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MADRID Y SUS LITERATURAS
(de Manuel Lacarta)
ediciones La librería, Madrid 2002

 

 MADRID Y SUS LITERATURAS
MANUEL LACARTA, Ediciones La Librería, Madrid, 2002

 

El autor vuelve sobre Madrid y nos advierte en la página 8: “Madrid tiene algo siempre de desordenado, de acumulación; y, desde Ramón Gómez de la Serna, un libro sobre Madrid es un libro sobre uno mismo, el que lo escribe; ha de ser un acto de fe.”

El libro se centra en los escritores del siglo XX, desde los bohemios primeros hasta los más jóvenes de hoy, en capítulos que recrean a los creadores de la novela moderna, a los del 98, a los cultivadores de la novela galante, los distintos Madrid de las vanguardias de los años 20 y de los escritores “sociales”, la huella de la guerra y de “las dos Españas”, y, entre medias, en dos capítulos, Ramón: Semblanza y gloria de Ramón Gómez de la Serna y Ramón y su Madrid.

Nos dice:

“Ramón Gómez de la Serna tuvo la habilidad de inventarlo casi todo y no perseverar en nada, como si le aburrieran sus propios caminos, ya trillados” (p.153).

“...Ramón es Madrid y Madrid es Ramón en un viceversa intrincado que se explica solo o no se entiende” (p. 153).

“Lo sometía todo a un proceso de reedificación poética al que no eran ajenos fenómenos como la paradoja y un cierto automatismo suprarreal; porque lo de escribir se convertía en un ’estado puro’ al que había que convocar entrando en atmósfera, en situación; de ahí sus lugares ‘sagrados’, el despacho, la Cripta; y del que una vez en posesión era difícil salir.” (p. 157).

“Ramón Gómez de la Serna (...) no se paró en una inventiva genial, soberbia y sola, ni en crear un modelo nuevo, un género; sino que contagió todo de una poética que, por necesidad, iba renovando; incluso su vida la renovó, la rompió, la comenzó, se la inventó, que inventar y no copiar de la realidad era lo que le urgía. Lo cierto es que su literatura era vértigo, verborrea imposible de condensar, voces que vienen a la vez de todos los rincones, pero, sobre todo, de los adentros; fluía, y, de tan vital, no se podía reposar en ella. Cuando envejeció, también su escritura se hizo vieja, es decir, morosa, triste, evocadora, no inútil ni estéril; como para ser oída en el crepúsculo.” (p. 163 y 164).

“Madrid no se libró del mundo por acumulo de RAMÓN, del gran almacén aleatorio donde metía todo, desde lo útil al deshecho; pasando siempre por la huella y eco de su propia vida, que eso, a la postre, se constituyó en el tema único de sus libros: cómo iba viviendo el adolescente, el joven, el maduro, el exiliado Ramón Gómez de la Serna.” (p. 165).