RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA: HUMOR, INCONGRUENCIA Y LUDUS

María José Flores,  mjflores@libero.it
aparecido en LUDUS, Cine, Arte y Deporte en la Literatura española de Vanguardia, editorial Pre-Textos, Valencia 2000

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA: VIDA Y ESCRITURA LÚDICAS

La figura de Ramón Gómez de la Serna aparece inseparablemente unida a la vida y a la escritura, a la pasión y al juego1, porque Ramón amaba vivir plenamente, con todos los riesgos que esto implica, y quiso una literatura para la vida, fiel a la vida, y por ello osada y provocadora, apasionada y apasionante como él mismo, que supo siempre concederse a la aventura de vivir, como recuerda en el que habría querido que fuera su epitafio:

Se podrá decir que “fue un ser viviente que encontró  la  graciosa  y   tierna  actitud  que conviene a la vida... No cometió la opaca torpeza de ser ambicioso ni se quiso distraer en nada que no fuese vida, observación de la vida, cálculos que se pueden hacer con ella, arbitrariedades que la prolongan”. 2

1             Su vida –sobre todo en los años anteriores a la guerra civil y su posterior estancia en Argentina- fue tantas veces juego y espectáculo, como recuerdan las innumerables anécdotas que jalonan su biografía, en las que el propio Ramón se muestra, en muchas ocasiones, como esa genial caricatura de sí mismo que anima su tertulia pombiana y cristaliza, por ejemplo, en sus conferencias-maleta, que él mismo denominaba “lírico-humoristas”; pero no debemos olvidar que en Ramón todo tiene un sentido y un valor, y por ello, cuando rompía un objeto antes de una conferencia, lo hacía “para que se viese que el fondo cochambroso, rastreño de mi maleta no tenía que ver nada con la cursilería mala, rompía un objeto lamentable, enarbolando sobre él el martillo de los sacrificios”, en R. Gómez de la Serna, “Ensayo sobre lo cursi”, Cruz y Raya, 1934, reproducido en Ensayo sobre lo cursi. Suprarrealismo. Ensayo sobre las mariposas, (ed. de J. L. Moreno Ruiz), Madrid, Moreno-Ávila Editores, 1988, pp. 15-54 y 28.
2             R. Gómez de la Serna, La sagrada cripta de Pombo, Madrid, Trieste, 1986, p.596.

Se entregó además sin desfallecimiento a su vocación de escritor, lo que tantas veces lo llevó a arrastrar miserias e incomprensiones, 3 de lo que se consolaba con la escritura y la evasión lúdica, pues como Luis, el protagonista de ¡Rebeca!, Ramón:

Vivía modestamente y en su alfombra había un boquete que daba al otro mundo [ ... ] Se consolaba de la incertidumbre económica y agónica de su vida pensando que tenía una gran escalera portátil, la mayor que había en el bazar de las escaleras, y con la que podía evadirse por ventanas y techos. 4

Una escalera hecha también de risas y carcajadas, porque Ramón se defendía con la risa, -con la risa trágica tantas veces, pero risa al fin-, de las asechanzas y crueldades de la vida, pues: “Todos nos disfrazamos contra lo que tememos. Yo, por ejemplo, me disfrazo de humorista, para que no me coman los hombres serios” 5. Y la fascinación por el juego y el espectáculo alcanzará su máxima expresión en el circo6, “la verdadera y pura diversión”7, el paraíso terrenal “del que tiene la ingenuidad, la claridad y la gracia primitiva y edénica”; por eso lo amaba, por ser el espacio mágico y apoteósico del juego, pues estaba convencido de que “la vida es una cosa grotesca, que donde se exhibe mejor es donde lo grotesco se armoniza y adquiere expresión artística, arrebatadora: en el circo” 8.

3             De la precariedad económica de Ramón y su concepción heroica del escritor, como “mártir de sí mismo” y abocado a los mayores sacrificios, se ocupa N. Dennis en R. Gómez de la Serna, París, Valencia, Pre-Textos, 1986, pp. 16-19. Véase también las declaraciones de Ramón a este respecto en R. Gómez de la Serna, La sagrada cripta de Pombo, op. cit. , pp. 569 y 598 respectivamente.
4             R. Gómez de la Serna, ¡Rebeca!,
[ 1936], Madrid, Espasa-Calpe, 1974, p. 9,; para evitar una acumulación excesiva de notas, en las referencias a esta edición, así como en las de El hombre perdido, se indicará entre paréntesis el número de la página.
5             R. Gómez de la Serna, “Ensayo sobre las mariposas”, Revista de Occidente, 1927, pp. 131-155, cit. p. 142. Señala en este sentido J. J. Saavedra: “Característica común a los dos autores es hallarse perdidos en medio de un mundo hostil que desfiguran desde la burla, lanzando hacia él sus puños cargados de golpes de ingenio”, El humor de Silverio Lanza y Ramón Gómez de la Serna, Madrid. Libertarias/Prodhufi, 1993, p. 131.
6             Para la renovación de la tradición iconográfica del arlequín y del clown, tan presentes en Ramón, véase R. Santos Torroella, “Barradas-Lorca-Dalí: temas compartidos”, en FGL, Dibujos, 1986, p. 48, reproducido en M. Hernández, Libro de los dibujos de Federico García Lorca, Madrid, Fundación Federico García Lorca,1990, p. 66.
7             Como destaca P. Salinas en su ensayo sobre Ramón incluido por éste en Automoribundia:  “La palabra diversión cobra en Gómez de la Serna un sentido puro; hay en realidad que desviar el espíritu y su atención de la terrible realidad aniquiladora
[...] esta diversión será tan sólo una terrible forma evasiva del dolor y [...] revelará en su fondo el más dramático conflicto humano: la lucha del hombre, solo e inerte, por no estar al margen, por entrar en la vida, por cobrar vida; en suma, por ser”, R. Gómez de la Serna, Automoribundia [1948], Madrid, Guadarrama, 1974, p. 784.
8             R. Gómez de la Serna, El circo (1917), Madrid, Espasa-Calpe, 1968, pp. 221, 11, 16, respectivamente.

Pero en Ramón y en su literatura uno nunca debe dejarse engañar por las apariencias, ya que esta dimensión lúdica oculta en él una lúcida visión de la realidad y encierra un profundo valor ético:

Dediquémonos a la diversión pura y diáfana, que defiende la vida y la aúpa. Todo mejora y se orienta gracias a la diversión. El día en que la vida esté llena de verdaderas diversiones se habrá acabado el rencor maligno y todos los monstruos que crea el aburrimiento9.

Y este sentido lúdico y gratuito, pero también profundamente lúcido y arraigado en la existencia, vivificará la escritura ramoniana, ya que buena parte de su obra está concebida como juego, partiendo de la greguería, la más íntima de sus creaciones y tejido celular de toda su literatura, en cuya conocida fórmula aparecen unidos el humorismo y la metáfora. Esa greguería que “es lo único que no nos pone tristes, cabezones, pesarosos y tumefactos al escribirla, pues su autor juega mientras la compone y tira su cabeza a lo alto y después la recoge”; pero si el escritor de greguerías es como un niño que juega, ha de estar dispuesto a jugar limpio, atento al mínimo matiz, porque la greguería “no consiste más que un matiz entre todos los matices” 10.

9                “Prólogo” de Ramón a Greguerías (Selección 1910-1960), incluido en Greguerías Selección 1910-1960, (ed. de C. Nicolás), Madrid, Espasa-Calpe, 1991, pp. 47-94, cit. p. 65; a lo cual añade además: “Afirmar lo que de trivial hay en el hombre es inducirle a no ser ni riguroso, ni desleal, ni malo, ni fanático, ni inconmovible para nada ni ante nada”, p. 66. En parecidos términos se expresa a propósito del circo: “En el circo volvemos al Paraíso primitivo, donde tenemos que ser más justos, ingenuos y tolerantes”, R. Gómez de la Serna, El circo, op.cit., p. 219.
10                “Introducción” a Greguerías..., op. cit., p. 219.

HUMORISMO, VANGUARDISMO, INCONGRUENCIA

Esta pasión por el juego y su escritura lúdica lo entroncan  claramente con los movimientos de vanguardia, 11 que como ya señalara Ortega, en La deshumanización del arte, consideraban la experiencia artística como juego, inevitablemente irónica, cómica y humorística, aparentemente sin transcendencia alguna, pues:

La primera consecuencia que trae consigo ese retraimiento del arte sobre sí mismo es quitar a éste todo patetismo [...] Era una cosa muy seria el arte, casi hierático. A veces pretendía no menos que salvar a la especie humana [...] la nueva inspiración es siempre, indefectiblemente, cómica [...] La comicidad será más o menos violenta y correrá desde la franca clownería hasta el leve guiño irónico, pero no faltará nunca. Y no es que el contenido de la obra sea cómico [...] sino que, sea cual fuere el contenido, el arte mismo se hace broma [...] el artista de ahora nos invita a que contemplemos un arte que es una broma, que es, esencialmente, la burla de sí mismo [...] El arte nuevo ridiculiza el arte [...] Ser artista es no tomar en serio al hombre tan serio que somos cuando no somos artistas. 12

11           La relación de Ramón con las vanguardias ha sido estudiada por D. Daus, Der Avantguardismus, Ramón Gómez de la Serna, Frankfurt, Vittirio Klosterman, 1971. En este mismo sentido el trabajo de M. V. Calvi, “Ramón Gómez de la Serna, promotore e anticipatore dell’arte d’avanguardia”, en Trent’anni di Avanguardia Spagnola. Da Ramón Gómez de la Serna a Juan Eduardo Cirlot, (ed. de G. Morelli), Milán, Jaca Book, 1988, pp. 1-17. L. de Llera Esteban, “José Ortega y Gasset e le avanguardie”, en Trent’anni di Avanguardia Spagnola. Da Ramón Gómez de la Serna a Juan Eduardo Cirlot op. cit., pp. 55-75. El propio Ramón en su ensayo “Suprarrealismo”, destaca la importancia concedida por los surrealistas al juego gratuito: “El suprarrealismo reposa sobre la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociaciones desdeñables hasta la fecha, en la omnipotencia del sueño, y en el juego desinteresado del pensamiento”, op. cit., p. 61.
12           J. Ortega y Gasset, La Deshumanización del arte y Otros Ensayos de Estética, Madrid, Austral, Espasa-Calpe, 1987, p. 86.

Pero no debemos olvidar que precisamente en su intranscendencia radica la transcendencia de este arte, porque:

Nunca demuestra mejor el arte su mágico don como en esta burla de sí mismo. Porque al hacer el ademán de aniquilarse a sí propio sigue siendo arte, y por una maravillosa dialéctica, su negación es su conservación, y su triunfo13

Y Ramón, siempre enemigo de la falsedad, del rito y de los símbolos, de la retórica y grandilocuencia vanas, y del patetismo sin matices y sin ternura, sabrá oponerse a todo ello –en su búsqueda de la emoción única que nunca podrá ser elevada a categoría genérica-, precisamente con el juego, el erotismo, la fantasía y el humor, concepto este último de no fácil definición en su poética, al tratarse de un tema al que se referirá con frecuencia y con hondura –pues referencias al humor y la ironía se hallan dispersas en toda su obra-, y que no podemos despachar con un simple “son las cosas de Ramón”, alcanzando su momento más fructífero de reflexión teórica en 1930, año en el que se publica “Gravedad e importancia del humorismo” 14 (cuyo título es en sí suficientemente significativo de la relevancia que le concede nuestro autor), ensayo en el que el humor, ese nuevo humor que Ramón convertirá en un “ismo”, “el humorismo, aparece como condición imprescindible del arte moderno en general” 15 y de su propia narrativa en particular, llegando a convertirse en un modo y método del espíritu y de la literatura vanguardistas que, como señala el propio Gómez de la Serna, (que no olvida, pese a todo, la fecunda tradición humorística de la literatura y el alma españolas)16, debe estar dispuesta a abrirse a éste:

[...] el humorismo inunda la vida contemporánea, domina casi todos los estilos y subvierte y exige posturas en la novela dramática contemporánea. No es una cosa concreta, sino expansiva y diversificada, que ha de merecer concesiones en toda obra que se quiera sostener en pie sobre el terreno movedizo del terráqueo actual. 17

13           íbidem, p. 87.
14                “Gravedad e importancia del humorismo”, Revista de Occidente, XXVIII, 1930, cuya inclusión en Ismos (Madrid, Biblioteca Nueva, 1931) es suficientemente reveladora de su estrecha relación con el arte de vanguardia; referencias al humor y la ironía se hallan dispersas en toda su obra.
15           Dirá en este sentido Ramón: “En el cubismo, en el dadaísmo, en el superrealismo y en casi todos los ismos modernos hay un espantoso humorismo que no es burla, ¡cuidado!, ni estafa, ni es malicia callada, sino franca poesía, franca imposición, franco resultado”, en “Gravedad e importancia del humorismo”, Ismos, op. cit., p. 388.
16           Para este tema véase “Gravedad e importancia del humorismo”, Ibidem, pp. 371-373.
17           Ibidem, pp. 348.

El humorismo será pues un eficaz instrumento de indagación en el sentido de la realidad y del arte (“El humor muestra el doble de toda cosa” y “Humorismo es atreverse a desentrañar el sentido impensado de las cosas, su sentido más improbable”), 18 y presupone una nueva mirada literaria, sin que deba olvidarse que uno de los métodos  de  deshumanización,  o lo que es lo mismo, de estilización, del arte vanguardista, consiste precisamente en la diversa perspectiva con la que se observa la realidad 19.

18           Ibidem, pp. 352.
19           En palabras de J. Ortega y Gasset: “Pero si la metáfora es el más radical instrumento de deshumanización, no puede decirse que sea el único. Hay innumerables de alcance diverso. Uno, el más simple, consiste en un simple cambio de la perspectiva habitual
[...]  basta con invertir la jerarquía y hacer un arte donde aparezcan en primer plano, destacados con aire monumental, los mínimos sucesos de la vida [...] Los mejores ejemplos de cómo por extremar el realismo se le supera –no más que atender lupa en mano a los microscópico de la vida- son Proust, Ramón Gómez de la Serna, Joyce. Ramón puede componer todo un libro sobre los senos [...] o sobre el circo, o sobre el alba, o sobre el Rastro o la Puerta del Sol. El procedimiento consiste sencillamente en hacer protagonista del drama vital los barrios bajos de la atención, lo que de ordinario desatendemos”, La des-humanización del arte, op. cit., p. 76.

El humor ramoniano, como bien saben sus lectores, nace de las contradicciones de la propia existencia, y por ello puede albergar y dar espacio en sí a lo contradictorio de la vida y del arte, porque el humor es modo e instrumento de desrealización, pero, paradójicamente, y al mismo tiempo, es a veces capaz de mostrar el rostro más profundo de la realidad, desvelándola en toda su desnudez; y precisamente por ello, por su doble relación con la irrealidad y el realismo20,  el humorismo podrá ser entendido, y éste es uno de sus grandes valores, como un puente entre el arte antiguo y el moderno:

 En este momento de transición, en que se ve lo que va a desaparecer ya de algún modo  como desaparecido, y no se ve aún lo que aparecerá de nuevo en toda su rotundidad, el humorismo es puente ideal. 21

20           Para la particular concepción del realismo ramoniano véase M. J. Flores, “El sueño y la novelística de Ramón Gómez de la Serna”, Actas del Congreso AISPI, Sogno e scrittura nelle culture iberiche, Roma, Bulzoni, 1998, pp. 1149-1161.
21                “Gravedad e importancia del humorismo”, Ismos, op. cit., p. 356.

Porque el humorismo no es un simple recurso formal o narrativo, sino la linfa creadora de toda obra artística:

El humor, por ser tan extenso de significado, no puede ser considerado como un tropo literario, pues debe ser función vital de las obras de arte más variadas, sentido profundo de toda obra de arte. 22

Y del mismo modo que existe una nueva novela, existe un nuevo lector, el lector humorista, que se decidirá a aceptar la literatura de vanguardia sólo si ésta sabe mostrarle todo su humor:

El lector de hoy tiene ojos de humorista; y hasta lo que no es humorista se lee en humorista, se le añaden sonrisas a través de las páginas [...] Si es importante la imagen, sólo se la perdona y se la resiste si está lanzada con gesto humorístico, si está engendrada con cierta sonrisa.23  

En Ramón Gómez de la Serna, como en el mejor vanguardismo, aparecen ligados el arte y la literatura en un abrazo apasionado e íntimo, por eso el humorismo ramoniano no se limitará a ser una postura estética, sino que será, sobre todo, una actitud vital: “Casi no se trata de un género literario, sino de un género de vida, o mejor dicho, de  una  actitud  ante la vida” 24; una actitud desinhibida y con afanes de autenticidad y libertad, que encuentra en el humor y en el absurdo una forma de liberación (“Sólo se puede soportar el tinglado de lo social gracias al humor”) y de subversión:

En el momento de girar la épica25 hacia otro avatar, surge lo humorístico como la fiesta más eternal, porque es la fiesta del velatorio, de todo lo falso descubierto y de todo lo que estuvo implantado, y a lo que le llega la hora de la subversión.26

22           Ibidem, p. 352.
23           Ibidem, p. 357.
24           Ibidem, p. 351; volviendo a insistir sobre el tema posteriormente: “Más que un género literario es una manera de comportarse, es una obligación de altamar en los siglos, es una condición de superioridad”, Ibidem, p. 355.
25           No olvidemos que ya años antes don Ramón María del Valle-Inclán, en la famosa definición que del esperpento daba en Luces de Bohemia, hacía una referencia precisa a la deformación del héroe épico: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”, Obras Completas de don Ramón del Valle-Inclán, Madrid, Editorial Plenitud, 2ª ed., 1952, p. 934.
26                “Gravedad e importancia del humorismo”, Ismos, op. cit., p. 350.

Reivindicando con ello, como harán los surrealistas, la libertad del individuo y la rebeldía implícitas en la desobediencia del juego y del placer:

Hay un derecho incoercible: el derecho al humorismo. Tratemos con el humorismo las cosas y vayamos minándolas. Es mucho más subversivo el humorismo que cualquier otra cosa.27

Pero las definiciones del humorismo ramoniano no se agotan aquí, pues se trata de un concepto complejo y vasto, como reconoce el propio autor, para quien “Definir el humorismo en breves palabras, cuando es el antídoto de lo más diverso, cuando es la restitución de todos los géneros a su razón de vivir, es de lo más difícil del mundo” 28; por lo que para iluminarlos algo nos dará los ingredientes de su humorismo:

Lo grotesco entra en un tanto por ciento imprecisable [...] El sarcasmo [...] mezclado de socarronería [...] Lo bufo debe pasar como una sombra [...] Lo patético debe perder su color en la mezcla, pero debe estar dentro de ella  se le añadirá un grano de la especia épico-burlesca, mezclando al todo elementos inclasificables de incongruencia pura.29

Y será precisamente la incongruencia el ingrediente que, aun habiendo aparecido en su obra de forma explícita ya algunos años antes en El incongruente30, alcanzará una extraordinaria relevancia en las “Novelas de la nebulosa”, reflejando con  ello  Ramón la que considera como la gran característica de la sociedad moderna y del mundo contemporáneo, pues “Era Gustavo, por todos estos antecedentes, un caso agravado del mal del siglo, de la incongruencia” 31; pero basta adentrarse en la lectura del texto para advertir que lo que Ramón entonces llamaba incongruencia, realmente no era sino relativismo: 

Él había desmentido de tal modo todas las cosas, y suponía de tal modo que las unas podían ser iguales que las otras, que se le había descompuesto el destino y, en relación con él, todo desvariaba [...] Por decirlo así, era un disolvente de todas las leyes de la vida, que se rompían, se enredaban, se quedaban aisladas y desanudadas cuando él se interponía entre ellas.32

27           Ramón Gómez de la Serna, La sagrada cripta de Pombo, op. cit., p. 625.
28           Ibidem, p. 349.
29           Del mismo modo se referirá a los elementos que deben quedar fuera del humorismo: el chiste, el retruécano, la tomadura de pelo, el choteo, la burla, lo satírico (pues “Esa moraleja latente que hay en la sátira no debe concurrir en el humorismo”), el epigrama y lo epigramático y la ironía, sin olvidar que “ni lo ridículo
[...] ni lo cómico son la base del verdadero humorismo”, en “Gravedad e importancia del humorismo”, Ismos, op. cit., pp. 362-365.
30           R. Gómez de la Serna, El Incongruente
[1922], Buenos Aires, 2ª ed., 1947; en el “Prólogo” a El hombre perdido recordaba Ramón que “Era El Incongruente el eslabón perdido en la evolución que continúan El novelista, ¡Rebeca! y El hombre perdido [1946], Madrid, Espasa-Calpe, 1962, p. 7. En La sagrada cripta de Pombo escribe Ramón: “La novela que yo prefiero es El incongruente. Como de muchas de mis cosas [...] es del libro del que no se ha dicho nada, y eso que abría un nuevo camino en la tramazón novelesca y que era la primera novela de la fantasmagoría pura y desternillada”, op. cit., pp. 625-626. Se trata, en El incongruente, de una indagación lúdica en la realidad mediante la incongruencia de tono greguerístico, con humor y metáfora, pero con mayor presencia de elementos narrativos que en las “Novelas de la nebulosa”.
31           R. Gómez de la Serna, El incongruente, op. cit., p. 10.
32           Ivi.

Relativismo incongruente que, como se deduce de su hermosísimo ensayo “Las palabras y lo indecible”, irá adquiriendo tonos cada vez más profundos, pues la incongruencia acabará siendo una de las pocas respuestas posibles al terrible vacío en el que vive sumido el hombre moderno:

El vacío nos ha rodeado en nuestra época y casi todos nuestros actos y nuestras invenciones son una rebeldía al horror al vacío, una reacción contra ese horror [...] No creemos en las cosas lógicas que hay para llenar el vacío, y por eso nos precipitamos en respuestas incongruentes, en palabras sueltas, en frases inauditas, con las que aspiramos a conminarle.33

La incongruencia, como el humorismo, parecen ser para Ramón las únicas actitudes justas, porque respetan toda su levedad y su misterio, ante la vida, que es también como decir ante la muerte:

¿Habrá algo más ligero que la incongruencia y que aleje más la idea de esa responsabilidad que ellos se han inventado? Para mí la muerte será una incongruencia más, y, por lo tanto, carecerá de esa importancia que otros la dan. Yo no he ligado mi vida a nada. Yo no tengo lógica, y, por lo tanto, se desatan todas esas cosas apretadas y muy ligadas que tienen los otros, las cosas que les obligan, les conducen, les llenan de dolor... Yo, en la incongruencia, siempre estoy alegre.34

33           “Las palabras y lo indecible”, Revista de Occidente, 1936, Tomo LI, pp. 56-87, pp. 63-65.
34           Ibidem, pp. 16-17.

LAS “NOVELAS DE LA NEBULOSA”

En esta óptica habremos de situarnos para entender la novelística de Ramón –como bien han sabido ver los críticos más sensibles y atentos a su arte, quienes no han dejado de destacar con insistencia, superando viejos prejuicios e incomprensiones, la clara conciencia que del hecho novelístico poseía nuestro autor, que sabía bien lo que  quería35 y sobre todo lo que no quería escribir:

(“Así la sabiduría de la nueva literatura [...] consiste principal y ventajosamente en saber ‘lo que no ha de hacer’ “36)-, y en especial ¡Rebeca! y El hombre perdido, las “Novelas de la nebulosa” 37, cúlmine de su literatura lúdica, pues aun no tratándose de una novela radicalmente distinta a la anterior, sí es cierto que en ellas Gómez de la Serna estiliza al máximo sus propios recursos expresivos, concediendo una importancia fundamental al absurdo y a la incongruencia, por lo que supondrán un paso adelante en su búsqueda de una nueva escritura38, cifrada, sobre todo por aquellos años, en una novela experimental, abierta, fragmentaria, disgresiva y ambigua, fiel reflejo de su visión de la vida, ya que “reaccionar contra lo fragmentario es absurdo, porque la constitución del mundo es fragmentaria,  su  fondo  es  atómico,  su  verdad es disolvencia” 39; una novela lírica, apasionada, innovadora y transgresora, capaz de responder a las exigencias de ese nuevo arte fruto de los nuevos tiempos 40.

35           Como demuestra C. Richmond en los estudios incluidos en sus ediciones de La quinta de Palmira, Madrid, Espasa-Calpe, 1982 y El secreto del acueducto, Madrid, Cátedra, 1986, así como en su artículo “La debatida novelística de Ramón Gómez de la Serna: ‘Las afueras más respirables del vivir’ “, Revista de Occidente, nº 80, 1988, pp. 63-69. En la misma línea N. Dennis, “Introducción” a París, op. cit.; R. Cardona, “Introducción” a R. Gómez de la Serna, La viuda blanca y negra, Madrid, Cátedra, 1988, y el excelente estudio de su narrativa breve de H. Charpentier Saitz, La “novelle” de Ramón Gómez de la Serna, Londres, Tamesis Book, 1990.
36           En “El concepto de la nueva literatura”, Madrid, 1909, p. 7.
37           En el “Prólogo a las Novelas de la nebulosa”, publicado al frente de El hombre perdido incluye bajo tal denominación además de ésta, El incongruente (1922), ¡Rebeca! (1936) y El novelista (1923). El hombre perdido (1946), Madrid, Espasa-Calpe, 1962, pp. 7-17;  mientras  que  I. Soldevila-Durante, comentando la obra de M. González-Gerth, A Labyrinth of Imaginery: Ramón Gómez de la Serna’s novelas de la nebulosa, defiende que en realidad “sólo ¡Rebeca! y El hombre perdido constituyen los textos básicos de la novela de la nebulosa”, en “Una aportación a los estudios ramonianos”, Ínsula, nº 516, diciembre 1989, p. 6.
38           A lo que se referirá Ramón en su citado “Prólogo a las Novelas de la nebulosa”, al señalar que su sentido último “es buscar cosas menos convencionales, menos amaneradas, en otras dimensiones de la vida”, y que han de ser escritas “en estado nebulítico –más allá del estado sonambúlico- y con fervor de arte”; pero no se tratará “de una obra de fenomenología disparatada, sino de una obra literaria que sirva para detener y calmar la muerte, mimando sin tesis alguna la evidencia de que el hombre, en definitiva, vive perdidamente perdido”, p. 12.
39                “Introducción” a Greguerías, op. cit., p. 67.
40           Como señala C. Nicolás, quien insiste en la necesidad de situarse en la particular óptica de su autor, es decir, en la poética de la greguería, y en su modo de entender y hacer una novela experimental, “Ramón Gómez de la Serna y la novela española de vanguardia “, Ínsula, nº 502, 1988, pp. 17-18. En este mismo sentido se pronuncia A. Del Rey Briones, “Ramón y la novela”, destacando que “muchas de sus pretendidas limitaciones se nos revelan en realidad como elementos consustanciales de su modo de entender la creación novelesca”, Ínsula, nº 502, 1988, pp. 19-20.

Y como existe una intensa relación entre los textos teóricos de Ramón y su propia obra narrativa, así como entre su vida y su obra41, no sorprende la referencia al absurdo que aparece, al inicio de ¡Rebeca! 42, casi como declaración de intenciones, en boca de Luis, su protagonista:

No quería ser el habitual de calles y modas. Quería vivir la vida con un trabucamiento de cosas. Buscaba el ¡ay! de la muerte y buscaba los huevos que la absurdidad pone en los socavones que hay en el campo y en todo saliente con algo de repisa (p. 9).

El mismo deseo que ya Ramón había anunciado unos años antes en El libro mudo. Secretos:

Ir contra la costumbre es ir contra la pátina e ir adquiriendo una armonía nueva [...] con toda la vasticidad y la rusticidad reales. Ramón, por eso amo más que nada, sobre todo: los absurdos. Pienso en absurdo y mi honradez [...] está en el absurdo [...] seamos ante todo absurdos, inexplicablemente absurdos... Habremos matado una costumbre (p. 90).43

En ¡Rebeca!, dado su ya citado carácter autobiográfico, el hombre y el artista se confunden aún más: por ello Luis vivirá, como Ramón, su propia  vida como una novela44, o viceversa; siendo ambos, novelistas abrumados por una literatura incapaz de satisfacerlos:

Estaba cansado de lecturas vanas con canarios de los que no se dice la verdad, que “cantan con una alegría de cucharillas” y en que si pasan trenes nunca dice el autor que “sonaban a tinajas asmáticas” y si se ve una red no se dice que es el “suspensorio íntimo del mar” (p. 62).

41           Como ya ha señalado I. Zlotescu, Ramón crea “un denso espacio autobiográfico que prolonga y define sus auto-biografías pactadas como tales con el lector [ ...] Las novelas tentáculos de su yo serán las ‘Novelas de la nebulosa’ ”, “Introducción” a su edición de El libro mudo (Secretos), Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 15. Véase también, I. Zlotescu, “Morbideces. Autorretrato de Ramón Gómez de la Serna”, en L’autobiographie en Spagne, Publications Université di Provence, 1982, pp. 149 y 163; E. Suárez Galbán-Guerra, “Voces narrativas y estructura autobiográfica de Automoribundia (El mito como móvil autobiográfico)”, Ibidem, pp. 165-179. Sin olvidar que por ejemplo, una de las lecturas que hace R. Cardona de La viuda blanca y negra es precisamente como novela autobiográfica.
42           Aunque publicada en 1936 R. Flórez indica que la obra fue escrita lentamente a lo largo de 1930-1935, en Ramón de ramones (El libro del centenario). Primera biografía puntual de Ramón Gómez de la Serna, Madrid, Editorial Bitácora, 1988, p.351. J.Camón Aznar, por su parte, la considera “la más suprarrealista de cuantas ha publicado Ramón. Y me atrevo a decir que de la literatura europea”, Ramón Gómez de la Serna en sus obras, Madrid, Espasa-Calpe, 1972, pp. 368-369.
43                Destacando además el valor del absurdo al menos como vislumbre de una nueva literatura: “Ramón, el absurdo es un barrunto y aunque no sea en conclusión nada, es a lo menos una posición en contra de la costumbre... Es un paso excéntrico, es una huida precipitada hacia mares nuevos, para los que, ya en alta mar se inventará una nueva brújula”, ¡Rebeca!, op. cit., p. 90; otras referencia importantes sobre el tema en pp. 91, 95 y 215.
44           El propio Luis hablará de la novela de su existencia: “¿Con qué dar interés a la novela de mi existencia?”, y de la existencia como novela: “Esos que no saben lo que quieren, saquearán o aplastarán la novela de la vida... La vida sin novela no tiene ningún interés”, Ibidem, respectivamente, p. 21 y 78, véase también p. 130. hay un interesante capítulo que recuerda mucho a El novelista, en el que Luis habla de novelas imaginarias que le gustaría leer, pp. 61-64.

Y puesto que querían “leer libros que no se habían escrito y que no había podido encontrar” (p. 61), no les quedará más remedio que tantear y buscar: “Luis estaba en el limbo de lo que no se ha dicho nunca y es necesario que alguien diga para que el hombre pueda agarrarse mejor en la incertidumbre del mundo” (p. 63) 45; buscar hasta llegar a escribir ellos mismos esa nueva novela (que poco tiene que ver con esa otra, fruto de la visión lógica de la existencia, que Ramón y Luis desprecian), abierta y plural en su ambigüedad, en la que cada vez va adquiriendo más importancia el misterio46 y lo imprevisible: “La puesta en fila de situaciones y desenlaces preconizados, me parece que cada vez merece menos la pena de ser vivida y ser leída” 47; llegando a la formulación de una literatura fatal, en el doble sentido de inevitable y regida por una leyes internas ligadas a ese azar capaz de trastocar y subvertir  la realidad48.  Y el azar juega doblemente, porque  si  Luis  encuentra  finalmente  a   Rebeca –como Ramón encontrará a Luisa49- gracias al azar, la propia novela es también azarosa e incongruente en su escritura: “Cada vez me indigna más la glosa naturalista y monótona de la vida, sin lo inesperado, sin lo escardado, sin eso que no es desesperado chiste sino incongruencia fatal, verdadero trastueque sin cinismo y sólo por azar”.50

45           Véase también ¡Rebeca!, op. cit., pp. 133 y 177.
46           En el “Prólogo a la Novelas de la nebulosa”, aparece una explícita referencia al misterio: El misterio es importante porque está ligado a todo eso y a la inmensidad incognital del tiempo. No somos más que el misterio: no debemos ser más que el misterio porque es lo único que dignifica y alienta la vida”, p.17
47           Ibidem, p. 8.
48           En “Las palabras y lo indecible” hace Ramón una nueva  referencia  a  esta  escritura fatal: “La nueva poesía y la
nueva literatura han libertado las palabras y las palabras obran por su cuenta propia según una ley inconsciente y segura”, op. cit., p. 56. Mientras que en el “Prólogo” a El hombre perdido insiste en el mismo concepto cuando escribe: “No se diga ruinmente que son capítulos de distintas novelas porque yo la he escrito seguida como una clase de novela cuyo azar no podía ser otro. Si como dice el proverbio ‘todo está escrito’ ésta es una copia exacta de esa escritura fatal”, op. cit., p. 9.
49                ¡Rebeca! será la historia del peregrinaje de Luis o Ramón en su búsqueda desesperada de esa mujer imaginaria, que en el primero perseguirá toda la novela y Ramón buena parte de su vida, y que se encarnará respectivamente en Leonor y en Luisa Sofovich, la “Flechadora criolla”, a quien conocerá en su viaje a Argentina de 1931 y de la que no se separará hasta su muerte.
50           “Prólogo a las Novelas de la nebulosa”, op. cit., p. 8; añadiendo: “Ante este deslumbramiento de la realidad el escritor sólo puede acertar gracias a la suerte y al azar”, p. 13. Esta defensa del azar tiene clarísimos antecedentes en los surrealistas, como nos recuerda el propio Ramón que en “Suprarrealismo” había destacado cómo los surrealistas dan “al azar el valor que tiene sobre la especulación encadenada de logicismos, entronizando la seducción mayor de la vida, que es la seducción del azar”, Ismos, op. cit., p. 73; véase M. J. Flores, “Ramón Gómez de la Serna y el amor surrealista”, Anuario de Estudios Filológicos, Cáceres, Universidad de Extremadura, nº XXI, 1998, pp. 73-83.

Y aunque pudiera parecer disparate o locura no lo es, pues Luis “no estaba loco, pero quería vivir la locura de la vida con todos sus trastornos y sus esquizofrenias” (p. 7); actitud revolucionaria y subversiva que se vierte, formal y literariamente, en una escritura contraria a los canales de la lógica y de la costumbre, en una novela lúdica, mágica y nebulítica, en la que todo es posible, y en la que aparece una nutrida muestra de los más característicos procedimientos expresivos ramonianos,51 desde la imagen visionaria: “tenía cabeza de negra blanca, el rostro de la mujer que se aparece por entre los ramajes a los locos de la fiebre” (p. 87), a la superposición de imágenes que borra los límites y las distancias para crear una única realidad poética, y luego, como arrepintiéndose de tanta delicadeza, el distanciamiento, la referencia a la modernidad, al cine:

El gesto al borde de la cama de una mujer poniéndose al borde de un estanque las medias de agua de seda, como labor de agujas de junco con filada baba de seda de los gorgojos de la primavera; era un gesto que estaba parado como el de una película que se rompió por ese cuadro (p. 96).

51           El lenguaje literario de Ramón, especialmente por lo que se refiere a la greguería, ha sido ampliamente estudiado; véanse entre otros, cronológicamente, G. Gómez de la Serna, “Introducción” a Greguerías, Salamanca, Anaya, 1963, pp. 5-32; R. Senabre, “Sobre la técnica de la greguería”, Papeles de Son Armadans, XLV, nº 124, 1967, pp. 120-14; R.L.Jackson, “The ‘greguería’ of Gómez de la Serna: Antecedents an Originality”, Symposium, Vol. XXI, nº 4, 1967, pp. 293-305; S.Prieto Delgado, “Introducción” a Greguerías: Selección 1910-1960, Madrid, Espasa-Calpe, 1977, pp. 9-35; R. Cardona, “Introducción a la greguería”, en Greguerías, Madrid, Cátedra, 1979, pp. 15-31; T. Llanos Álvarez, Aportación al estudio de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Origen y evolución, Madrid, Ediciones de la Univesidad Complutense, 1980; C. Nicolás, Ramón y la greguería. Morfología de un género nuevo, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1988; I. Soldevila-Durante, “Para un estudio de la creatividad léxica de Ramón Gómez de la Serna”, Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXVI, nº 2, 1988, pp. 753-766; “El gato encerrado. Contri-bución al estudio de la génesis de los procedimientos creadores en la prosa ramoniana”, Revista de Occidente, enero 1988, nº 80, pp. 31-62; C. Nicolás, “Introducción” a Greguerías. Selección 1910-1960, Madrid, Espasa-Calpe, 1990, pp. 9-39.

Sin que falte una nota futurista: “Es más veloz tu nombre que todos los automóviles. Eres la marca del futuro y no dejas de ser como todo el pasado. Tienes tirabuzones y neumáticos” (p. 46), ni la pincelada breve, siempre de tono greguerístico, de gran expresividad: “Se sentía como un gabán que va a caerse de un perchero” (p. 158), o “Era de esas lápidas que no dicen el apellido porque debió ser tan jovencita la muchacha que el apellido la hubiera avejentado“ (p. 153); siendo abundante el uso de la greguería, desde la más irónica: “Una prima es una puerta con bisagras dobles y doble cerradura para el hombre que se case con ella” (p. 11), a la más lapidaria: “Los diccionarios enciclopédicos son los féretros de las ideas, y sus letras doradas, letras de la corona de la civilización” (p. 16), llegando a momentos de gran delicadeza y poesía: “Los pétalos caídos son como gotas de las velas encendidas de la primavera” (p. 25), lirismo que alcanza, incluso tipográficamente, el valor de un poema al final del capítulo X:

No hay estrellas ni mundo, sólo hay mujer.

Pentagrama de medias tendidas.

Toalla pequeña.

Guantes lavados. (p. 47)

Y que se resume en una de las frases más hermosas del libro: “El secreto de todo es que el silencio tiene voz de mujer” (p. 50).

Pero el elemento más destacable de esta obra, será sobre todo ese obsesivo rechazo ramoniano del pensamiento lógico (“Pues cada vez estoy más convencido de que decir cosas con sentido no tiene sentido”), que sustenta su concepción de las “Novelas de  la  nebulosa”,  ya  que  Luis  creará  con su fe52, con su voluntad de creer, una realidad nueva, dando vida a Rebeca, porque la fe será siempre superior a la razón:

Las creencias a que usted se refiere son inferiores a la fe porque se razonan y la razón ahoga ese lastre de cosas que alegran la afinidad de la materia del espíritu con las demás materias; lo único que enternece al hombre para que no sea pura fiereza (p. 78).

Porque Ramón estaba convencido de la existencia de otra realidad: “Hay una realidad que no es surrealidad ni realidad surreal, sino una realidad lateral” 53, que para ser descubierta, entendida y novelada, necesitaba nuevos instrumentos de análisis, nuevas palabras que respondieran al espíritu de los nuevos tiempos.

Y Ramón, que había sostenido que el diálogo es el verso de la novela, dará un paso hacia adelante, atribuyendo ahora a este monólogo o diálogo íntimo54, un valor fundamental como método o instrumento de indagación en lo real, y es precisamente  la consciencia de este hecho, la firme voluntad de experimentación, lo que lo hace especialmente   valioso:  “Amo  el   diálogo  como  la  mentira  que  da  más  veracidad  a la vida. Algún día sabrás que el diálogo es verdad y la verdad mentira”  (p. 181); esos diálogos-monólogos aparentemente absurdos, disparatados56, imposibles en muchas ocasiones, en los que todo cabe, porque “Pensaba todas las locuras posibles para ver de encontrar la señal verdadera” (p. 85), y que pese a su arbitrariedad poseen una gran importancia estructural –es decir, narrativa, dado que muchos de los capítulos no son sino un largo diálogo- y al mismo tiempo lírica y lúdica, reflejo fiel y coherente de su visión de la vida y la literatura. Éste es el sentido del diálogo mantenido con su amigo Aníbal:

Había llegado aquella tarde a verle su amigo Aníbal, el único con el que tenía confianza para la disquisición.

Tenían que vencer a aquel día impar con uno de aquellos diálogos en que procuraban hacer laboratorio [...] Entre los dos y gracias a aquel hablar lo que les daba la gana creaban una ambiente de sobreposición [...]

Los dos en el diván iban escarbando en la realidad con duro esfuerzo, aspirando a ver el claror real en medio de sus confesiones de fosa común [...]

¡Basta! –dijo Luis como pidiendo auxilio. Iban ya demasiado lejos en su deseo de tocar la evidencia inesperada fuera de los caminos idiotas de la lógica.56

52           Una fe que no lo será nunca en las creencias generales, sino en la vida, en el milagro de la existencia en sus mínimas manifestaciones, pues “La fe en las ideas generales no lleva más que a la destrucción [ ...] Hay que saber encontrar el ideal,  por ejemplo,  en  ver cómo  la  cebolla del jacinto echa sus raíces en el agua a la vista del público ¡Y qué raíces llenas de alegre credulidad vital!”, Ibidem, p. 78.
53           “Prólogo a las Novelas de la nebulosa”, op. cit., p. 7.
54           En ¡Rebeca!, por ejemplo, dirá Ramón: “Su diálogo íntimo se interrumpió porque llamaron al teléfono”, op. cit., p. 109; insistiendo de nuevo en El hombre de alambre (Novela para armar), (ed. de H. Charpentier Satz), Londres, Tamesis Book, 1994, p. 29.
55           Como absurdas e ilógicas son las conversaciones que mantienen los personajes del teatro ramoniano, véase M. Palenque, El teatro de Gómez de la Serna. Estética de una crisis, Sevilla, Facultad de Ciencias de la Información de Sevilla-Ediciones Alfar, 1992. Además de con Rebeca, Ramón hablará con otras mujeres, incluso con la mujer pintada en un cuadro, y con numerosos objetos.
56           Todo el capítulo XII (pp. 53-57) es un larguísimo diálogo con Aníbal, que aparece tipográficamente como lo reproducimos. Valga además, como muestra de este rechazo de la lógica, el mantenido por Luis y su hermano en el que, como  veremos,  el  primero  reflexiona detenidamente sobre el tema: “-¿Pero quedan corsés?; -¡Ah! ¿Tú también eres de los que creen que ya no se usan corsés?
[ ...] -Mira...Ya no quedan más que fajas. Ésa es la verdad como que dos y dos son cuatro [ ...]  -En primer lugar se ve que no conoces mujeres que valgan la pena cuando niegas lo del corsé. ¡Allá tú! Pero lo que no te admito a ti ni a nadie es que dos y dos son cuatro... En esa fórmula está la primera mentira de todas las suposiciones; -¡Hombre! ¿Entonces dos y dos, cuántos son?; -Desde luego no son cuatro sino en último término y por casualidad... Para que fuesen cuatro los cuatro unos tendrían que ser iguales y ya ni en lo abstracto se puede admitir esa identidad... Si te los imaginas en cifras los unos serán más o menos delgados y tendrán más o menos espesor de tiza cerebral en la cámara obscura de la abstracción; -Mis unos son todos iguales; -Si no tienes imaginación y te sometes de entrada a un falso juramento, por ahí comienza el error [ ...] -Entonces es que no admites las ideas supuestas; -Ninguna idea supuesta [ ...] ¡Y pensar que con ese dos y dos son cuatro comienzan sus razonamientos los engañadores y que por como se les deja pasar el abuso magnetizan el resto de lo que dicen con ese falso bautismo! Para mí el resultado de dos y dos siempre será incierto y variable”, pp. 41-42.

Se trata de un diálogo en libertad (“hablar lo que les daba la gana”) y experimental (“hacer laboratorio”), que sigue caminos distintos de los del pensamiento lógico (“fuera de los caminos idiotas de la lógica”), y que no parece perseguir la mera comunicación; pero además son diálogos, y no nos referimos sólo al apenas citado, en los que el interlocutor, o interlocutores, juegan, llevados por el deseo de ver qué pasa, a qué hallazgos milagrosos pueden llegar. Porque, cómo explicar la referencia a la sobreposición si no se tratase, al menos inconscientemente, de dos monólogos indepen-dientes y sólo posteriormente entrelazados y superpuestos, como en tantos juegos surrealistas colectivos del tipo del cadáver exquisito u otros basados en la alternancia de preguntas y respuestas ordenadas en series independientes antes de ser organizadas por el azar. Porque Luis “Quería tropezar con la escalera no secreta de la realidad,   esa  escalera  que  puede  estar  en  una frase y en un pensamiento iluminado por otro pensamiento distante” (p. 176), convencido de que “no vale esperar lo que suceda sino que se necesitan nuevas asociaciones de ideas, algo que salve el momento” (p. 62).

A medida que avanza la escritura de la obra va intensificándose el recurso al diálogo imaginario en el que Luis hablará con Rebeca, hasta el punto de que Rebeca va creándose y tomando cuerpo en la voz de Luis: ha nacido de una palabra y se alimenta de palabras; quizás uno de los diálogos más disparatados y tiernos de la obra (con esa ternura de Ramón por las cosas), será el que entable Luis con su amada Rebeca, que llegará hasta él en forma de tetera57, utilizando genialmente nuestro autor, para burlarse de la lógica, sus mismas armas:

Rebeca aquella tarde era la tetera azul que había llenado de poco té y mucho agua caliente ¿Y si ésa fuera la verdadera Rebeca? [...]

- ¿Por qué no borras el tiempo?

- Vuestro defecto es creer en la prioridad del tiempo... Saber que la una está antes de las dos.

- ¿Y no es cierto?

- No, es al revés... todo lo más está delante y detrás viene lo menos... Por eso creéis tener muchas horas por delante... viviríais de otra manera si os atuvieseis a esa verdad...

Luis hizo una pausa ante aquel pensamiento absurdo que no podía ser más que un pensamiento de tetera. A nadie sino a una tetera se le podía haber ocurrido aquella teoría contra la prioridad del tiempo. No le podía caber duda de que estaba hablando con su tetera (p. 84).

57           Del mismo modo que en El hombre perdido escuchará, por ejemplo, la voz de una mesilla: “la mesilla de noche me dijo: -¡Metamórfico! Era una broma. El leño que flotaba a mi lado esperando que lo agarrase en el naufragio del sueño, revelaba su confianza con bromas de niño”, op. cit., p.160

Al pensamiento lógico, que acaba de demoler, Ramón opondrá el pensamiento lúdico, encarnado en este caso en la figura de Rebeca, pues “Contra el abuso filosófico que es la lógica enfática que cree en sí y abusa del mayor andamiaje de las palabras, sólo había que oponer Rebeca” (p. 13); es decir, el amor y el deseo como modos de conocimiento y de consciencia; el pensamiento lúdico que de ellos deriva no puede sino ser, como lo era el diálogo, un pensamiento en libertad: “Frente a las novelas en que el pensamiento está ahogado, las mías tendrán escapes hacia esa confusión que es la nebulosidad primitiva” 58;  nebulosidad que caracteriza también a El hombre perdido, peregrino como Luis y como él en busca de una razón y un sentido, de su propio destino59,  del secreto de su nacimiento y de su vida, que es en sí el secreto de la vida de todos: “Perdido porque no daba conmigo, porque encontrarse no es comer con un amigo en un figón [...] La gran farsa es creerse uno mismo uno mismo” (p. 118); héroe errabundo y desgarrado como Luis, y que como él despreciará de forma visceral la lógica: “Lo peor de la vida es la lógica” (p. 161);60 el hombre perdido:

Por bueno, el que no quiso creer en lo convencional, el que no cejó en su náusea por la lucha por la vida sórdida y agremiada [sic], el que en vez de lo regular y lo escalonado prefiere lo informe, la pura ráfaga de observaciones, alucinaciones y hojas secas que pasan por las páginas del libro, confesionario atrevido y displicente de la vida.61

58           “Prólogo a las Novelas de la nebulosa”, op. cit., p. 9.
59           Por lo que nos dirá: “Yo iba por los aleros de la vida, los aleros bajos cuando me malhirió un saliente con la palabra ‘afán’. Eso me daba prisa para encontrar mi destino, ansia de llegar a él antes que los descomponedores del mundo hubiesen logrado su propósito”, p. 147.
60                Afirmando además, entre otras cosa: “¡Cuidado que yo soy cuidadoso de todo lo que se extravía para saber si es ésa o esa otra cosa el ancla definitiva! –Todo menos el realismo lógico. ¿No ves que eso es estúpido?”, p. 57.

61           “Prólogo a las Novelas de la nebulosa”, op. cit., p. 14.

Por eso esta obra, El hombre perdido, está también abierta a todo tipo de experimentación, sorpresa y paradoja: “Me he hecho todas las preguntas y todas las respuestas y no dejaré de hacérmelas mientras viva [...] Antes de no ser quiero saber lo que es no ser y así saber qué es haber sido” (pp. 40-41); y se aleja de cualquier simbolismo: “Pues les advierto que no admito lo simbólico y que es lo que más me aburre” (p. 79); entregándose su autor al vértigo de la propia creatividad, porque para Ramón, como nos dirá su hombre perdido, “Lo único que puede ir un poco de prisa es la aventura intelectual, la aceptación de lo que se nos ocurra” (p. 33). Por ello su escritura brota tantas veces del puro gusto verbal y de los vuelos de la imaginación, que se despliega mediante greguerías,62 cavilaciones y diálogos disparatados, etc..., como muestra ya su primer capítulo, incongruencia pura con la que Ramón parece querer advertir al lector de lo que se le viene encima, nada más y nada menos que una novela que empieza con la siguiente osadía:

Papeles azules corrían detrás de papeles rosas. Las piedras de la calle se alborozaban con la idea de que nadie supiese su número exacto  y  de tener resquicios para lanzar fuera las ideas subterráneas, ideas de árbol y de volcán, ideas de vomitar fuera la moneda de cuño antiguo que tienen tragada desde hace mucho tiempo (p. 19).

62           Por ejemplo, el capítulo XV está constituido en buena parte por una sarta de greguerías, pp. 87-90.

Y si el personaje está abierto a los azares de la vida, que serán los azares de la novela, también el lector deberá dejarse llevar, rindiéndose, como el hombre perdido, a lo inesperado, pues “¿Qué me puede entretener a mí mismo? Lo inesperado. Esas palabras que hacen temblar a la vida” (p. 41).

En esta obra el humorismo y la incongruencia aparecen en sus vertientes más doloridas y trágicas, pero también más sinceras y saludables, ya que:

El alma del escritor, humorística a ratos y a ratos trágica, debe ser un alma en pena, extasiada en sus divagaciones, maestra en invenciones pintorescas pero sin dejar de contar ni un momento con el Dios intrincado de la muerte (p. 16).  

En ella se cumple, como en ¡Rebeca!, el gran sueño ramoniano de una literatura que entregándose al caos fuera capaz, pese a todo, de mantener un íntimo contacto con la vida: “El tiempo es hijo del caos –decían los antiguos- y por eso yo creo que devolviéndolo al caos por medio de este decir cosmotemblante se puede conseguir un contacto más aproximado a la vida y a la muerte”; evitando, pese a todas las nebulosidades, la caída en lo ilegible: “Lo que menos merece la vida es la reproducción fiel de lo que aparenta suceder en ella. En salvarse a la lógica sin perderse por ello en lo ilegible está la escapada a la dura y mezquina realidad” (pp. 8-9). Quizás por ello Ramón amara tanto esa novela, y aún sabiendo que implicaba un riesgo para su propio prestigio literario, (aunque la maravillosa literatura ramoniana no fue entendida por todos,63 no cabe duda de que era un escritor conocido y hasta famoso), supo pese a todo defenderla y darle forma:

Hace años que venía aludiendo en entrevistas y proyectos a esta obra que estaba larvada, medio escrita, agazapada esperando la decisión de numerar sus cuartillas pasase lo que pasase, perdiese o no la reputación ya bastante ganada con otras cosas claras y menos suicidas (p. 9).

63           De lo que se quejará amargamente Ramón, por ejemplo en La sagrada cripta de Pombo, op. cit., p. 563.

CONCLUSIONES

El humor y la incongruencia, como hemos intentado demostrar –con todas las limitaciones que la brevedad de este tipo de trabajo impone-, serán para Ramón modos de indagación en el arte y en lo real, instrumentos utilísimos para la creación de una nueva novela que coincide, en muchos de sus presupuestos y hallazgos, con los del arte vanguardista. Además, como hemos visto, la actitud lúdica de Ramón irá siempre más allá, pues no será nunca ni superficial ni frívola,64 sabiendo su humorismo y su incongruencia ser profundos y hasta trágicos, como él mismo reconoce cuando en el “Prólogo” a Ismos escribe:

A través de todo este libro se me verá en mi interminable posición de rebeldía con un fondo dramático y emocionado, apasionado de la construcción noviestructurada, lírico del soborno humano que sufre en la plena deshumanización, las vísceras palpitantes, sacando la mano por entre lo diversificante, desfoliando lo virgineo con verdadera pasión (p. 10).

Quizás lo más conmovedor y genial del humorismo ramoniano sea el hecho de que éste responde y obedece, en definitiva, a su modo noble y generoso de entender la vida, con esa extrema tolerancia y ese respeto que lo llevó a no alzarse nunca por encima de nadie ni de nada, y a amar y respetar hasta el más mísero objeto, situando cada cosa en su sitio con un gesto sincero de piedad: “El humorista debe cuidar [...] de que ni lo cómico ni lo amargo dominen su creación, y una bondad ingénita debe presidir la mezcla” 65, con ese relativismo que caracteriza tan profundamente la personalidad de un hombre y un autor que empieza por relativizarse él mismo66, lo que tanto influirá en sus teorías estéticas y en su literatura:

La comprensión elevada del humorismo que acepta que las cosas puedan ser de otra manera y no ser lo que es y ser lo que no es [...] acepta que en la relatividad del mundo es posible lo contrario aunque eso sea improbable por el razonamiento.67

Pero sobre todo, esta actitud lúdica y humorística será –además de una forma de defensa ante la fragilidad de la existencia: “La actitud más cierta ante la efimeridad de la vida es el humor” 68 –el único modo de ser justos con la vida, en el “verdadero sentido abierto de la justicia que se debe a la vida obligatoriamente, perentoriamente, no abnegadamente”,69 y de restituirle su frescura y su gracia original. Porque Ramón creía en la vida y:

Si todos creyesen en la vida como creía Luis habría más arraigo y se podrían quebrar las guerras. Sólo la vaguedad, el hacer las cosas en sombras hipócritas, el no valorizar los detalles, el no oír a los dioses zapateros, hace que los humanos destruyan sus barracas (p. 149).

64           Como señala también F. López Criado, El erotismo en la novela ramoniana, Madrid, Fundamentos, 1978, pp. 6-7, punto en el que se declara en completo desacuerdo con J. Camón Aznar. Apuntará en este sentido Ramón en la que fue su última obra: “A los humoristas de ahora les mata el que no dejan respiro a la sombra mortal de la vida, a las voces de auxilio que se deben mezclar a las carcajadas. El humorismo sin dramatismo y sin suspenso, no es humorismo con piedad, y humorismo sin compasión no es humorismo”, R. Gómez de la Serna, El hombre de alambre, op. cit., p. 16.
65                “Gravedad e importancia del humorismo”, op. cit., p. 358; véanse también pp. 362 y 365, así como La sagrada cripta de Pombo, op. cit., p. 625.
66           Pues Ramón no tenía “el defecto español de quererlo ser todo, y me quedo en franco humorista con deslices dramáticos hacia las realidades inconfesadas de la vida en demostraciones mayores de las que son usuales”, en “Pombo, 1930”, La Gaceta Literaria, nº 97, 1 de enero de 1931, en la edición facsímil Tomo III, pp. 10.11.
67                “Gravedad e importancia del humorismo”,
op. cit, p. 351.
68           Ibidem, p. 350.
69                “Suprarrealismo”, op. cit., p. 72.