ¡Rebeca! reflexiona acerca de la existencia de las dos novelas, la que estamos leyendo y la “novela” ilusoria que Luis va creando y que detalla la búsqueda de Rebeca. Ambas tienen una “fase eslabonada” o fragmentada, y en ¡Rebeca! necesitan de un lector dispuesto a adentrarse en un mundo de fantasía.

Luis siente desagrado por la poesía. En una carta le dice a su Rebeca imaginaria: “No me conformas con nada, ni te podría describir en una poesía, pues la poesía es siempre tangible, aunque se crean otra cosa los poetas” (R 47), comentario que sin duda debió agradar a Macedonio.

Para Luis, Rebeca es representada por cualquier mujer u objeto: “Ese lavabo con un agujero que tapaba un tapón de metal que siempre creía haber perdido, era lo único femenino que tenía en la habitación” (R 16), y pone en cuestionamiento la validez de ciertas fórmulas convencionales. Le dice a su tío Alejandrito: “Lo que no te admito a ti ni a nadie es que dos y dos son cuatro. En esa fórmula está la primera mentira de todas las suposiciones; desde luego no son cuatro sino en último término y por casualidad” (R 41).

A pesar de que a simple vista su razonamiento no nos convenza, no deja de intrigarnos y pensamos que algo de razón sí que tiene. Con este tipo de humor se consigue algo más que provocar la risa, al igual que sucede en Museo de la Novela de la Eterna. La tendencia de Luis a indagar en la realidad lo convierte en un metafísico: “Tenía que hacer preguntas para saber de su existencia. No se puede vivir sin preguntar (R 41).

Los diálogos en ¡Rebeca! no son más coherentes que los que leemos en Museo de la Novela de la Eterna, donde también los personajes reaccionan en un mundo fantástico ante estímulos que les provocan reacciones irreales.

Realidad, irrealidad y el humorismo de la nada (R.G.S.)

Como hemos visto con la conversación con la tetera, las cosas se humanizan de manera fantástica. La palabra “sueño” se repite a lo largo de la novela con todos sus significados, y Luis forma parte de un estado onírico del cual no quiere salir. No desea sacar a la luz quien es Rebeca: “no lo podrá saber nadie” (R  127), pero lo irónico es que él tampoco lo sabe.

Al final del capítulo XXXVIII Luis se queda dormido, y el siguiente empieza con una secuencia de greguerías que emanan del subconsciente cuando está soñando, las cuales son de una naturaleza semejante a las del resto de la novela. Para Luis, la realidad y la irrealidad son inseparables: “Luis estaba en el limbo” (R 63).

En el capítulo XIV, el personaje juega con la palabra “nada”, lugar del que surge la inspiración del escritor no-realista: “Las frases nacen de las paredes o de la nada” (R 63), afirmación que refleja la opinión desfavorable que tiene de los dos poetas. Para él la muerte es un tema de preocupación que se repite por toda la novela. Dice que Rebeca le ayudará a olvidarla: “Rebeca es lo que evidencia la vida sin rencor ni violencia, lo que encanta de nitidez del vivir, la que nos hace olvidar la muerte” (R 27). Encontrará a Rebeca en una mujer con el nombre de Leonor, por lo que nos sentimos defraudados ante el cese de la búsqueda y porque no esperábamos que se enamorara. Con Leonor cesan sus aventuras e intuimos que parte de él fenece.

*  *  *

En Museo de la Novela de la Eterna se describe un argumento irrisorio: “Un señor de cierta edad, el Presidente, en un paraje de nuestro país, va reuniendo a todas las personas que en sus excursiones fuera de su casa se le hacen. La amistad se prolonga un tiempo feliz, pero el huésped no lo es: incita a sus amigos a entrar en una Acción” (ME 69). El lector idóneo de Macedonio no hará caso de tal “argumento”. Con personajes inexistentes todo es posible, de ahí el carácter fantástico de la ficción: “Nadie podrá desmentir la constante fantasía de nuestro relato” (ME 14).

EL LENGUAJE (M.F.)

En Museo de la Novela de la Eterna Macedonio también utiliza juegos de palabras. En su Teoría de la humorística, dentro del apartado de chistes inocentes, define los juegos de palabras, cuya técnica consiste en “dirigir nuestra atención psíquica hacia el sonido de las palabras en lugar de hacia su sentido y dejar que la imagen verbal (acústica) se sustituya a la significación determinada por relaciones con las represen-taciones objetivas” (OC 283). El escritor juega con el término “novela”, palabra clave dentro de su proyecto: “y será novelesco un lector que la entienda” (ME 15), donde “novelesco” aparece como adjetivo clave. No espera tener lectores que comprendan su novela, que califica como “buena novela”.

Entre los juegos de palabras, hallamos significantes con significados fuera de contexto. En uno de los cincuenta y seis prólogos que tiene su proyecto de novela, juega con la palabra “incompetente”, lo que nos recuerda el uso de los neologismos de Ramón. Leemos: “Prólogo que cree saber algo no de la novela, pues ello es incompetente a prólogos, sino de doctrina del arte” (ME 36). En este caso, el significado de “incompetente” sería “no oportuno, no típico”, lo cual carece de sentido, ya que los prólogos en realidad siempre tienen que ver con la novela que introducen, con lo que se invierte el significado esperado.

Es típico de Macedonio emplear adjetivos inapropiados que anteceden a complementos preposicionales, creando así oraciones irrisorias. Describe a Dulce-Persona como “desairada tal vez en el andar. ... Muy dócil al cariño y muy intrépida al combate personal” (ME 135).

En la carta que el Presidente escribe al señor del Olvido, Macedonio nos sorprende rompiendo con las normas del lenguaje formal. Combina los pronombres “ti” y “usted” a su capricho, y lo hace a partir de nombres comunes y abstractos, con el propósito de impedir que el lector se pueda identificar con ellos: “Eterna”, “Quizagenio”, “Dulce-Persona”, “Simple”, “Amada de Deunamor”, “lector”, “autor”, etc. Se deshará de los personajes con nombres convencionales, “personajes desechados ab initio” (ME 79), como “Pedro Corto” y “Nicolasa Moreno”. Se queja añadiendo: “Lo que no quiero y veinte veces he acudido a evitarlo en mis páginas, es que el personaje parezca vivir, y esto ocurre cada vez que en el ánimo del lector hay alucinación de realidad del suceso” (ME 40).

El humorismo de Macedonio con lo obvio es ciertamente ingenioso y surge en momentos inesperados, como cuando la Eterna le dice al lector: “cada día tengo más pasado” y pasa a definir “vivir” como “crear pasado” (ME 234), lo que nos lleva a las greguerías de Ramón.

Macedonio también es un experto en poner en boca de sus personajes frases paradójicas e incongruencias. El Presidente afirma que “la más intensa vejez es la vejez joven, la que ocurre de veinte a veinticinco años” (ME 213), siendo la relatividad del tiempo lo que aclara dicha opinión.

EL HUMORISMO DE LO ABSURDO (M.F.)

En Museo de la Novela de la Eterna se presentan excesivos detalles que contribuyen a crear un efecto incongruo y humorístico:

 Esperados por el Presidente sentado en su silla de hamaca bajo el zarzo del parral trenzado a la trepadora glicina, bulliciosamente se le acercaban y luego se internaban dispersos en la cama, mientras Quizagenio y Dulce-Persona, que lo secundaba en la oficina, avivaban el fuego bajo las ollas que ya contenían las comidas preparadas en la mañana. (ME 144)

Aquí nos llama la atención la intromisión de coloquialismos en medio de un discurso formal. En el siguiente ejemplo se parodia el amor de la mujer y de un ciego: “La tarde en que debía esperar la llegada de su novio a quien un genial cirujano acababa de lograr devolverle la vista, se suicida. En tanto el joven novio, creyendo que preparándose ansiosa a recibirlo con sus mejores vestiduras enloquecido se arroja del balcón” (ME 199).

Como vemos, Macedonio juega con razonamientos absurdos, como el que sigue: “Si Cervantes en la situación más incómoda escribió lo mejor, el que escriba en toda comodidad hará terrible libro” (ME 114). Ni siquiera los personajes sacan conclusiones claras de los comentarios que llevan a cabo, e incluso sienten compasión por el lector. Dulce-Persona le comenta a Quizagenio: “No entiendo lo que dices, pobre lector”.

Se saca poco en claro en estas conversaciones, donde también la incongruencia es ingrediente básico del diálogo, como sucede cuando Quizagenio le dice a Dulce-Persona: “Yo predigo que tus ojos azules son los mejores y más negros que quieras” (ME 167).

Realidad, irrealidad y el humorismo de la nada (m.f.)

En Museo de la Novela de la Eterna la frontera entre la realidad y la irrealidad se anula, siendo viable la irrepresentación de los personajes solamente en un mundo de ensueño. Ya desde un principio somos puestos sobre aviso: “Somos un soñar sin límite y sólo soñar”. Pero ni siquiera el concepto “ensueño” se libra de ser víctima de ataque. En el “Prólogo 568 a” comenta el autor: “Desearía que esta novela tuviera algo de un ensueño” (ME 66).

Ensueño es algo mucho más serio, como inmediatamente se pasa a explicar: “el ensueño que rememoro es fórmula del estado de media inadmisión de toda certera y efectividad” (ME 67).

Este tipo de humor mantiene estrecha relación con el absurdo 7. Dulce–Persona le comenta en cierta ocasión a Quizagenio: “¿Has visto el respirar de los que viven? ¡Qué misterio!” a lo que él contesta: “Eso sí que me hace sufrir” (ME 205). El que seamos observados desde una “semi-nada” utópica por personajes “no-existentes” no deja de sorprendernos y de divertirnos. Llegamos a ser lectores leídos.

7              La relación entre el absurdo y la nada está muy bien estudiada por Ana María Barrenechea, quien afirma: “Todas las burlas buscan, pues, liberar de las leyes de causalidad. El absurdo rige las relaciones; lo inesperado acecha” (“Macedonio Fernández y su humorismo de la nada”, en Museo de la Novela de la Eterna, ed. Ana Camblong y Adolfo de Obieta. Madrid: Archivos, 1993, p.475).

Macedonio afirma: “Niego la muerte, y me paso estudiando el modo de prolongar vida, para lo cual sólo he encontrado hasta ahora el no usar terapéutica” (ME 103).

Todo se incluye en un sutil juego donde lo serio y lo trivial queda intercalado.

Leemos con aire de greguería ramoniana: “La muerte no es la posibilidad que conocemos, sino una mesa eternamente concurrida y de la que se levanta uno y dice: yo me voy a dormir; eso es la muerte” (ME 225).

Sospechamos acerca de la existencia de cierto temor que subyace a dicho comentario. Sin embargo, los personajes tan sólo están ubicados entre las líneas de la novela.

- ¿Así que te vas? –dice aquí Dulce-Persona como deteniendo a Quizagenio que se ha movido como para partir.
- Quisiera siempre estarme conversando contigo.

-  Y quédate en el diálogo, para eso es. O bien vete con Deunamor.
(ME 159).

Las alusiones al tiempo no son menos absurdas.

El capítulo primero empieza: “Momentos antes del instante presente, de este presente en que usted está leyendo, lector, el Presidente abandonó la silla reclinada al muro posterior del edificio de la Estancia” (ME 128).

La imposibilidad de representación de la dimensión temporal no le resulta tan extraña a Macedonio, quien reduce el espacio temporal a la nada; el tiempo no existe para alguien cuya “obra filosófica niega el pasado y el futuro”, en palabras de Ana María Barrenechea (p. 476).  

Macedonio y Ramón Gómez de la Serna crean unos personajes que se desenvuelven en un mundo de ensueño. Emplean un humor extraordinariamente similar. Aunque leemos afirmaciones incongruas que a menudo se escapan al entendimiento del lector, al mismo tiempo captamos mensajes que merecen detenido análisis. Ramón tiende a emplear nombres concretos y más mundanos, mientras que Macedonio indaga en una terminología más abstracta, pero hallamos evidente la existencia de claros rasgos intertextuales que nos permiten concluir a favor de cierta influencia de Ramón en Macedonio.

Museo de la Novela de la Eterna presenta algunas características “ramonianas”:  la utilización de la incongruencia, de expresiones muy semejantes a las greguerías, la presencia de personajes fantásticos “inexistentes”, y el humorismo de la nada, contribuyen a vislumbrar unas técnicas narrativas donde predomina lo absurdo y que están estrechamente relacionadas con las que emplea Ramón Gómez de la Serna.