LA
LITERATURA FRANCESA EN PROMETEO |
Luis
López Molina |
0
Los
estudios críticos sobre Ramón Gómez de la Serna han destacado la importancia
que, para su carrera de escritor, tuvo la actividad juvenil en el marco de Prometeo
1, revista fundada por su padre y que, aunque nació en el ambiente
modernista, se revela como la más importante ente las precursoras del
vanguardismo 2. Para entrar en materia recor-daremos los datos
esenciales sobre ella. Sus 38 números aparecen entre noviembre de 1908 y la
primavera de 1912. Se subtitula “Revista social y literaria”, lo que señala
su doble orientación inicial. En los números 1-10 se indica que el director es
Javier Gómez de la Serna. En el 11, una nota de la redacción informa de que,
al haber sido éste nombrado para la Dirección General de los Registros y del
Notariado, lo sustituye “accidentalmente”
1
Ver Gaspar Gómez de la Serna, Ramón (obra y vida).
Madrid, Taurus, 1963, pp. 44-50 y ss.; Luis S. Granjel, Retrato de
Ramón. Madrid, Guadarrama, 1963, pp. 141-167; del mismo, “Prometeo
(1908-1912)” y “Ramón en Prometeo”. Ínsula, año XVIII, nº
195, pp. 6 y 10, y nº 196, pp. 3 y 10: Andrés Soria Olmedo, Vanguardismo
y crítica literaria en España. Madrid, Istmo, 1988, pp. 29-38. 2 Así lo señala César Antonio Molina, Medio siglo de prensa literaria española (1900-1950). Madrid, Endymión, 1990, p.44. |
su hijo Ramón 3. En lo sucesivo, el padre sigue siendo mencionado en cada número en cuanto fundador. El hecho es que lo accidental va a hacerse estable y que, hasta la muerte de Prometeo, es Ramón quien la dirige, la orienta e incluso la escribe en buena parte marcándole el rumbo literario –y más precisamente antipasadista e innovador– con que se la conoce.
3 La correspondencia rigurosa entre número de revista y mes desaparece a partir del 11. De septiembre a diciembre de 1909 salen dos números: el 11 y el 12. En 1910, doce, que van del 13 al 24, sin indicar de qué mes es cada uno. En 1911 hay once números: 25-35. En 1912, los tres últimos: 36-38. Otro dato: el nº 1 lleva índice pero ya no el dos, ni tampoco el resto de la serie. |
1
A
despecho del decisivo cambio de rumbo dado a Prometeo, la parte
correspondiente a traducciones se mantiene sin cambio notable desde el
nacimiento a la muerte de la revista. En el nº 11, el que anuncia el paso de la
antorcha prometeica de padre a hijo, una nota –desmañada, dicho sea de
paso–, recalca que, bajo la dirección del fundador, “se han traducido las
cosas más personales y menos editoriales (= comerciales, rentables) pero más
artísticas de hombres por primera vez traducidos en España”. En el nº 18,
una “Loa” atribuible a Ramón insiste en el elogio y justificación de las
traducciones y revela el sentido supranacional y cosmopolita de éstas: “La
traducción de los escogidos es lo único que hace inefable la vida (...) Los
sentimos no como traducidos, sino como seres cercanos, que han podido hacer su
obra en cualquier parte”. Lo que ellos representan –añade–, se siente
como propio “porque nada menos extranjero y menos nacional, pero más humano,
más creador, más espabilado que estas cosas”.
Repasando
la colección completa de Prometeo 4, hemos registrado
61 traducciones a partir de una u otra
entre las principales lenguas europeas. Como
queda dicho,
su presencia es casi constante 5 pero restringida, ya que no alcanza
el promedio de dos por número. Parece lícito concluir que, si bien la voluntad
de importar lo extranjero no decae, se otorga preferencia a los amigos y Ramón,
en particular, a sus propios y numerosos textos. De las traducciones, agrupándolas
por lenguas originales, encontramos: 33 del francés (las que van a ocuparnos en
este artículo), 17 del inglés4, 8 del italiano 6, 1 del
ruso 7, 1 del alemán 8 y 1 del portugués (brasileño)
10. En ningún caso se informa sobre los escritores, ni se indica la
procedencia de lo traducido. Digamos que Prometeo se sitúa, a este
respecto, en el polo opuesto al rigor académico y aun del rigor sin más.
4
He consultado la reproducción fotocopiada de Prometeo disponible
en la Biblioteca Nacional: signatura D/10848. La colección originaria
de la revista no es accesible al público por su mal estado de
conservación. Es lástima que las fotocopias se hayan hecho y
encuadernado chapuceramente, cortando a veces los números de las páginas
y alterando su orden o inviertiéndolas
5
Sólo en los números 3, 12, y 31 no las hay. 6
Ocho textos de Oscar Wilde (entre ellos, en tres entregas, Una
mujer sin importancia), tres de Thomas de Quincey, dos de Algernoon
(Charles Swinburne), dos de Walt Whitman, uno de Bernard Shaw y uno de
Arthur Symons. 7
Cuatro de gabriele D’Annunzio, dos de Filippo Tommaso Marinetti,
uno de Giovanni Papini y uno de Oreste Lucchini. 8
De Máximo Gorki. 9
De Max Stirner. 10 De Olawo Bilac (Olawo Bras de Guimaraes). |
2
Como hemos visto,
las traducciones del francés
–se elevan a treinta y tres
11–
sobrepasan en número a todas las otras juntas, que son veintiséis. Su
protagonismo ha sido señalado, hace poco, por César Antonio Molina: “La
presencia de autores franceses es muy importante, dado que durante dos años, de
los cuatro que duró la revista, Ramón los
pasó en
el vecino país” 12. Sin negar esto,
nos parece
preferible una interpretación más amplia. En los dos primeros decenios del
siglo la literatura y el arte francés gozaban aún de un prestigio sólido y
París era centro indiscutible de atracción. La apertura a Francia, visible en Prometeo,
afecta por igual a otras revistas literarias españolas próximas a ella en el
tiempo. Todo esto, por lo que hace al panorama de la cultura, en su sentido más
amplio, del momento. En el plano personal, el afrancesamiento del Ramón joven
tampoco plantea dudas. En 1903, recién acabado el bachillerato, su padre le había
costeado un primero y breve viaje a la “Ville Lumiére”, que, como
corresponde, lo había deslumbrado. Dentro ya de la zona de fechas de prometeo,
los casi dos años que –con interrupciones no bien conocidas– pasó allí,
gracias al puesto de secretario de la Junta de Pensiones conseguido por
influencia de su padre, constituyeron un estímulo decisivo en su esfuerzo por
trasvasar a España lo más innovador de las literaturas europeas, filtrado por
parís, y para arrinconar el aborrecido realismo decimonónico, todavía
coleante entre nosotros pero hecho insoportable para la nueva sensibilidad de la
que él se erigía por el momento en defensor declarado y de la que acabaría
siendo arquetipo y aun cronista.
11
A efectos de cómputo, consideramos como uno solo tres breves
textos del nº XXIX, cuyos autores y títulos se mencionan, sin
comentario, en el lugar correspondiente. 12 Op. cit., pp. 46-47. |
3
Reseñamos
a continuación los textos traducidos del francés en Prometeo. Ordenamos
primero a los autores por orden alfabético, indicando fechas de nacimiento y
muerte; sigue(n) el título de su(s) texto(s) traducido(s) en Prometeo, más
las referencias correspondientes: número de la revista y páginas; si hay más
de uno, se ordenan por orden cronológico de aparición; siempre que conste, se
menciona entre corchetes el nombre del traductor. Tras este encabezamiento,
damos una breve idea del contenido. Por último, caracterizamos mínimamente al
escritor en cuestión y, las más veces, intentamos situarlo respecto del perfil
intelectual y estético de Ramón o, dicho de otro modo, respecto de la
influencia al parecer ejercida sobre él.
*
Bertrand,
Aloysius (1807-1941): “El segundo hombre”, XXIII, pp. 852-853 [Ricardo
Baeza].
Poema
en prosa: el hombre, piedra angular de la creación.
Reivindicado
por Baudelaire, Rimbaud y los surrealistas, sus poemas se inscriben en la
tendencia romántica a la intercomunicación de las artes.
*
Bois,
Jules (1871-1943): “La cortesana Elena”, XXXVIII, pp. 202-208
[Julio Gómez de la Serna].
Relato
poético. Escenario: una ciudad portuaria. Elena, juglaresa, canta y baila en
una taberna. Sin que se abra la puerta, entra un hombre, Simón el Mago, que
pone sobre la mesa una bolsa de monedas de oro con las que la compra. Luego, la
lleva de una ciudad a otra, como rufián a la mujer que explota; ella anuncia
“el fin del mundo antiguo y el triunfo del Espíritu Santo” y él levita.
Una noche, más ebria que de ordinario, Elena cae en un sueño que deja abiertos
sus ojos; primero habla confusamente y después con claridad; es la revelación
esperada: fue Eva en el paraíso, Elena de Troya, prostituta y ladrona, y ahora,
expiadas sus culpas de vidas anteriores, se proclama Dios y a Simón mesías del
Paráclito. Simón le dice que, aunque indigno de desatar la correa de su
zapato, será junto a ella el apóstol que predique su ley y ensalce sus éxtasis.
Se proponen viajar a Roma, para combatir a los cristianos y convertir a Nerón.
Simón le sopla a Elena en las sienes y en los ojos para despertarla.
Crítico literario, novelista y dramaturgo. Las preocupaciones filosóficas de su teatro lo aproximan a las de Ramón en los años de Prometeo.
*
Colette
Willy (1873-1954): 1) “Sentimentalismos. Diálogo”,
XVIII, pp. 355-365 [Ricardo Baeza] ; 2) “Intervalo”, XXX, pp. 497-499 [Julio
Gómez de la Serna] ; 3) “Otoño”, XXXV, pp. 993-996 [Julio Gómez de la
Serna].
1)
Diálogo entre un gato y un perro. Ambos animales intercambian opiniones sobre
su modo de ser y vivir, y sobre cómo tratar a sus amos (oposición básica
entre abnegación canina y egoísmo gatuno). 2) Carta de una mujer a su amante
ausente desengañándolo en sentido opuesto al normal: le habrán dicho que ella
vive sola y fiel esperando su regreso, cuando lo cierto es que ni está sola ni
le guarda fidelidad; su actitud tiene tanto de desafío como de rechazo y
homenaje. 3) Captación de sensaciones fugaces vinculadas al paso del tiempo:
dos mariposas moribundas en un balcón, hojas caídas de los jardines, ausencia
de gente de cuya actividad llegaban ecos, necesidad de recluirse en casa,
aparición de gatos encelados.
Gana fama literaria precisamente por los años de Prometeo. Casada tres veces, la primera con el novelista Henry Gautier-Villars (seudónimo: Willy), fue bailarina, actriz y escritora. En su obra, aborda sin tapujos los temas del amor y la sexualidad. Ramón le dedicaría una semblanza13.
13 Prólogo a la traducción de Querido. Madrid, Biblioteca Nueva 1924. La misma, retocada, en Retratos contemporáneos, Buenos Aires, Sudamericana, 1941, pp. 429-447; en Retratos completos, Madrid, Aguilar, 1961, pp. 567-583, y en Retratos contemporáneos, Madrid, Aguilar, 1989, pp. 379-398. |
*
Fort,
Paul (1872-1960): 1) “Dos baladas”, VIII, pp. 3-4 [Enrique Díez-Canedo]; 2)
“La visión harmoniosa de la tierra, XIX, pp. 433-435 [Ricardo Baeza].
1)
Una balada sobre un bello juglar listado de negro y amarillo; otra sobre el arca
de Noé. 2) Invitación calurosa a alcanzar una visión equilibrada del mundo en
la que se fundan los datos que recogen todos los sentidos corporales. Los
hombres se divinizarían si llegasen a entregarse sin reservas a esta comunicación
total. Frases como “Mi corazón tiene la naturaleza entera por imperio. Se ha
fundido en ella y ella en él” son de por sí expresivas.
Hostil
al arte realista y naturalista, se adhirió al simbolismo y quiso hacerlo
accesible a un público amplio, voluntad “demótica” no ajena a Ramón.
Empezó haciendo teatro y luego derivó a la poesía. Fundador, con otros
artistas jóvenes, del “Théâtre des Arts” (1890-1893), donde se representó
a Maeterlinck, Rachilde y Remy de Gourmont, presentes los tres en Prometeo.
Organizador en 1900 de los martes literarios de “La Closerie des Lilas”. Con
Alexandre Mercerau, fundó y dirigió la revista simbolista Vers et prose
(1905-1914).
*
France,
Anatole (1844-1924): “Para comenzar el año alegremente”, I, pp. 18-2314
.
Discusión
entre Horteur, director de dos revistas, y Marteau, escritor. El primero le pide
al otro un cuento que inspire a los ricos compasión por los pobres pero Marteau
se niega acusándolo de paternalismo. A cambio, le propone otro esbozo de
relato, que ahora rechaza el editor. Marteau le apuesta, sin embargo, que acabará
por publicarlo en alguna revista burguesa.
A
diferencia de Aloysius Bertrand, fue denigrado por los surrealistas. Lejano de Gómez
de la Serna por su condición de escritor comprometido (con motivo del
“affaire Dreyfus”, por ejemplo) y por su tratamiento
clasicista del
lenguaje, comparte
en cambio
con él el humor, la sensualidad y el escepticismo.
Gourmont,
Remy de (1858-1915): 1) “Las santas del paraíso”, IV, pp. 43-52 [Ricardo
Baeza]; 2) “Manos de reina”, VII, pp. 83-86 [Ricardo Baeza]; 3) “El libro
de las letanías (Letanías de la rosa)”, XI, pp. 3-9 [Ricardo Baeza]; 4)
“El fantasma”, XXII, pp. 732-774 [Ricardo Baeza15]; 5) “Irmina”,
XXX, pp. 539-542 [Fernando Calleja Gómez]; 6) “El infierno”, XXXIII, pp.
736-738 [Julio Gómez de la Serna].
1)
De 6 a 10 líneas para evocar a cada santa, de las que una –Juana (de Arco)–
lo es a título excepcional. 2) Tras la comida ante la corte, l rey y la reina
se recluyen en un pabellón de su palacio, elevado sobre un canal. Allí, la
reina, que se entretiene trenzando hilos de seda, le anuncia al rey, quien tañe
la viola a sus pies, una sorpresa para cuando acabe el trabajo de trenzado. Ha
hecho “una larga serpiente de seda tornasolada”, adquiriendo ella misma el
alma “silbante y ponzoñosa” de un ofidio. En efecto: la trenza-serpiente
muerde al rey, que cae muerto. 3) Como en el texto 1, breves párrafos que
empiezan siempre con la palabra “rosa” y acaban calificándola de “flor
hipócrita, flor del silencio”. 4) Un personaje masculino, Dámaso, se dirige
a otro femenino, Jacinta, que es nebulosa y pasiva (“seré lo que tú me
hagas”). Entre ambos se produce una atracción amorosa que va de lo carnal a
lo espiritual, de la diabolización a la divinización (en
el
plano
formal se recurre a elementos de la liturgia católica, como la misa); una
relación inexplicable, mistérica, en la que se mezclan lo depurador y lo
denigrante para desembocar en la separación: Dámaso “la veía reintegrar el
grupo de las mujeres indecisas de que [su] amor la había sacado, la veía
volver a ser el fantasma que son todas”. 5) Irmina es una muchacha que hubiera
inspirado más bien compasión de no ser por sus ojos, ojos misteriosos que no
coinciden con lo demás de ella y que no comprenden quienes la conocen. Pero es
el caso que hay “amantes de los ojos” y uno de ellos –que recorría el
mundo en busca de ojos y miradas nuevos– visita la ciudad donde vive Irmina.
Este viajero ha descubierto “el timbre de las miradas”; según él, el color
de éstas es diferente al de los ojos y es el “timbre” lo que les da su
encanto. El viajero se casa con Irmina, que va a ser, eso sí, esposa honesta y
madre prudente, pero lo que él creía ver en sus ojos no existe en la realidad:
“En los ojos de Irmina no había más que la ilusión del que se miraba en
ellos (...) Savín (=el marido) los adoró hasta su muerte, enamorado de sus
propios sueños”. 6) “El ilustre Herético” aparece en su celda
–“atravesada por extrañas luces que no provenían ni del alba naciente, ni
de la lámpara moribunda” –, se pone a escribir (comenzando por el aforismo
“hay un infierno”), se entrega a manipulaciones previas al conjuro de lo
infernal y, por último, tras lanzar una risotada dolorosa, dice “también yo
iré al infierno!”. Parece deducirse, aunque el sentido no es obvio, que lo
que llamamos infierno es inherente a lo humano y que todos lo llevamos dentro
como una dimensión esencial e insoslayable de nuestro ser.
Novelista y crítico, se vinculó al simbolismo. Fundador, con otros, en 1889, del Mercure de France (con su nombre, o con seudónimo, escribe en casi todos los números). Su ensayo entre filosófico y fisiológico titulado “Physique de l’amour, essai de l’instinct sexuel”, de 1903, está próximo a los puntos de vista del Ramón joven. Coincide también con éste en la afición a salmodias o letanías y en su voluntad de crear un teatro distinto al establecido: en 1891, en un teatro de arte creado por Paul Fort, presente también en Prometeo, se representó su poema dramático “Theodorato”. Ramón le dedicaría una semblanza16.
14
Traducido por Ramón, según Gaspar Gómez de la Serna, op. cit.,
p.50.
15 Su traducción va precedida, pp. 728-731, de una semblanza de Remy de Gourmont: espíritu vigoroso que lo ha emprendido todo en el terreno del arte y de la inteligencia, “hierofante de rebeldías”, relativista en lo filosófico, representante perfecto del simbolismo, “raro connubio de almas diversas”, polígrafo en una época de especialistas. Lo defiende frente a Gómez Carrillo, que había atacado al francés desde las páginas de El Liberal. 16 Prólogo a la traducción de Una noche en el Luxemburgo. Madrid, Biblioteca Nueva 1920. Después en Retratos contemporáneos, Buenos Aires, Sudamericana, 1941, pp. 175-215; en Retratos completos, Madrid, Aguilar, 1961, pp. 402-439, y en Retratos contemporáneos, Madrid, Aguilar, 1989, pp. 189-230. |
*
Jammes,
Francis (1868-1938): “Lo novela de Liebre”, XIII, pp. 12-44 [Ricardo Baeza].
Liebre,
tras escapar de unos perros que lo persiguen y aparearse con su hembra, ve venir
a un hombre que anula en él todo instinto de huida. Es San Francisco, al que
acompañan otros animales, entre ellos el lobo. Liebre se les une. Llega el
invierno y falta comida. Francisco les dice a sus animales que se separen de él
y que cada uno vaya a buscar alimento guiado por su instinto. Salvo Liebre, los
otros animales prefieren quedarse para, una vez muertos, ganar el paraíso.
Francisco visita a Dios, que lo envía para decir a Liebre que El es su amigo.
Pero Liebre pide ser devuelta a su mundo originario, con su violencia y su miedo
a la muerte. En efecto, recupera su naturaleza primitiva, hasta que un día un
cazador lo mata de una perdigonada.
Salvo
estancia en París, vivió retirado en su provincia natal, lo que lo opone al
“urbanismo” de Ramón. Coincide en cambio con él en la ausencia de
reivindicaciones políticas, en la carencia de programa y en su falta de
voluntad de crear escuela. Su
condición de
cantor de
las cosas sencillas,
de “l’âme des simples” –se ha dicho de él que remozó la literatura
francesa con un hálito de ternura franciscana–, no está lejos del otro
peculiar franciscanismo ramoniano de los objetos.
*
Lautréamont,
Conde de (1846-1870): “Los cantos de Maldoror”, IX, pp. 69-78 [Ricardo
Baeza].
En
el pasaje seleccionado se hace el elogio de la crueldad.
Ello se identifica con el amoralismo apasionado y utópico, petulante y agresivo del primer Ramón, quien años después trazaría su semblanza17.
17 Prólogo a la traducción de Los cantos de Maldoror. Madrid, Biblioteca Nueva 1920. Después en Retratos completos, Madrid, Aguilar, 1961, pp. 861-877. |
*
Lorrain,
Jean (1855-1906): “Loreley”, XXXV, pp. 965-973 [Fernando Calleja Gómez].
El
populacho vocifera pidiendo la muerte de Loreley, acusada de bruja. Llevada al
ayuntamiento, pide clemencia al gobernador pero éste, tras pedir información
sobre lo ocurrido la noche antes (diez jóvenes murieron en una pelea por su
culpa), la entrega a la gente. La llevan ahora a la catedral, donde se exponen
los ataúdes de los muertos, y a la presencia del obispo, quien le impone como
castigo que se retire del mundo. Loreley es conducida a su destino impuesto (una
leprosería) por “tres rufianes de pelo rojo”. A cambio de sus joyas, les
pide que la dejen contemplar por última vez, desde una roca que domina el río,
su ciudad natal. Ellos aceptan y, una vez arriba, con los brazos cruzados y
expresión estática, se lanza al vacío buscando refugio en la muerte. Los
rufianes se quedan atónitos, con las joyas en la mano.
Representativo
del espíritu finisecular y precursor del decadentismo por la naturaleza de sus
evasiones fuera del tiempo que le tocó vivir: droga, alcohol, escape a lo
irreal, artificioso o subversivo.
*
Louis,
Paul: “Diversidades del socialismo internacional”, II, pp. 1-12:
Exculpa
al socialismo de la acusación de utópico. Sin perjuicio de lo común
–voluntad de derribar el sistema capitalista, ascenso del proletariado,
colectivización de los medios de producción, abolición del salario y de las
clases sociales– el socialismo se diversifica de un país a otro según hayan
sido el proceso capitalista, la influencia del pasado, la índole de la religión
y las relaciones entre su vertiente política y el sindicalismo.
Este
texto, el único puramente doctrinal y no literario de los traducidos en Prometeo,
se compagina con la rebeldía política, de cuño anarquizante, desechada pronto
por Ramón. Julio Gómez de la Serna traduciría mucho más tarde una obra de
Louis: La revolución social, Madrid, Imprenta Diana, 1933.
*
Maeterlinck,
Maurice (1862-1949): 1) “Miradas”, X, pp. 32-34 [Ricardo Baeza]; 2)
“Aladino y Palómides (drama)”, XII, pp. 209-237 [Elvira y Ricardo Baeza];
3) “La medida de las horas”, XXXVIII, pp. 193-198 [Busto Tavera].
1)
El motivo de la mirada, tratado en líneas poéticas no rimadas, sólo se esboza
aquí, frente al mayor desarrollo con que se lo trata en el relato “Irmina”
de Remy de Gourmont. 2) El rey Ablamor, enamorado de Aladina, es padre de
Astolenia, única sobreviviente de sus siete hijas y prometida a Palómides.
Nace un amor entre Aladina y Palómides, provocando los celos de Ablamor, que
primero enciera a Aladina y después perdona a ambos amantes. Palómides –con
la ayuda de Astolenia, quien le declara su imposibilidad de amar– le pide a
Aladina que huya con él. Pero los amantes llegan a verse con los ojos vendados
y las mano atadas en unas “vastas grutas subterráneas” llenas de agua y
desaparecen detrás de una roca. Llegan las hermanas de Palómides, para
socorrerlos, pero ellos, abrazados en el fondo del agua, no hacen esfuerzo
alguno por salvarse. De la pareja no quedan sino sus voces delirantes y
atormentadoras. 3) El hombre está hecho de tal manera que no puede cobrar
conciencia del tiempo sino midiéndolo. Ahora bien: según sean los relojes
nuestra percepción de la temporalidad cambia; dicho de otro modo, cada vivencia
del tiempo requiere ser medida con un tipo determinado de reloj.
Suya
es la aportación más importante del simbolismo al género teatral. Creador de
una técnica nueva –personajes descarnados que se mueven como marionetas en un
mundo irreal, trasunto de una humanidad que se debate estérilmente contra
fuerzas desconocidas–, hubo de influir en la producción teatral juvenil de
Ramón, reunida en Prometeo. Comparte también con él la preocupación
por la muerte.
*
Mauclair,
Camille (1872-1945): “La orquesta: aguas-fuertes”, XVIII, pp. 348-354
[Ricardo Baeza].
A
la vez elogio de la orquesta y definición sorprendente de ella. Ofrece la
orquesta ocasión única de “encontrar en la vida moderna un espectáculo de
Edad Media”. Harían falta un Hals o un Rembrandt “para darnos el cuadro
corporativo de una orquesta”. La orquesta viene a ser como un resumen de todos
los ademanes y gestos humanos, y su directo como un sacerdote que forceja con su
propio dogma.
Literato
–poeta, novelista, innovador teatral– y sobre todo crítico e historiador
del arte, se inscribe entre los simbolistas e impresionistas. Ensayó la novela
futurista en “L’orient vierge” (1897) y fue autor de un estudio sobre el
impresionismo y de una biografía de Fragonard, caminos todos ellos que había
de transitar Ramón.
*
Rachilde
(1862-1953) 18: 1) “La pantera”, V, pp. 23-28 [Ricardo Baeza]; 2)
“En la corte de Cleopatra había un tigre real”, XVI, pp. 171-179 [Ricardo
Baeza]; 3) “Parada impía”, XXI, pp. 629-639 [Ricardo Baeza]; 4) “Del
demonio de lo absurdo. El matador de ranas”, XXIV, pp. 930-946 [Ricardo Baeza19].
1)
En Roma, una pantera es sacada al circo para devorar cristianos. Como no tiene
hambre, se queda quieta y, aunque la hostigan para que ataque, no lo hace. De
vuelta a los subterráneos, es torturada por el guardián de las fieras. Cuando
está ya a punto de morir, la hija del capitán, compadecida, le trae comida y
agua. La pantera, entonces, reuniendo sus últimas fuerzas, la mata.
2)
Cleopatra, semidesnuda pero con el sexo descubierto, está de pie sobre el lomo
de un elefante blanco. La acompañan un niño negro, su favorito, y dos
doncellas esclavas atrailladas. Un eunuco conduce al elefante. Pide ver un campo
de batalla y allí se dirigen, encontrándolo lleno de cadáveres. Cleopatra
baila ahora sobre l lomo de su cabalgadura, como le han enseñado los
sacerdotes. Aparece un tigre, que, aunque ahíto de sangre, mata a las esclavas.
El elefante domina al tigre y, victorioso, lo arrastra hasta el palacio. Pasan los días. El tigre,
aunque le han
quitado los dientes,
estrangula por celos al niño negro. El rey, hermano y esposo natural de
Cleopatra, la repudia y hace crucificar al tigre: la había visto uniéndose
sexualmente a la fiera. “Pero Cleopatra en destierro tendrá el imperio del
mundo. Sabe el hechizo que encadena los felinos. En su corte de reina
prostituida, habrá siempre un tigre de raza verdaderamente real”. 3) Texto
dialogado. Escenario: el interior de una iglesia, de noche. Personajes: “rimas
de las cosas y razones de las gentes”. Hablan la luna, objetos o partes de la
iglesia (el campanario, cirios, un reclinatorio), animales (murciélagos, una
golondrina), muertos bajo su correspondiente losa. Entran, moviéndose a
tientas, el Maldito, la Prostituta y el Judío, con la intención de robar el
tabernáculo. Como los otros dos vacilan, lo hace el Maldito, pero encuentra el
copón vacío. Antes, ha increpado a la Divinidad, hablando de sí mismo como
del último creyente y justificando su acción: “yo necesito alimentarme de
esta mujer (=la prostituta) y esta mujer se alimenta de joyas”. La conclusión
es imprecisa: el Judío declara que todo es falso y el Maldito se queda con el
tormento de la duda, duda de si Dios existe o no, al no haber castigado el
sacrilegio. 4) Un niño, que vive pobremente, se despierta al oír un ruido.
Piensa si será un ladrón, de las cebollas plantadas junto a la casa. La puerta
se abre y entra su madre (desnuda y blanca a la luz de la luna), que lo golpea
enloquecida y se va. El padre del niño, hombre brutal y primario, vive de cazar
alimañas. Su mujer lo odia por haberle hecho un hijo en vez de una hija que
fuese su aliada. Un domingo aparece un buhonero y poco después el padre
advierte que le faltan cebollas. Hasta que una noche el niño despierta y
sorprende a su madre y al buhonero fornicando. Movido de un impulso oscuro de
complicidad, los denuncia al padre, quien toma una escopeta y mata a los dos. El
niño se queda solo y se endurece poco a poco. Rechaza la compasión que
inspira, frecuenta la ciudad para ganarse la vida como vendedor y por fin
regresa al campo para dedicase a la pesca de ranas. En efecto, se concentra en
esta tarea, con sádica y reconcentrada complacencia, mientras sus pupilas
“tienen una llama extraña, luz de deseo o de odio”.
Esta escritora, cuyo verdadero nombre fue Marguerite Eymery, cofundadora con
Remy de Gourmont y otos del Mercure de France, se ocupó de la crítica
literaria en esta revista. Pionera del feminismo, gozaría sin duda de la
admiración de Carmen de Burgos, amiga de Ramón desde 1908 y “compañera
sentimental” suya desde 1909. Su novela “Monsieur Venus” (de 1884?), cuya
protagonista es una mujer nietzscheana y donde se detiene en la pintura de las
perturbaciones sexuales, causó escándalo.
18
En el nº XXII, pp. 775-776, se traduce una carta de Rachilde a
los redactores de Prometeo, quienes, habiendo echado de menos sus
colaboraciones en el Mercure de France, escribieron a su marido
interesándose por ella. 19 La traducción va precedida de una semblanza de Rachilde: mujer misteriosa y “sirena depravante”, emana de ella un erotismo cerebral y estético “que la aparta de toda pornografía asalariada” al modo de Felipe Trigo o de los “gonococos menores” como Alberto Insúa y Rafael López de Haro; atraída por lo excepcional, no tiene escuela, pues lo es todo y nada a la vez. |
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Rodenbach,
Georges (1855-1898): 1) “Museo de beguinas”, VIII, pp. 66-78 [Ricardo
Baeza]; 2) “Crepúsculo en el locutorio”, XXXII, pp. 877-685 [Julio Gómez
de la Serna].
1)
Es una serie de textos breves: de una página o dos o dos y media. Siempre con
referencia a las beguinas, se trata de “Sus recintos”, “Sus tocas”,
“Sus cirios”, “Sus cánticos”, “Sus flores”, “Sus imágenes”,
“Sus campanas”, “Sus rosarios”, “Sus limosnas”. 2) Vida cotidiana de
una comunidad de beguinas. Sor Pulqueria suele organizar meriendas. Un día, al
unírseles unas novicias, la tertulia es más numerosa. La charla se desliza
hacia el tema de lo sombrío y de las supersticiones. Una habla de la rotura de
espejos como presagio de infortunios. Sor Pulqueria refiere un suceso de su
infancia: paseando con su padre, vieron unas luces como fuegos fatuos (era el Viático
para un moribundo) y poco después el padre moría. Todas se sobrecogen, menos
una, que las culpa de credulidad pecaminosa. Sale la luna, que paree la cabeza
de un cadáver. Se quedan consternadas, “sintiendo el miedo de la muerte”.
Poeta,
novelista
y
autor
teatral.
Establecido
en París,
puso de moda la melancolía de Brujas –ciudad adormecida, paisajes mudos y
dolientes– cuyos canales, “béguinages” y “carillons” se hicieron tópicos.
Por su afinada captación del encanto de lo religioso y litúrgico recuerda a
Miró, por cierto colaborador ocasional de Prometeo. Participa del
“ramonismo” en cuanto sus textos tejen, en torno a cada núcleo determinado
(tocas cirios, etc., en el texto primero), una red más o menos tupida
de asociaciones.
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Saint-Pol-Roux
(1861-1940): “Los reposorios de la procesión”, XX, pp. 576-685 [Ricardo
Baeza].
Cuatro
textos breves. 1) “El calvario inmortal”: en un recodo del camino, el autor
encuentra un calvario, con un Cristo ya muy desgastado y a cuyo alrededor
dormitan grandes “flores de soledad”; haciendo propio el sufrir humano
entero, envuelve con sus besos al crucificado hasta hacer brotar de él el
“alma divina”. 2) “Aves”: los ojos fugados de la fuente de los ciegos se
convierten en aves. 3) “La autopsia de la solterona”: muerta, yace sobre una
mesa de mármol donde tres doctores le practican una autopsia irreal; de su
corazón, traspasado como el de la Dolorosa por siete puñales, emana un perfume
de presbiterio, simbólico de la religiosidad represiva que sufrió en vida. 4)
“¡Evohé!”: expresa la nostalgia de un tiempo anterior al pecado, cuando
los dioses “no eran más que individuos formidables”, y evoca a un dios que
ha de redimir por la ciencia y la belleza y ha de volver “no importa bajo qué
nombre de progreso y de porvenir”.
Escritor
de preocupaciones filosóficas y adepto al simbolismo. Los surrealistas lo
consideraron como uno de los precursores de la poesía moderna. En el texto que
comentamos, vitalismo y exaltación de una sensualidad y sexualidad sin trabas
se corresponden de lleno con las inquietudes, carencias y reivindicaciones del
Ramón joven.
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Schwob,
Marcel (1867-1905): 1) “El libro de Mónera. Palabras de Mónera”, VI, pp.
41-51 [Ricardo Baeza]; 2) “Vidas imaginarias”, XX, pp. 568-575 [Ricardo
Baeza].
1)
El autor encuenta a Mónera (se llama así por se única), que le expone su
doctrina. Todo es fugitivo y ella, Mónera, más que todo. Las cosas han de ser
destruidas y nada debe ser transmitido, pues toda creación vive de la destrucción:
“que todo dios sea dios del momento”. A cada instante hay que agotar la
totalidad, positiva y negativa, de las cosas. El universo hay que contemplarlo
de manera “atomística”. No hay que buscar en nada la permanencia, pues todo
se agota en la fugacidad. Hay que huir de la certidumbre: “ten toda cosa
incierta por viva, toda cosa cierta por puerta”. Las palabras son eficaces
mientras son dichas y, una vez fijadas, están muertas y generan pestilencia, 2)
Dos textos breves: “Patronio, novelista” y “MM. Burke y Hare, asesinos”.
Dotado
de una curiosidad múltiple, le atrajeron todas las formas de la cultura: artísticas,
literarias y filosóficas. Se refugió en una marginalidad no ajena al
escepticismo y que presagia al Ramón “torremarfilista”. El texto 1 hace
pensar en El concepto de la nueva literatura, “memoria” leída por
Ramón en el Ateneo en marzo de 1909 y publicada en seguida en Prometeo.
El 2 anuncia lo que será la manera ramoniana de escribir semblanzas biográficas:
captación de lo esencial del personaje mediante la compenetración entre biógrafo
y biografiado, con escaso apoyo en documentos p interpretándolos libremente a
partir de la intuición.
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Tailhade,
Laurent (1854-1919): “Balada añeja de la consolación otoñal”, XXIX, pp.
412-413; Klingsor, Tristán(1874-1966): “Canciones”, XXIX, pp. 414-416;
Bonnard, Abel (1883-1968): “Poesías”, XXIX, pp. 417-420.
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Verhaeren,
Emile (1855-1916): “Los magos”, XXXVII, pp. 117-121 [Ramón de Basterra20].
Traducido
con poca fortuna en rima consonante, este texto efusiva y hasta patéticamente
religioso expresa al mismo tiempo desesperanza ante la imposibilidad de redención
del mundo por el amor.
Como
Ramón, Verhaeren dejó la abogacía para participar en la renovación artística
y literaria de su país. Sensible a los cambios de civilización (multitudes,
trajín de las ciudades industriales), escribe poesía y teatro, así como crítica
de literatura y arte. Salvo el hermetismo, hace suyos los ideales y técnicas
del simbolismo francés.
20 La traducción va precedida de una semblanza por el mismo Basterra: adopta Verhaeren una “actitud extática de visionario” y su “tono de unción” es común con otros grandes poetas actuales; lo empareja con Whitman, Nietzsche y Maeterlinck, guías de la evolución positiva de la cultura, que “dobla ahora el cabo de Buena Esperanza hacia un nuevo mundo del espíritu”. |
4
Si
consideramos los quince años como período de vigencia de una generación,
resulta que, entre los escritores de expresión francesa21
representados en Prometeo, el más viejo, Anatole France (nacido en 1844), es
tres generaciones anterior a Ramón y el más joven Colette (nace en 1873), lo
precede sólo en una. La gran mayoría, sin embargo, se le adelanta en el tiempo
de veinte a treinta años, es decir, el espacio correspondiente a dos genera-ciones.
Contemporáneos, verdaderos contemporáneos, no hay ninguno. Luego los
“nuevos” que se trata de introducir y acreditar en España no lo son tanto.
Cronológicamente, son
finiseculares; estéticamente, ante todo simbolistas, y en cuanto tales
hay que enjuiciar la influencia que pudieran ejercer.
El
simbolismo –recordémoslo– nace como reacción frente al realismo y el
naturalismo. Arranca de Baudelaire22, si bien éste, mero precursor,
queda fuera del movimiento propiamente dicho. No busca la expresión de la
naturaleza sensible sino de lo que está más allá o del otro lado de ella.
Opera un retorno al alma individual, trata de erigirse en encarnación armoniosa
y totalizante de la realidad profunda de ésta. El mundo que crea está al
margen de cualquier vínculo con experiencias contingentes. Trabaja con una unción
que participa de lo religioso y aun de lo místico. Funde lo religioso, con su
componente sacrílego, y lo erótico, con su dimensión dolorosa. Emana de una
sensibilidad refinada y compleja, y a la vez torturada y enfermiza,
contraponiendo la existencia del artista, criatura superior, a la
convencionalidad y banalidad de la vida corriente. Se carga de anhelos metafísicos,
de intuicionismo, de gusto por lo nebuloso y evanescente. Todo ello exige un
lenguaje traslaticio, es decir, que conduzca de un plano a otro de la realidad,
o, mejor, de una realidad “real” a otra “irreal”. Eludiendo nombrar
directamente las cosas, prefiere evocarlas. Impregna las palabras de sugestión,
las hace mágicas, las fuerza a la expresión de lo inefable; las libera de
interferencias de orden práctico o racional, embutiendo en cambio en ellas el
conglomerado informe de los sentimientos, sensaciones, ensueños y visiones del
escritor.
De
esta índole parece ser la influencia ejercida por la literatura de expresión
francesa y cuño simbolista en
el Ramón “prehistórico”, influencia que, para nosotros, afecta
esencialmente al teatro producido entre 1909 y 1912, recogido en Prometeo.
Los hechos biográficos –estancia en París por estos años– abundan en el
mismo sentido. Al hilo de sus lecturas, que debieron ser muchas pero
desordenadas (lo que no equivale a estériles), iría seleccionando para su
revista fragmentos o textos completos breves de los escritores con mayor
incidencia en sus personales estados de espíritu y en sus inquietudes
intelectuales y estéticas. La huella del simbolismo, con todo, no durará
mucho. Extinguido Prometeo, en la primavera de 1912, Ramón entra ya en
el período de gestación de El Rastro
23,
primera obra en la que consigue una forma de expresión ceñida a su propia y
peculiar concepción del mundo, o sea, una primera madurez.
A partir de ahora, volará con alas propias.
21
Entre ellos hay tres belgas: Maeterlinck, Rodenbach y Verhaeren.
22 Biografiado por Ramón: “El desgarrado Baudelaire”, epílogo a la traducción de Páginas escogidas. Biblioteca Nueva 1920. Después, en Efigies. Madrid, Ediciones Oriente, 1929, pp. 7-70; en Retratos completos, Madrid, Aguilar, 1961, pp. 11-78, y en Obras completas, II. Barcelona, AHR, 1957, pp. 495-546. 23 Prometeo, Valencia, s.a. [1915]. |