"El tiempo feo de escribir": una aproximación a los primeros libros de Ramón Gómez de la Serna |
Marco Antonio Iglesias, yglesias@telecable.es |
(Aparecido en HIBRIS nº4, julio-agosto 2001) |
Ahí están en mi librería, defendidos, prohibido el tocarlos, como material cadavérico, como si hubiesen sido el ensayo de criaturas mejores, la depuración tremebunda para llegar a otras concepciones, a otras palabras, a otros personajes, a otros vagidos.
(Automoribundia)
La gestación, el ambiente, todo lo
que rodea los primeros libros de Ramón Gómez de la Serna está cargado de un
espeso misterio, tan costoso de traspasar como atractivo. La mitología bibliográfica
sobre estos primeros libros comienza en fecha tempranísima. Ya en el poliédrico
y -por cuanto supone de cambio en la forma literaria de su autor- divisorio Libro
Nuevo (Madrid, Imprenta Mesón de Paños, 1920) se incluye una semblanza de
Ramón a cargo de su amigo Valéry Larbaud que, además de ser la primera
bibliografía comentada sobre nuestro autor, testifica que ya a la altura de
1919 sus primeros libros -es decir, los publicados con anterioridad a la novela
corta El ruso (Madrid, "El libro popular", nº 10, 11 de marzo
de 1913)- eran inaccesibles:
I.
Oeuvres de début ou de premières manières: depuis Entrando en fuego (1904)
jusqu'à Tapices en passant par Tristan (1913). Tous ces ouvrages sont hors commerce ou épuisés. 1
1 Ramón Gómez de la Serna, Libro Nuevo. En Obras Completas, tomo V, Barcelona, Galaxia-Gutenberg y Círculo de Lectores, 1999, p. 173. |
Pero el Libro Nuevo marca también el primer ejercicio de catarsis ramoniana
a la hora de relegar al olvido su primera producción. Tras varios libros de
transición como El rastro, Senos,
El Circo, Greguerías o Muestrario,
en 1920 Ramón ya es consciente del nuevo rumbo que ha tomado su literatura y
denuncia en alta voz las sombras del pasado:
De
los dos primeros libros no hablo, porque están hechos en el sonambulismo del
paso de impúber a púber (...) El delirio en soledad se puede llamar esa obra
del principio, un delirio inmenso, fulminante y bien orientado, por lo menos. Así
denuncio y no repudio diez o doce libros que se me antojan llenos de gestos que
en aquel momento, falto de ambiente por nada, fueron los que había que hacer
(...) Un día corregiré mis primeras obras, es decir, continuaré sus elipses,
sus líneas en la dirección que presumían, y no quedarán mal. Hoy las
disculpo, porque no son, desde luego, de esos repugnantes libros de la pureza,
encuadernados con virgos de solteronas malas; virgos amarillos, duros,
apergaminados. 2
2 Ibíd., p. 53. |
Si exceptuamos la recopilación de
unos pocos textos dramáticos de juventud en 1921 y mucho más tarde -en 1956-
para sus obras completas, Ramón ni corrigió ni se acordó nunca más de su
primera producción, si acaso tan solo para reafirmarse en parecidos términos
casi treinta años después en su Automoribundia:
Los
primeros [libros] que escribí son piedras desde la barricada (...) Todo volvió
por un momento a purificarse, a ser materia
bruta, palabra oscura y ruda, cosa que había conseguido
su rebeldía primera.
Así Morbideces y el Libro Mudo son desplantes que sólo conociendo la época en
que aparecieron se justifican. Esos primeros libros son como esos pájaros que
con la primera pelusa parecen escuerzos o pollos de araña y sólo después,
transfigurados en sus distintas fases, serán lo que puedan ser, pero ya
metamorfoseados. En la osadía y pretensión de aquel tiempo -el tiempo feo de
escribir-, cuando anunciaba los libros en preparación aparecía en la
contratapa de mis obras esta osada fórmula:
En preparación: ¥
¡Nada menos que el 8 tumbado, que es la fórmula del infinito! 3
3 Ramón Gómez de la Serna, Automoribundia. En Obras Completas, tomo XX, Barcelona, Galaxia-Gutenberg y Círculo de Lectores, 1998, p. 815. |
Libros, pues, demasiado intensos y
en los que Ramón ha puesto demasiado de sí como para no sentir esa "vergüenza
ajena" que dan las obras más entrañadas en el espíritu de su creador.
Esa me parece la razón más creíble para la postergación de esta primera obra
por su autor, razón -y esto me parece muy importante resaltarlo- válida y
justificable tan solo para Ramón, pero no en cambio para una crítica que,
salvo honrosas excepciones que veremos más adelante, ha permanecido ciega ante
una literatura asombrosa, de extraña y genial complejidad y sin parangón
alguno no sólo en la literatura española de su época, sino dentro de los
movimientos de vanguardia europeos en sorprendente anticipación cuando menos.
Con su habitual inteligencia, el mismo Rafael Cansinos Assens no dejó de ver lo
que suponían estos primeros libros de Ramón y ya en 1917 lo dejaba bien claro:
Señalo con el índice extendido a Ramón Gómez de la Serna, el fundador de Prometeo, el autor de esos raros libros, El libro mudo, El rastro, el teatro en soledad, etc. Después de 1900, no hay otra verdadera novedad literaria, sino la aparición de este joven. Con Ramón Gómez de la Serna vuelve a encenderse una nueva antorcha de entusiasmo puro y a manifestarse una nueva voluntad de arte. 4
4 Rafael Cansinos Assens, La Nueva Literatura. Las Escuelas. En Obra crítica, tomo I, Diputación de Sevilla, 1998, p. 405. |
Más que un completo análisis
literario de estos primeros libros de Ramón, fuera del alcance de este trabajo,
procede ahora tratar de este grupo de obras desde un punto de vista bibliográfico.
Trabajo apasionante por la rareza de estas ediciones, como antes comentaba, en
consonancia con la rareza de su contenido.
"Entrando en fuego. Trabajos
literarios" (Segovia, Imprenta del Diario de Avisos, 1905), su primer
libro, es más bien un folleto de 50 páginas plagado del lógico
sentimentalismo de un recién iniciado. La edición, a costa de su jovencísimo
autor (mejor dicho: de sus padres) debió de ser muy limitada, hasta el punto de
que el mismo Ramón reconoció alguna vez no poseer un solo ejemplar y hoy no
existen en biblioteca pública alguna. Tan limitada que, como nos cuenta en Automoribundia, toda la edición cabía en un cajón "oloroso a
pino y a papel impreso" en el que los libros llegaron a su casa de la calle
de la Puebla desde la imprenta segoviana. Casi toda la edición se agotó rápidamente
regalada a compañeros de la Universidad y en gran parte entregada a un escéptico
librero de la calle de Alcalá:
-Déjemelos
todos... Yo pondré uno en el escaparate, pero no se extrañe si no se vende
ninguno... Blasco Ibáñez se llevaba íntegros y atados con la misma cuerda con
los que los traía, los ejemplares de sus primeras obras. 5
5 Automoribundia, p. 244-255. |
"Morbideces", primera
"vivisección espiritual" ramoniana -así se anuncia en
"Prometeo"-, ya con 160 páginas, sale de las prensas de la Imprenta
El Trabajo en el mes de abril de 1908. En esta oscura imprenta, situada en número
71 de la calle Jacometrezo y que inmediatamente iba a encargarse de la edición
de los primeros números de la revista hasta abril de 1909, fueron también
editados los primeros libros de otros autores que compartían amistad con Ramón
y colaboraban con él en aquella publicación periódica: Los
Crepúsculos (1905) y Rincón de
humildes (1908), del hoy olvidado Ceferino Rodríguez Avecilla, por aquella
época un dandy imbuido en la estética mallarmeana y decadentista; La
comedieta de las venganzas (1909), del valenciano Federico García Sanchiz,
entonces dedicado a una literatura bucólica y colorista, y El
teatro asturiano (1909), conferencia del peculiar modernista José Francés
en la que defendía una literatura en la línea rústica e intimista de un
parnasianismo de pomaradas y aldeanos a lo Albert Samain o Francis Jammes,
muy practicada por este grupo. Aún está por abordar críticamente la
obra de este conjunto de autores unidos en el espacio de "Prometeo",
que más adelante -al igual que Ramón- siguieron caminos literarios muy
diferentes pero que entre comienzos de siglo y la Primera Guerra Mundial
presentan una extraña homogeneidad que los separa de los modernistas al uso
(Manuel Machado, Villaespesa, etc.) para
realizar una obra
ensimismada impregnada de un raro simbolismo y muy minoritaria.
Anécdota curiosa de este libro es
la que cuenta Ramón en Automoribundia:
Este
segundo libro ya tiene más facha de libro y está lleno de citas e
interrogaciones. Su originalidad está en las interrogaciones, y hubo que buscar
en otras imprentas el dubitante signo porque agoté las existencias de la
imprenta titular a las primeras de cambio. 6
6 Ibíd., p. 260 |
Como los de los otros autores a los
que me acabo de referir, Morbideces
fue un libro de muy parca difusión (son también muy escasos los ejemplares
localizados hoy en día) aunque mereció una crítica elogiosa en "El
Imparcial" 7 y
un banquete-homenaje a Ramón en La Huerta, junto al Manzanares, que serviría
sobre todo para sacarlo de su aislamiento adolescente, para ponerlo en contacto
con el grupo nuclear de lo que de inmediato -el primer número es de noviembre
de ese año- iba a ser el grupo de "Prometeo"; y, lo que aquí nos
interesa más, para conocer al genial y malogrado escultor tarraconense Julio
Antonio Rodríguez (1889-1919), quien, metido de lleno desde su llegada a la
capital en 1907 en aquella terrible bohemia madrileña de principios de siglo, a
partir de este momento va a ilustrar algunos dramas del extraño teatro que por
esas fechas Ramón se dedica a escribir para la revista y que posteriormente
publicará en forma de separata..
7 Me refiero al artículo de Eduardo Gómez de Baquero, "Andrenio", en el número de "El Imparcial" correspondiente al 8 de junio de 1908. |
De las nueve obras que Ramón publicó como tirada aparte de "Prometeo", cinco llevan su cubierta ilustrada por Julio Antonio: La utopía (1909), Beatriz, Evocación mística para nueva luz del mundo (1909), Cuento de Calleja (1909), El drama del palacio deshabitado (1910) y Ex-votos (1912).
Hoy son auténticas joyas bibliográficas,
no sólo por su rareza sino por la genialidad de las ilustraciones de sus
cubiertas. Excepto los de La utopía y
Ex-votos, los trabajos de Julio
Antonio ya se habían mostrado en la revista como avance acompañando a la
primera aparición de los respectivos textos (números, 10, 11 y 12), e
igualmente el que realizó Salvador Bartolozzi -primera colaboración de este
artista para un libro de Ramón en una larga serie hasta El circo de 1917- para El
laberinto (nº 15). Hoy en día estas ilustraciones anticipadas tan sólo
pueden consultarse y ser admiradas en la biblioteca del Ateneo madrileño, al
que Ramón donó personalmente estos números: la colección de esta revista que
conserva la Biblioteca Nacional está incompleta y falta la primera época.
Estas reproducciones de Julio Antonio insertas en "Prometeo" se
plasmaron sobre un papel mediocre, mientras que como cubiertas de la edición en
separata van en papel cuché.
Ramón cuenta en Automoribundia
que él mismo pagaba de su bolsillo las cubiertas de las separatas, mientras que
el resto de la edición iba a cuenta de los ingresos por la venta de
"Prometeo":
En
seguida comencé a escribir cosas en capítulos que tiraba en pliegos por
separado para formar libros de los que sólo me costaría pagar aparte la
portada y la encuadernación. 8
8
Automoribundia, p. 269 |
Al precio de 1 peseta cada una, tal
y como consta en la contracubierta de todas ellas, es de suponer que
estas separatas
con cubierta de Julio Antonio
El
caso es que había una imprenta pagada que esparciría al viento la nueva
literatura, todo lo que estaba impublicado en mis cajones. 9
9 Ibíd., p. 269. |
Unas veces el pie de imprenta
-cuando consta- remite literalmente a esta imprenta, y otras -sobre todo en el
caso de las iniciales separatas- reproduce el nombre de su propietario:
"Imprenta de J. Fernández Arias"). Además de unos pocos libros o
folletos técnicos y algún que otro ensayo taurino, de las prensas de esta
imprenta salió también como separata El
príncipe sin novia (apunte lírico), de Emiliano Ramírez Ángel, escritor
hoy sólo recordado como costumbrista más o menos insulso pero que fue junto
con Ramón el colaborador más asiduo de "Prometeo" y el autor de una
literatura de simbólica ingenuidad, muy a tono con el espíritu de la revista y
que por aquellos años suponía un verdadero ejercicio innovador.
Falta un trabajo en profundidad
sobre la influencia del
Prerrafaelismo en
la literatura
española
También como avance de libros próximos
a publicarse incluyó Ramón en "Prometeo" otras ilustraciones
medievalizantes de Julio Antonio para escritores del grupo, como las realizadas
para el libro de cuentos El huerto del
pecado de Antonio de Hoyos y Vinent, anunciadas a bombo y platillo en la
revista como auténticas obras maestras. Libro, como no podía ser menos, muy
raro en su primera edición (Madrid, Imprenta de Primitivo Fernández, 1910),
muestra una combinación ideal entre el decadentismo morboso de un Hoyos y
Vinent especialmente inspirado y la profundidad enigmática de los dibujos de
Julio Antonio.
Por las cartas intercambiadas entre
los dos 10 sabemos que el aristócrata estaba especialmente
entusiasmado con el trabajo del artista. También para Eugenio Noel, otro más
del grupo de "Prometeo", ilustró el tarraconense un libro: en
concreto el primero de su obra, la novela corta Alma de santa (Madrid, "El Cuento Semanal, nº 131 de 2 de
julio de 1909), de contenido marcadamente simbolista:
10 Recogidas como apéndice en el libro El escultor Julio Antonio. Ensayos de aproximación, Diputació de Tarragona, 1990, p. 134-159. |
Julio
Antonio ilustra este cuento. Nos basta consignar esto, después de haber
consignado en otras ocasiones lo esotro. 11
11
"Tristán" [Ramón Gómez de la Serna], "Movimiento
intelectual. Alma de santa", en "Prometeo", nº 8, 1909. |
Pero la ilustración más elaborada
de Julio Antonio para las separatas de Ramón es sin duda alguna la que hizo
para El drama del palacio deshabitado,
aparecido en 1910 (fecha impresa en la contracubierta) aunque en el colofón
conste 1909 y el dibujo esté fechado en este mismo año. Esta datación que
realizo diverge de la de todas las bibliografías realizadas hasta el momento,
incluida la más informada de Pura Fernández en el tomo II de las Obras
Completas de Ramón. Considero que corrobora mi afirmación el hecho de que
la primera versión de El drama del
palacio deshabitado fue reproducida en el nº 12 de "Prometeo", último
de 1909 y que saldría a la calle en noviembre o diciembre de ese año. Tuvieron
que pasar al menos unos meses antes de que apareciera la primera versión
aislada, por cierto con algunas variantes respecto a la anterior no recogidas en
esta edición de Galaxia-Gutenberg y Círculo de Lectores.
El conjunto pictórico, en blanco y
negro, que aparece en la cubierta desplegable de esta obra es ciertamente
impresionante. Las figuras de los dos jóvenes amantes del drama fundidos en un
intenso abrazo es el símbolo de la victoria vital sobre la muerte que
representan las otras figuras macabras y fantasmales que los acompañan en el
marco de una sala del tétrico palacio en el que se desarrolla la acción de la
obra. En la misma cubierta figura la siguiente cita de Mallarmé: "El
mundo ha sido creado para tener por resultado un libro capital y único".
El contenido simbólico y espectral de esta -ya es hora de decirlo- obra maestra
de Ramón encuentra en la ilustración de Julio Antonio su mejor y más intensa
expresión. Teatro maeterlinckiano, simbolista o simplemente "para
enterrar" o "muerto", como el mismo Ramón lo llamaba, lo cierto
es que esta obra capital se anticipa sorprendentemente a cualquier otra
manifestación vanguardista comparable no sólo en España, sino en el contexto
europeo. Su lenguaje subvertido, transfigurado, críptico muchas veces
("palabra oscura y ruda") estira revolucionariamente su parte más
oculta -mucho antes que cualquier cubismo u otro "ismo"- hasta la
creación de imágenes de aterradora intensidad que sustentan un ambiente
espectral más concentrado aún en las acotaciones narrativas del drama. Escrita
inmediatamente antes de su segundo viaje a París (durante el primero y brevísimo
a sus 17 años, como él mismo reconoce, sería impermeable a cualquier
influencia literaria externa), no puede haber así sospecha alguna de
contaminación francesa. El nacimiento de El
drama del palacio deshabitado, perfectamente datado por Gaspar Gómez de la
Serna en su fundamental biografía, tendría lugar en octubre de 1909. Así se
demuestra en Automoribundia, donde Ramón
fija la primera lectura familiar de esta obra justamente tras concluir su
carrera de Derecho en Oviedo y antes de partir por segunda vez para París como
premio de su padre por dicha conclusión. Ni a Max Jacob, ni a Picasso ni al
padre Apollinaire, por esas fechas incubando aún sus radicales novedades, pudo
haber conocido Ramón en ese "tiempo feo de escribir". La importancia
que él mismo dio a esta obra durante toda su vida
la demuestra el hecho de haber dado título a su recopilación de algunas
de estas primeras piezas irrepresentables publicada por la Editorial América en
1921. Orgullo que percibimos "entre líneas" cuando habla de esta obra
en su Automoribundia después de haber
comprendido y hasta justificado en él psicoanalíticamente, como buenos
lectores de Ramón, esa especie de vergüenza ajena de la que hablábamos y que
le acompañó siempre al acordarse de sus primeras obras:
Antes
de irme [a París], en el despacho de mi padre hubo una velada de
despedida en reunión familiar, pues yo creí haber hecho algo excepcional -en
seguida me di cuenta de que no- al escribir El drama del palacio deshabitado, y
lo leí en voz alta con apagadas o vibrantes entonaciones.
Mi
padre me hizo esa caricia en la nuca que es el sello de impulsarnos a la meta,
lanzándonos con cariño hacia el porvenir. ¡Pescozón cariñoso y confirmador!
Él
no vio -o si lo vio sonrió piadosamente-, ni yo tampoco lo vi hasta después,
que en aquel drama estaba el ardor de las pasiones locas que se sienten
sentenciadas a muerte, a ser enterradas en vida, al ver cómo el mundo lentifica
todo lo apasionado y sediento,lo sitia por hambre,lo logra meter en el palacio
deshabitado.12
12 Automoribundia, p. 278. |
A partir de su segundo viaje a París
comienza ya la serie de los "No se vende" y empieza también, como decíamos,
la fructífera amistad y colaboración de Salvador Bartolozzi. De este pintor
admira Ramón su capacidad "para dar ingenuamente en todo su horror y en
todo su desdibujo y en toda su suciedad -o en toda su belleza- cosas que
cualquier otro hubiera dado con una belleza y una tecnicología estúpidas".
13
13 "Tristán" [Ramón Gómez de la Serna], "Salvador Bartolozzi", en "Prometeo", nº 21, 1910. |
Este es, desde luego, el atractivo
de las ilustraciones de cubiertas como la de Tapices (1912), en donde esa misma ingenuidad estiliza tres desnudos
femeninos de corte naturalista.
Pero antes de llegar a Tapices,
última tirada aparte de "Prometeo" y recopilación de textos breves
en prosa ya publicados antes en la revista, Bartolozzi ilustrará
también, además
de El
laberinto,
las cubiertas de otras dos separatas
teatrales de Ramón: La bailarina (1911)
y El lunático (1912). De la ilustración
de la separata del drama El teatro en
soledad se encargará por su parte Rafael Smith, el autor del exlibris de
los números de "Prometeo" y del Libro mudo: un león alado con la leyenda "ADMETAMET VLTRA".
He dejado para el final el Libro
mudo (1911), imagen única del yo ramoniano de esta primera época, autoanálisis
de extraordinaria densidad y volumen. Adentrarse por estas páginas de grueso
papel, margen generoso y apretada letra supone un duro ejercicio intelectual del
que casi nunca sale uno indiferente.
Con el subtítulo de
"Secretos" y en su cubierta el mismo sencillo y simbólico dibujo de
las rejas de su artículo Mis siete
palabras (nº 13 de "Prometeo, 1910), este libro de gran formato
similar al de Tapices ya había sido
publicado por partes sucesivamente en "Prometeo" desde el número 16
al 23, entregas que Ramón enviaba a la revista desde París. Libro sumamente
difícil de encontrar en su primera edición, tan sólo conozco actualmente tres
ejemplares, los tres procedentes de bibliotecas de personajes muy relacionados
con nuestro autor: el de la Biblioteca Nacional de Madrid, con la firma de
Catalina de Burgos Seguí (hermana de "Colombine", la amiga-amante de
Ramón y, junto a la revista "Prometeo", el otro núcleo aglutinador
de su grupo de colaboradores a través de las tertulias organizadas en su casa),
el de la colección de Joaquín de Entrambasaguas, hoy en día en la biblioteca
de la Universidad de Castilla-La Mancha, ejemplar con dedicatoria manuscrita de
Ramón al pombiano de la "vieja guardia" y colaborador en
"Prometeo" Manuel Abril, y el ejemplar conservado en la biblioteca de
la Universidad de Oviedo, con dedicatoria de Ramón a Carlos Calamita, también
colaborador de la revista y autor de otro extraño libro: Los
inútiles (Madrid, Fernando Fe, 1910). Como dato curioso, las dedicatorias
manuscritas de Ramón en los libros de esta primera época y aproximadamente
hasta 1917 son siempre en tinta negra; posteriormente usaría siempre la tinta
roja de alguna de sus siete estilográficas.
Para concluir me gustaría fijarme
brevemente en la recepción que estos raros libros de la prehistoria de Ramón
han tenido en la crítica más o menos reciente, dejando antes por sentado el
escasísimo o prácticamente nulo no ya calado, sino simple conocimiento de su
existencia por parte de sus contemporáneos. Últimamente está produciéndose
un lento pero creciente interés hacia esta época temprana de Ramón que se
ha venido manifestado hasta ahora en artículos especializados de
escritores y estudiosos como Ignacio Soldevila Durante,14 Juan Manuel
Bonet,15 Agustín Muñoz-Alonso López y Jesús Rubio Jiménez 16
o Andrés Trapiello:
Si
hiciéramos caso de Bergamín, los mejores libros de Ramón fueron esos diez o
quince primeros, los Exvotos, Tapices o el Libro mudo que pocos han podido tener
en las manos y menos leer. Entre otras razones porque la mayoría son libros
raros e inasequibles. Algunos inencontrables.
17
14
"Para la recuperación de una prehistoria embarazosa. (Una etapa
marxista de Gómez de la Serna)", incluido en Studies
on Ramón Gómez de la Serna, Ottawa Spanic Studies 2, Canadá, 1988, p.
21-43; y "Ramón: las primeras narraciones (1905-1913)", en
Ramón Gómez de la Serma. Études réunies par Évelyne Martin-Hernandez,
Clermont-Ferrand, Université Blaise-Pascal, 1999, p.145-156. 15
Ramón en cuatro entregas,
Ayuntamiento de Madrid, 1980. 16
Prólogo a su edición de Teatro
muerto, Madrid, Cátedra, 1995. 17 "Ramón y sus defectos", incluido en Clásicos de traje gris, Madrid, Valdemar ("El Club Diógenes"), 1997, p. 108-109. |
Por fortuna, este problema ha sido
resuelto en 1996 gracias a la edición de los dos primeros tomos de las Obras
Completas de Ramón por Galaxia-Gutenberg y el Círculo de Lectores, con un
excelente trabajo bibliográfico de Pura Fernández. Esta exhaustiva recopilación
nos permite acceder a una obra que, como bien reconoce Ioana Zlotescu en el preámbulo
al tomo I, era hasta ese momento de difícil o imposible consulta:
La
mayoría de los textos que se ofrecen al lector (...) nunca tuvieron una segunda
oportunidad. Quedaron ignorados por el gran público, como lujo de
coleccionistas y disfrute exclusivo de exigentes amantes de la obra ramoniana.
La dificultad de encontrarlos, acompañada por una cierta inercia en torno a la
obra en torno a la obra y a la personalidad de Gómez de la Serna, ayudaron al
destino -no siempre favorable al escritor- a cumplir con el deseo expresado
varias veces por él: silenciar sus primeras obras.
18
18
"Preámbulo al espacio ramoniano de 'Prometeo'", en el tomo I,
p. 79 de las Obras Completas de Ramón
Gómez de la Serna (Barcelona, Galaxia-Gutenberg y Círculo de Lectores, 1996). |
Es de destacar la atención que el
excelente crítico artístico y literario José Camón Aznar prestó
tempranamente, en 1972, a estas obras en su completísima y personal monografía
dedicada a nuestro autor, Ramón Gómez de
la Serna en sus obras.
Marca por vez primera este crítico
el año de 1914 como límite temporal a posteriori para este período ramoniano
y, junto un análisis pormenorizado, certero y enormemente sugestivo de toda
esta literatura, llega a una conclusión:
Nos
atrevemos a decir que esta etapa, por su revelación, por su bocanada súbita,
es, aun inmadura, la más genial, aunque luego Ramón haya renegado de ella.
19
19 José Camón Aznar, Ramón Gómez de la Serna en sus obras, Madrid, Espasa-Calpe, 1972, p. 89-90. |
En el campo ya de la pasión bibliófila,
esta afirmación se concreta en el magistral reconocimiento que el crítico
aragonés dedica a estos libros de Ramón y con el que me gustaría concluir
este artículo:
Nadie
le alentó en su momento. En ediciones preciosas, de gran portada, papel grueso
y pontifical, imágenes generosas... Pero en el lomo, como su enseña y
justificación, un heroico "No se vende". Y así han quedado de
fracasadas estas ediciones. Libros rarísimos, de muy difícil consulta y de
escasa reproducción, pues el mismo Ramón los desautorizó. A través de ellos,
nos asomamos a algo más que al nacimiento de un alma: al nacimiento de una
nueva literatura con formas inéditas de expresión. Y tan fecundas que todavía
no han penetrado con plenitud de eficacia estética en las letras de hoy.
20
20 Ibid., p.92. |