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ISSN: 1577-1229

 

 

BoletínRAMÓN2, primavera 2001

Contenido
Portada
: Retrato de Ramón Gómez de la Serna por Francisco Bores, 1924, ã Carmen Bores, 2001
Agradecimientos, noticias, colaboradores
El Ramonismo (sin Ramón) de la Guerra Civil española: Una carta inédita de José Bergamín, por Nigel Dennis
Manifiesto de la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura
Ramón, Cansinos y Torre (1916-1918), por Carlos García (Hamburgo)
Cuatro cartas de Ramón a José Manuel Castañón, por Juan Carlos Albert
Publicaciones: Revista de Arte Sonoro nº2 
Publicaciones: El Maquinista de la Generación

 

Portada: Retrato de Ramón Gómez de la Serna por Francisco Bores, 1924
ã
Carmen Bores, 2001


AGRADECIMIENTOS
La ilustración de portada ha sido tomada del catálogo de la exposición:
Francisco Bores, el Ultraísmo y el ambiente literario madrileño 1921-1925”, celebrada en la Residencia de Estudiantes en septiembre-noviembre de 1999.
Agradecemos a su hija, Carmen Bores, el permiso expresamente concedido para la utilización del retrato como portada del presente número.
El retrato original mide 315x216 mm, y recoge en su parte inferior la leyenda subrayada “Ramón Gómez de la Serna”, autógrafa de Francisco Bores, de la que se ha prescindido en este caso.
Igualmente, agradecemos a la Fundación García Lorca y, muy especialmente a Nigel Dennis, el permiso para reproducir su estudio –que ya apareciera en 1989 en el nº5 del Boletín editado por la Fundación– sobre la importantísima carta que dirigiera José Bergamín a Ramón en la primavera de 1937.
Citado en la carta de Bergamín, y anotado por Nigel Dennis, aparece el “Manifiesto...” que la Alianza de Escritores Antifascistas difundiera a las pocas semanas del levantamiento.
Se ha transcrito literalmente de lo publicado el jueves 30 de julio de 1936 en la página 3 del diario madrileño “La VOZ”, que se conserva microfilmado en la Hemeroteca Municipal de Madrid.

NOTICIAS
El pasado 1 de marzo tuvo lugar en Nueva York la presentación de las Obras Completas de RAMÓN (Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg); esperamos en el próximo número de otoño poder reseñarlo con la mejor documentación que podamos conseguir.
Tenemos intención, en el sitio web: www.ramongomezdelaserna.net de plantear próximamente un proyecto de recuperación del conjunto de colaboraciones de RAMÓN en periódicos y revistas (España, Europa, América).
Para ello se cuenta con (se desea, en realidad) la colaboración de todas las personas e instituciones que conozcan, documentadamente, la existencia de las buscadas colaboraciones.
C
OLABORADORES
Francisco Bores (Madrid 1898-París 1972), pintor, grabador, dibujante, siempre atento a las vanguardias artísticas y, en los años de la muestra citada, compañero y retratista de los actores de la Edad de Plata de la cultura española.
Nigel Dennis (Londres 1949), professor of spanish en la Universidad de St. Andrews, School of Modern Lenguages (Escocia), autor de numerosos estudios y ediciones críticas sobre RAMÓN y otros escritores españoles.
Carlos García
, colaborador ya en nuestro primer número.
Juan Carlos Albert
(Madrid 1953), coordinador del BoletínRAMÓN.

 

EL RAMONISMO (SIN RAMÓN) DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
UNA CARTA INÉDITA DE JOSÉ BERGAMÍN

(Aparecido en el nº5 del Boletín de la Fundación Federico García Lorca, junio 1989)
NIGEL DENNIS

La amistad entre Ramón Gómez de la Serna y José Bergamín se remonta a los años de la fundación de la tertulia del Café Pombo en la madrileña calle de Carretas. De hecho, en 1915, adolescente aún, Bergamín firma la "Primera proclama de Pombo" y más tarde aparece entre los amigos pombianos de primera hora representados por Gutiérrez Solana en su famoso cuadro, hoy en el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid. En la primera edición de su Pombo (1918), Ramón alude en términos cariñosos a su joven contertulio:

A José le decimos siempre al entrar: "Don José..., a ver cuándo se quita usted los zancos"; porque, muy joven, muy largo y un poco echado hacia delante, parece que es el chico que anda sobre zancos, y no solamente eso, sino que el carpintero se los añade todas las semanas (...).

(...) Pepe Bergamín, contemplativo y distraído, parece aquél a quien le duelen las muelas siempre. No le duelen nunca, pero da lugar a eso esa cara que pone de jovencito volado de vergüenza con un flemón de vergüenza (...).

Huelga decir que la amistad entre Ramón y Bergamín se basa en la devoción que ambos sienten por la literatura y el interés que comparten por explorar las posibilidades expresivas del lenguaje por medio de sus respectivas creaciones literarias. A lo largo de los años veinte, los dos escritores aparecen unidos en su intento común de ir renovando, cada uno a su manera, los géneros tradicionales, reclamando los derechos de la pura imaginación creadora. No cabe duda que el ejemplo de Ramón constituye un punto de referencia obligatorio en cualquier acercamiento crítico a la obra del joven Bergamín.

A partir de 1930, aproximadamente, se introduce un elemento problemático en su relación que, si bien no afecta a la amistad personal que les une, sí crea ciertas tensiones. Me refiero, claro está, a la politización del mundo intelectual español, fenómeno que motiva los principales disgustos y temores experimentados por Ramón durante los años de la República. Como es sabido, ramón reacciona de un modo sumamente hostil a lo que considera la contaminación de la vida artística por intereses políticos. Bergamín, en cambio, acoge la caída de la Dictadura y la proclamación de la República con verdadero entusiasmo, y, entre 1931 y 1936, irá adoptando una postura cada vez más radical y comprometida frente a la situación política de España. Como la carta que se reproduce a continuación gira en torno a un candente tema político -las reacciones divergentes que el estallido de la guerra produjo en los escritores españoles-, convendría comentar más detenidamente estas diferencias de actitud entre Ramón y Bergamín.

El texto que mejor resume la perspectiva de Ramón sobre los cambios que se producen en el mundo intelectual español durante los años de la República es, sin duda, su crónica pombiana de 19351. En ese ensayo Ramón expresa en términos inequívocos la inquietud y hasta el desprecio que siente frente a la invasión del mundo artístico por la política. Alarmado por la profanación de la Sagrada Cripta de Pombo -consecuencia de las airadas discusiones entre contertulios de distintas tendencias políticas-, Ramón defiende tenazmente "la vida pura marginal, la sorpresa del genio", llegando a afirmar que "nuestra revolución artística y literaria es tan incomprensible para los revolucionarios sociales, que bien podemos negarnos a comprender sus premisas simples y deleznables". Critica duramente el oportunismo de ciertos intelectuales cuyo ‘prestigio’ repentino no refleja más que sus filiaciones políticas, improvisadas a menudo de acuerdo con las exigencias del momento. Asustado por el ambiente conflictivo en que todos parecen moverse, denuncia la política como una fuerza divisoria que "ahuyenta la lealtad pura y crea un ambiente de amistades sospechosas, supeditadas a la complicidad". En resumidas cuentas, Ramón no deja lugar a dudas sobre sus propios imperativos y prioridades, dando a entender que el carácter revolucionario de su obra -característica señalada por Bergamín en su carta, como pronto veremos- no pasa de lo meramente literario. Nuestro escritor, pues, prefiere volver las espaldas definitivamente a una realidad socio-política que sólo representa una amenaza a los valores espirituales y ambiciones creadoras que no ha dejado nunca de defender y promover.

Es importante recordar que Bergamín es hijo de una destacada personalidad pública: su padre Francisco Bergamín, fue ministro en varias ocasiones durante el reinado de Alfonso XII y sus intervenciones en la vida nacional fueron, hasta su muerte en 1936, numerosas y siempre sonadas. Por consiguiente, José Bergamín tenía una sensibilidad muy refinada en cuestiones políticas. Mejor informado que muchos de sus compañeros de generación, no tarda en expresar su oposición a la propuesta de restaurar la monarquía después de la caída de Primo de Rivera, y en 1930 se declara republicano incondicional, postura que no modificará nunca. No sorprende, por tanto, encontrarle entre los intelectuales reclutados para el gobierno provisional de 1931, en el que colabora como Director General de Acción Social y Comisario General de Seguros. Si acaba por rechazar las tentaciones de una activa carrera política, prefiriendo seguir fiel a su vocación literaria, esto no quier3 decir que permanezca indiferente a la situación por la que atraviesa el país entre 1931 y 1936. Todo lo contrario. De hecho, Bergamín -muy a diferencia de Gómez de la Serna- se interesa cada vez más apasionadamente por la situación nacional y, por medio de sus ensayos y conferencia, se convierte en un observador vigilante y crítico de la vida política española. Es, sobre todo, en las páginas de su revista Cruz y Raya (1933-1936) donde en un intento de rescatar el espíritu idealista de abril de 1931, expresa sus opiniones sobre las deficiencias de la política -y los políticos- del régimen republicano. A medida que se extiende el fascismo por Europa y se multiplican los peligros que afronta la joven República, la actitud de Bergamín se hace más radical y militante. Hacia finales de 1935, por ejemplo, ya reconoce públicamente los puntos de contacto entre el marxismo y su propio idealismo cristiano, y en febrero de 1936 desempeña un papel importante en la fundación de la Alianza de Intelectuales Antifascistas.

Sería erróneo, sin embargo, pensar que la radicalización de la postura de Bergamín le apartaba de su antiguo compañero del Café Pombo. Es evidente que, a pesar de las distintas prioridades que cada uno tenía, su amistad seguía firme y en pie. No deja de ser notable, por ejemplo, que gracias a Bergamín Ramón colabore con cierta asiduidad en Cruz y Raya. Motivado en parte, sin duda, por su deseo de ayudar económicamente a su amigo -"hambriento número uno de España", según definición posterior del propio Ramón-, Bergamín da a conocer en su revista una serie de memorables textos de Ramón: el "Ensayo sobre lo cursi" (julio de 1934) y la malograda "Historia de medio año" (diciembre de 1935) junto a Siluetas y sombras y Escaleras (noviembre de 1934 y mayo de 1935, respectivamente). Tampoco olvidemos la hermosa edición de Greguerías nuevas que Bergamín saca en 1936 en las Ediciones del Árbol de Cruz y Raya.

El comienzo de la guerra civil supone, por un lado, la culminación de las inquietudes de Ramón con respecto a la siniestra ‘invasión’ de la vida literaria por la política, y, por otro, la confirmación de Bergamín como intelectual de primera fila dispuesto a poner todas sus energías y talentos al servicio de una causa política. Frente al desafío que representa la contienda, la diferencia de ánimo entre los dos escritores no puede ser mayor: mientras Ramón "errorizado y horrorizado", como confiesa en su autobiografía, es poseído por un pánico apenas controlable y busca a toda prisa un pretexto para marcharse de España, Bergamín se entrega con pasión a la defensa de la República, convirtiéndose muy pronto en uno de los portavoces más elocuentes y prestigiosos de la intelectualidad republicana.

En el capítulo LXXX de Automoribundia (1948), Ramón describe –con más candidez, quizá de lo que se propone- su estado de ánimo durante las primeras semanas de la guerra y la manera nada gloriosa en que consigue salir de España:

No salí de casa en algunos días y coloqué la librería del diccionario enciclopédico frente a la puerta, porque no sabía quién podía venirme a matar, aunque yo no intrigué nunca, ni conspiré, ni usé del toma y daca, pues sólo estuve abstraído en mis cosas para ver si podía dar a mis contemporáneos una visión más exacta de la vida y de la ilusión, que fuese original (...).

(...) Estuve rompiendo originales, proyectos y esbozos dos noches con dos días. El arrebato de los acontecimientos a mi alrededor, aquel fin del mundo que oía con estampido de bombas y de ametralladoras me hizo cometer la única equivocación en el camino de lo que acontecía (...).

(...) Agosto apretaba y oí la conminación de cerrar las ventanas durante la noche –cuando yo trabajaba–, decidiendo en vista de eso marcharme a América. "Bell’Isle", un barco que no tocaba España en su viaje de Burdeos a América, y recibí la contestación de que estaban los dos billetes en Burdeos.

Como fundador con Azorín del P.E.N. Club de Madrid, mi estratagema fue pedir un pasaporte para asistir al Congreso de los P.E.N. Club, que se celebraba en Buenos Aires.

Lo conseguí y la víspera de marcharme, al pasar frente a la terraza de la Granja del henar –frente al palacio de bellas Artes donde había de estar la Checa–, con una imprudencia trágica, grité a la tertulia de los poetas:

- De aquí hay que marcharse... Yo me voy mañana.
- ¡Y nosotros que íbamos a nombrarle nuestro Máximo Gorki!, exclamó Delia del Carril, la mujer de Neruda.
- Renuncio... Usted también debería de estar allí...
- Sí, me contestó irónica. Cuando esto se pone más interesante.

Preparé el equipaje, envié por correo a Buenos Aires treinta grandes paquetes con las obras que había escrito a través de la vida y me fui con la convicción e que si me hubiese quedado hubiera sido el que habría encontrado menos de comer que nadie (pp.610-611).

Es muy posible que, de haberse quedado en Madrid, ramón hubiera pasado hambre, como toda la población de la capital; pero, como su amigo Bergamín le da a entender en su carta, no le hubiera faltado, en cambio, una visión única de la vida española ya hecha poesía, transformada en ramonismo puro.

Bergamín escribe a Ramón desde Paría donde, a partir de diciembre de 1936, desempeña las funciones de "agregado cultural libre" en la Embajada de España. Se trata de un puesto especial, creado por indicación del entonces embajador, Luis Araquistain, que le permite a Bergamín actuar con cierta libertad e iniciativa propia, aprovechando no sólo su dominio del francés, sino también el prestigio que tiene en los medios intelectuales parisinos para promover la causa de la República. Es evidente que Bergamín se lanza a la tarea con el mismo fervor que caracteriza todas sus intervenciones de esos años y que utiliza la autoridad moral que tiene para defender al gobierno legítimo de España. Una de sus preocupaciones principales es demostrar el apoyo con que cuenta la República por parte de las más destacadas figuras del mundo intelectual y denunciar asimismo a los que, por cobardía u oportunismo, han abandonado al pueblo español huyendo del país o pasándose al enemigo. No vacila en criticar dura y públicamente a ciertas personas que poco antes han sido sus amigos o colaboradores. Elocuente indicio del carácter incondicional de su defensa de los valores morales y espirituales de la República será la polémica "carta abierta" que escribe a Victoria Ocampo en el mismo mes en que escribe a Ramón. La carta a Victoria Ocampo es un ataque feroz contra Gregorio Marañón –"el más que médico o curandero de su deshonra, traficante de ella", quien, después de expresar su adhesión a la causa de la República, abandona España y acaba por refugiarse en Buenos Aires bajo la protección de Victoria Ocampo. Bergamín denuncia categóricamente "el escándalo de su conducta" –la del doctor Marañón y, por extensión, la de su protectora argentina y termina con las palabras siguientes:

Mi deber de español era decirle esta verdad tan dura, claramente. Porque nuestro deber de español, aquí y donde sea, es estar como estamos, con nuestro pueblo; luchando por su libertad e independencia: que eso, estar con él en su lucha, en su defensa, es quedarse en España, para siempre; dondequiera que estemos, o vayamos, con este fin, honrados por su nombre, hasta la muerte2.

Diríase que Bergamín exige a los demás la misma entrega incondicional a la causa republicana que se exige a sí mismo. Quizá sea natural que no todos consigan estar a la misma altura o portarse con la misma devoción absoluta que él.

Aunque la carta de Bergamín habla elocuentemente por sí misma, creo que conviene comentar brevemente los diversos objetivos que tiene el autor al escribir a Ramón. En primer lugar, se propone reprochar a Ramón por haberse marchado de España tan pronto y en circunstancias tan poco dignas. El uso reiterado del verbo huir –verbo tan característicamente ramoniano, que en este contexto adquiere un amargo matiz irónico- transmite con suma eficacia el juicio de Bergamín sobre la improvisada salida de su amigo para Buenos Aires. Es importante recordar, sin embargo, que contrariamente a las duras criticas que Bergamín dirige por las mismas fechas contra gente como Marañón y Ortega –aparecidas en forma de "cartas abiertas" o ensayos publicados en repetidas ocasiones, dentro y fuera de España, este reproche a Ramón le va dirigido en carta particular y en tono, digamos, amistoso. Quiero decir que, más allá de su intención de señalar a Ramón el "error gravísimo" que ha cometido, está el deseo de Bergamín de "rescatar" al escritor para la causa de la República y del pueblo español. Bergamín cree sinceramente, al parecer, que el caso de Ramón es excepcional y que no constituye una causa perdida. Precisamente por eso se toma la molestia de escribirle tan largamente, con el corazón en la mano, animándole a volver a España. Podría decirse que, en última instancia, la esperanza de Bergamín –la que motiva su carta es que Ramón llegue a compartir el raro privilegio de experimentar la revolución ya transformada en revelación.

La estrategia que Bergamín adopta para convencer a su amigo es más bien simple: alude a ciertas escenas que ha presenciado y a ciertas experiencias personales que ha tenido durante los primeros meses de la guerra, las cuales de alguna manera se han hecho eco del incomparable mundo imaginativo y poético del propio Ramón. Es decir, quiere que Ramón sepa que el sentido esencial –trascendente y popular de esa revolución/revelación concuerda armoniosamente con el espíritu del ramonismo, y por eso no tiene por qué rechazarlo o temerlo. De ahí las constantes referencias, directas e indirectas, a las obras de su amigo en que los diversos aspectos del ramonismo han alcanzado una plenitud de expresión especialmente memorable. Huelga añadir que lo que más agudamente ha echado de menos Bergamín, por consiguiente, durante esos extraordinarios meses de la vida madrileña, ha sido la presencia del mismo Ramón...

El lector notará también que otro de los objetivos de Bergamín es conseguir que Ramón espere en silencio, y me parece que esto exige un comentario aparte. Bergamín era perfectamente consciente del enorme daño que se hacía a la causa dela República cuando un intelectual español de cierto renombre expresaba alguna crítica o duda con respecto a la conducta de la guerra en el bando republicano. Esto explica, por ejemplo. La vehemencia con que arremete contra Marañón y Ortega al enterarse de sus comentarios negativos –tergiversados, diría Bergamín, si no enteramente falsos sobre el tratamiento que habían recibido en Madrid durante el verano de 1936. Bergamín era igualmente consciente de la "situación de ánimo dubitativa y temerosa"de Ramón –a la cual se refiere explícitamente en su carta así como de la práctica de su amigo de valerse libremente del púlpito periodístico para lanzar a los cuatro vientos sus opiniones sobre lo que sucedía a su alrededor. Es de suponer, pues, que Bergamín temiera que Ramón también fuera capaz de expresar públicamente sus vacilaciones y temores, y así poner en tela de juicio la legitimidad con que actuaba el gobierno republicano. Por eso pide la paciencia y discreción –el beneficio de la duda, si se quiere de su amigo. No sería exagerado, tal vez, sugerir que Bergamín pensaba concretamente en los últimos artículos que Ramón había publicado en la prensa madrileña antes de marcharse de España, artículos que ponían de manifiesto las inquietudes del escritor frente a la destrucción o intolerancia que caracterizaban la actuación de ambos bandos durante las primeras semanas de la guerra3.

Parece que Ramón no quiso, o no pudo, corresponder a la solicitud de Bergamín y en sus colaboraciones en La Nación de Buenos Aires durante la primavera de 1937, incluso en las que publicó después de recibir la carta de su amigo, siguió pronunciándose sobre las consecuencias deplorables de la guerra4. Que yo sepa, Ramón no contestó a la carta de Bergamín y los dos escritores nunca volvieron a verse.

Por último, no estaría de más subrayar el interés extraordinario que tiene el testimonio de Bergamín sobre sus experiencias durante los primeros meses de la guerra civil. En ningún otro lugar, ni durante ni después de la guerra, habló con tanto fervor y franqueza de lo que significaron para él esas experiencias. Si Ramón no se dejó convencer por la carta de Bergamín, prefiriendo no moverse de Buenos Aires, es legítimo suponer que sí le conmovió el tono de los comentarios y confesiones de su amigo. No sería desatinado pensar que la carta le dejó con la duda de que su decisión de huir de España en el verano de 1936 fuera efectivamente "un error mortal". Si nos paramos a pensar en la amargura y petulancia que caracterizan gran parte de la soledad bonaerense de Ramón y en el triste fracaso de su vuelta a España en 1949, es difícil negar la certeza del juicio de Bergamín5.

N.D.

NOTAS:
1
"El año pombiano", en Guillermo de Torre, Miguel Pérez Ferrero y E. Salazar y Chapela (eds), Almanaque Literario. 1935, Madrid, Plutarco, 1935, pp. 172-179. Para una discusión más detallada de la actitud de Ramón hacia la política, véase el excelente ensayo de Victor Ouimette, "Automoribundia an Historical Solipsism", en N. Dennis, ed., Studies on Ramón Gómez de la Serna, Ottawa, Dovehouse Editions, 1988, pp. 45-69.
2
Véase la ardiente "Carta abierta" de Bergamín a Victoria Ocampo, publicada primero en Sur (Buenos Aires) en mayo de 1937, y recogida en Ateneo (Santiago de Chile), vol. 38, núm. 144 (junio de 1937), pp. 325-337.
3
Véanse, por ejemplo, los artículos siguientes aparecidos en Ahora: "La más alta antena", de 25 de julio de 1936, y "La servidumbre a las piedras", 1 de agosto de 1936. Agradezco a mi amigo y colega Victor Ouimette
el haberme facilitado copia de esos artículos.
4
Véase "Actualidad de la ametralladora", La Nación (Buenos Aires), 9 de mayo de 1937, citado por Victor Ouimette en , "Automoribundia an Historical Solipsism", p. 69. Es interesante notar que en un artículo de 1938 Bergamín vuelve a insistir en la necesidad del silencio para oír las auténticas voces que representan la causa del pueblo español: "Es necesario el silencio para oír esa voz [de la paz verdadera]. Es necesario el silencio para escuchar hablar a sus muertos, con más ‘vida que sus vivos’. Para escuchar la voz de aquellos que su voluntad mortal ha querido arrancarnos, sin pensar que su voz vive y vivirá para siempre entre nosotros, porque es la voz de ese mismo pueblo inmortal...", "Un silencio de vida", El Mono Azul (Madrid), III, núm. 45 (mayo de 1938), p. 4.
5
Agradezco a mi amigo James Valender su valiosa ayuda en localizar la carta de Bergamín. Quisiera también expresar mi más sincero agradecimiento a don Fernando Bergamín Arniches por su autorización para reproducir el texto de la misma.

CARTA DE JOSÉ BERGAMÍN A RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

París, 1 de abril de 1937

Querido Ramón:

Hace tiempo quería escribirle y tan despacio quería hacerlo que se fueron pasando los días sin que lo hiciera. Ahora me da leer Pablo Neruda el final de su carta en que me alude. Y nada más que eso: porque me niega lo demás. Pero yo lo adivino, con remordimiento por no haberle escrito ya, antes, para evitar su desánimo, en lo que pudiera; para animarlo si pudiese.

No creo que dude de mi testimonio. Pues como testigo excepcional –no por mi mérito, sino por mi sitio- le digo, querido Ramón, que ha sufrido usted un error gravísimo; que lo está sufriendo. Y que es un error mortal, en principio; que puede serlo sólo para usted. Ha vuelto usted a una situación de ánimo dubitativa y temerosa que yo creí había superado y decidido con su llamada por teléfono en los días últimos de julio1.

Aquella decisión espontánea la creía más fuerte de lo que la realidad me demostró más tarde con su ausencia. Pero, así y todo, creí que conservaría usted bastante confianza para esperar. Y para esperar callando. Hoy por hoy no le pediría otra cosa.

Pero, ¿cuánto no ha perdido ya? Ha perdido usted su mejor Madrid: Un Madrid de pura greguería; donde la explosión poética de la vida saltaba en todo instante a nuestros ojos. Ha perdido usted tocar con sus dedos la mejor poesía de nuestro Madrid, de nuestra España. Meter los dedos en sus llagas para creerlo.¿Y qué maravillas! ¡Qué milagro! ¿Cómo pudo usted huir de ese modo de Madrid, huyendo de sí mismo? 2 ¿Cómo no le detuvo el certero instinto inteligente, su ángela más segura, Luisa de quien yo lo hubiera esperado? 3

Quisiera decirle, contarle, lo que era aquel Madrid. El de las noches con todos sus balcones de las casas, abiertos y encendidos, con salones varios iluminados como casas de muñecas, en medio de un silencio astral, verdaderamente pasmoso; en una plena soledad fantástica. De Apollinaire, de Poe. Después, el de la luz azul. Después, el negro, negro, gradualmente acentuado hasta hacerse transparente de oscuro, irreal, clarísimo. El más claro y más puro disparate goyesco: ramoniano4.

Sin contar con todo el teatro en soledad del romanticismo revolucionario. El superficial y el profundo. Ese Madrid desentrañado en sus palacios abandonados, revelados de pronto; con jardines y huertos insospechados, sorprendentes; conventos, iglesias desenmascaradas, o por el fuego, o por el abandono también; desnudándose de verdad, consumiendo en la chamusquina toda la picaresca, sucia y supersticiosa, del falso culto; del culto profanado por esa politiquería clerical de un tráfico estúpido, insignificante, cursi, taimad5o. Hora de verdades para todos. Sin mentira, ni mentiras posibles. De verdad cruel y dramática para todos. De verdades claras. Y la verdad suya, Ramón, no debe confundirla con la mentira de los muertos; que es la verdad de ellos. Déjelos, Ramón, que se mueran definitivamente. Pero sin usted. Solos. Como ha muerto Unamuno. Amargamente: como debía. Como se están muriendo Baroja y Azorín: como pueden. Como se muere Ortega: periclitando. Déjelos que se mueran solos. Y que se mueran de una vez. De una definitiva vez, ellos, que se han estado muriendo siempre a veces, en veces. A pedazos6.

Usted no es como ellos. No lo fue nunca. Usted es entero y verdadero; entera y verdaderamente humano. Entró usted en la vida literaria, que es su vida de veras, rompiendo con todo eso. Su creación constante es una afirmación veraz y viva para nosotros, que ellos no comprendieron nunca. Su obra fue siempre revolucionaria. Como debió serlo su vida. Como lo es profundamente. No se enmascare usted a sí mismo por miedo pueril a los demás. Usted, que le arrancaba el antifaz a la muerte. No grite usted con ellos, sin saberlo, por una beata complicidad inconsciente: "¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!" Usted, que es verdadera inteligencia viva.

¿Y para qué decirle, Ramón, sin ofenderle, de la justicia moral y social de reintegrarnos nosotros, los escritores españoles auténticos, en el pueblo español auténtico, ahora asombrosamente revelado? Aunque usted no quiera comprenderlo. Pero yo, que tengo hijos, lo comprendo. Por la sangre. Porque estar con el pueblo, en su defensa justa y generosa, es defender con ellos a nuestros hijos. Eso nos decían en Madrid, los milicianos, los obreros. Cuando el 8 de noviembre me obligaron a que me marchase7. Por nuestros hijos. Y no acabaría de contarle detalles de generosidad, de verdad, de comprensión constante. No sabe usted hasta qué extremo es esta independencia verdadera, la verdadera soledad; y libertad; la del mar, no de isla; no el falso aislamiento engañoso, no el robinsonismo artificial8. Ya sabe usted que poco tiempo antes de julio yo denunciaba irónicamente en El Sol esa falsa independencia engañosa: la de las tortugas o galápagos. Usted no lo fue nunca; no puede serlo9.

Por primera vez en su vida, si se hubiera quedado en España con nosotros, se hubiese sentido rodeado de comprensión cordial, de verdadero entendimiento humano. No como ante los públicos estúpidos que todos hemos conocido, y padecido, y sobre los cuales resbaló siempre su palabra; resbalaban nuestras palabras, por esa total impermeabilidad para la poesía que inutilizaba y esterilizaba nuestro esfuerzo10.

¡Y con qué orgullo se sienten, los nuestros, al sentirse acompañados por nosotros! ¡Con qué clara conciencia de la fuerza moral que les prestamos, no por nuestras personas, sino por lo que ellos mismos nos exaltan!

No acabaría de contarle cosas. Le diría cómo, en una salida quijotesca que hice en los primeros días de agosto con una brigada popular del 5º Regimiento que iba a batirse a Guadarrama ¡me consideraba dignificado de tantas humanas cobardías!; me parecía sentirme ennoblecido profesionalmente al oírme designar entre las secciones de este modo: "Sección de escritores: uno" Y aquella noche y aquel día, un bautismo de fuego inolvidable para mí (murieron catorce muchachos entusiastas, hubo cincuenta heridos), sentí, al sentirme rodeado por la explosión de las granadas, la angustia suprema de sa irracionalidad de la guerra, injusta, brutal, ciega, cobarde; por ellos querida como expresión definitiva de su vacío moral, de su ignorancia; esa estrategia del vacío, angustiosa; mascarón de proa de la muerte; de la muerte como única afirmación de todo.

Usted compartiría con nosotros este sentimiento, este pensamiento, esta verdad; estas verdades; si se hubiese tomado solamente la pena de esperar un poco, de confiar, de sufrir un poco, con su pueblo, con nuestro Madrid.

No podría decirle, contarle, todo lo que quisiera. Sólo decirle que si mi destino, o mi sino, como usted dice, ha sido tan fuerte como para esto: para detenerme, anclarme en nuestro Madrid esos primeros meses inolvidables, doy por bien empleada mi vida entera por esos dramáticos días que valen mucho más para mí –como riqueza humana y divina de mi experiencia viva, como dolor y alegría, como alegría sobre todo- que los cuarenta años (¡hélas!) que los precedieron.

Y no lo he olvidado, Ramón; le he recordado constantemente. ¡Si la explosión viva de pura, popular poesía de Madrid, entonces, estaba, para mí, traspasada de ramonismo! ¿Por qué ha dudado usted de sí mismo, de su auténtico ser, plenamente humano, de su autenticidad revolucionaria de verdadero poeta nuestro? En usted y en Picasso he pensado siempre. En ustedes dos, profetas de esta revolución española, de este vivo renacimiento. Picasso ha comprendido; y como Goya, en nuestra actual y magnífica nueva guerra de la independencia, se ha encontrado a sí mismo, mejor que nunca. ¡Qué estupenda la decisión de Picasso, profundamente instintiva, para lograr, ahora, la plenitud nunca antes lograda de su arte! Todo le preparaba para esto. Para entrar en lo nuestro. Para este entusiasmo decisivo11. ¿Y usted, Ramón? ¿Cómo es posible que haya huido, huyendo de sí mismo? Huyendo de su ramonismo, de su poesía, de su greguería. Traicionándose. ¿Qué hace usted en América tan pronto?

Pero nosotros le esperamos. Por Dios y por el diablo se lo pido: no se cierre usted de un portazo malhumorado su vuelta a España: a nuestra España. ¡Que ya es su alba, Ramón! No se escandalice usted de la sangre, ni del fuego. Ha sido necesario. Obligado. Defensa y no agravio de nuestra parte. Testimonio inocente. Y más que por humano, por divino. No dude de este testimonio. Ni del mío. Y usted sabe hasta qué extremo desinteresado. Desinteresado de pequeños intereses, pobres, mezquinos, particulares. Interesado en la verdad, en la poesía, en la alegría. Y eso es lo que defenderé hasta la muerte. Con mi Dios y hasta con mi diablo, si usted quiere. O sea, con el pueblo, con la vida. Y contra la muerte, contra los muertos.

Usted, Ramón, no puede volverse de ese lado. No puede suicidarse. Apelo a Luisa para esto; para que no le deje: para que le salve. Haga usted un poco de silencio a su alrededor. Desentiéndase del rumoreo cobarde y mentiroso que le envenena. Vuelva por su verdad, por su vida. Mire usted cara a cara, como siempre hizo, el doloroso parto vivo y sangriento de una realidad que es la suya, la nuestra. Créame, Ramón, y espere, espérenos. Tenga, una vez más, confianza en nosotros, los verdaderos amigos suyos, lectores suyos, los que no le abandonamos nunca y siempre estuvimos a su lado en las horas de las verdades. Y ésta sí que es hora de verdades, Ramón, en las que no queremos perderle. Créame, Ramón, y espere. Si puede, si quiere, en silencio. Espérenos.

Un fuerte, muy fuerte abrazo –más fuerte que mi sino- de su siempre el mismo

JOSÉ Bergamín

 

P.S. Mis señas aquí en París son 14, av. Charles Floynet (7ª). Yo me vuelvo a Valencia y Madrid estos días. Estaré en España hasta fin de mes. Regresaré y estaré aquí la primera quincena de mayo. Espero su respuesta pronto. Le espero muy de veras; vivamente.

 

NOTAS:
1
Bergamín se refiere a una conversación telefónica con Ramón en que éste le pidió que se adhiriera su nombre a la lista de personas que por aquellas fechas firmaron un manifiesto de adhesión a la causa de la República y al pueblo español. El texto del manifiesto, redactado por el propio Bergamín y firmado por más de sesenta intelectuales de variada índole, fue ampliamente difundido en el verano de 1936. Denunciaba "el levantamiento criminal del militarismo, clericalismo y aristocratismo de casta contra la República democrática, contra el pueblo", declarando la identificación de los firmantes con el pueblo español "que lucha gloriosamente defendiendo los verdaderos valores de la inteligencia al defender nuestra libertad y dignidad humana". Véase al respecto Hipólito Escolar, La cultura durante la guerra civil, Madrid, Alhambra, 1987, pp. 106-108.
Bergamín relató las circunstancias en que recogió estas firmas en un polémico ensayo de 1938: "Contestando a D. José Ortega y Gasset. Un caso concreto", publicado, entre otros sitios, en Frente Rojo (12 de agosto y 13 de noviembre de 1938) y en Voz de Madrid (París, 29 de octubre de 1938). El ensayo es un ataque virulento contra Ortega, quien, desde su refugio parisino, había afirmado que "en Madrid los comunistas y sus aliados obligaban, con graves amenazas, a los hombres de letras y a los profesores de Universidad, a autentificar con su nombre manifiestos redactados por los mismos comunistas..". Es interesante señalar que al reproducir este ensayo -¡una vez más!- en el primer número de su revista España Peregrina (México, febrero de 1940, pp. 32-34), Bergamín, siempre atento no sólo a la utilidad de demostrar el apoyo auténtico con que contaba el manifiesto y, por consiguiente, el pueblo español, sino también a la necesidad de justificar y defender su propia conducta, añadió una posdata en que decía lo siguiente:

Quiero añadir como aclaración al hecho de que don Antonio Machado firmara la adhesión lacónica y no el manifiesto entusiasta, que fui yo quien, contrariando su voluntad, le rogué que lo hiciera así por consideración a su inquietud en aquellos instantes, por la vida de su hermano Manuel, que se hallaba en Burgos. También añado que mi admirado y querido Ramón Gómez de la Serna nos dio espontáneamente su firma para el manifiesto.

Téngase en cuenta que de modo independiente, pero paralelo al manifiesto, se dio a conocer por las mismas fechas una breve adhesión al pueblo español que decía simplemente: "Los firmantes declaramos que, ante la contienda que se está ventilando en España, estamos del lado del Gobierno de la República y del pueblo, que con heroísmo ejemplar lucha por sus libertades". La firmaron Menéndez Pidal, Antonio Machado, Marañón, Teófilo Hernández, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, Gustavo Pittaluga, Juan de la Encina, Gonzalo Lafora, Pío del Río Hortega, Antonio Marichalar y Ortega y Gasset. Véase al respecto A. Machado, La guerra. Escritos: 1936-1939, edición de Julio Rodríguez Puértolas y Gerardo Pérez Herrero, Madrid, Emiliano Escolar, 1938, p. 359.
El cariño con que Bergamín aludía explícitamente a Ramón en su posdata de 1940 da a entender que la huida de Ramón a Buenos Aires y los comentarios negativos que publicó allí sobre la guerra no tuvieron como consecuencia la ruptura definitiva de su amistad.
2
Para una versión detallada de las circunstancias de la "huida" de Ramón de Madrid, véase el capítulo LXXX de su Automoribundia.
3
Bergamín se refiere, por supuesto, a Luisa Sofovich, con quien Ramón contrae matrimonio en 1931.
4
Recuérdense los elogios que Bergamín dirige a Ramón en su ensayo "El disparate en la literatura española", publicado primero en La Nación de Buenos Aires (28 de junio y 19 de julio de 1936) y recogido después en el tercer volumen de su Disparadero español: el alma en un hilo, México, Séneca, 1940, pp. 9-64. Pensando, sin duda, en el libro Disparates, que su amigo sacó a la luz en 1921, Bergamín se ocupa de Ramón en la última parte del ensayo, afirmando, entre otras cosas, que "es el primer escritor español que, siguiendo la lección de Goya, se decide a llamar al disparate por su nombre. Disparates clarísimos: puntuales y conocidos".
5
El tema de la profanación del culto religioso debido a la corrupción de la Iglesia es un tema frecuente en los escritos de Bergamín anteriores a la guerra civil. Véanse los comentarios polémicos que publica en Cruz y Raya en 1935, especialmente "La callada de Dios" (núm. 29, agosto de 1935), donde afirma: "Habría que decir que para esa enorme mayoría de españoles el catolicismo es la forma más inelegante de la indiferencia religiosa: la más chabacana y mentirosa o hipócrita: cuando no supersticiosamente estúpida; el antifaz picaresco de intereses bastardos, por políticos, o comerciales, con los cuales la propia política o mercadería se mistifica, desnaturalizándose; se corrompe y corrompe todo lo que le rodea". Conviene consultar también al respecto los ensayos de Bergamín recogidos en Detrás de la cruz, México, Séneca, 1941.
6
Bergamín agrupa en un solo bloque a una serie de intelectuales que, de una manera u otra, se habían desentendido de la República. Ya me he referido (véase la nota 1) a la indignación que siente Bergamín frente a las críticas que hace Ortega de la conducta de la guerra en el campo republicano. Quizá sorprenda ver el nombre de Unamuno incluido entre los de los "enemigos" que se habían puesto del lado de la "mentira", ya que Bergamín era apasionado devoto de don Miguel y su discípulo más ferviente en asuntos espirituales y políticos. Creo que la actitud categórica de Bergamín tal como se expresa aquí se debe, en parte, al apoyo incondicional que daba a la causa republicana y, en parte, a su desconocimiento de las circunstancias de los últimos meses de la vida de Unamuno. Huelga decir que más tarde Bergamín modificó radicalmente su manera de interpretar la última etapa de la vida de su mentor y maestro. Véase, por ejemplo, su ensayo "Los últimos versos de Unamuno", El Nacional (Caracas), 15 de febrero de 1954.
7
Bergamín se refiere, desde luego, a la evacuación a Valencia de una serie de personalidades importantes del mundo universitario, literario y artístico con motivo del asedio de la capital. La evacuación fue organizada por la Alianza de Intelectuales Antifascistas (de la cual Bergamín era presidente) y de ella se responsabilizó el Quinto Regimiento. El objetivo fue permitir la continuidad y desarrollo de sus labores de investigación y creación.
8
Unos meses después de escribir a Ramón, Bergamín recoge estas mismas ideas sobre la independencia y el aislamiento, desarrollándolas en el discurso que lee en el Segundo Congreso Internacional en Defensa de la Cultura (Valencia-Madrid-Barcelona-París, julio de 1937). Aludiendo a los "sedicientos intelectuales españoles más o menos hamletizados" que se refugian cobardemente en la neutralidad, dice: "El intelectual aislado se cree [...] independiente como la tortuga. Y se siente feliz en su propio reblandecimiento viscoso, protegido de todos por la personal y penosa pesadez de su caparazón". Interpreta el aislamiento de la neutralidad como una traición pura y simple, afirmando: "No es soledad la suya, viva, sino aislamiento mortal. No es nuestra quijotesca soledad popular española: es robinsoniano y hamlético aislamiento intelectual inglés, cuando no italiano o alemán. Es, sencillamente pasarse al enemigo... " El texto del discurso de Bergamín fue reproducido en Hora de España, Valencia, agosto de 1937, pp. 30-36.
9
Alusión a "Reflexiones sobre la independencia de la tortuga", ensayo que Bergamín publicó en El Sol el 14 de julio de 1936. Entre otras cosas, el escritor decía: "El caparazón es la máscara de la independencia para el escritor y el político; máscara que por serlo se convierte, como en la tortuga, en la expresión auténtica de su personalidad... El escritor que se mete dentro de su caparazón blindado, creyéndolo lo más político, como el político por creerlo lo más intelectual o racional, se ablanda, se pudre como si se hubiese sepultado a sí mismo, se hace viscoso dentro de la ostentación vanidosa de su propia tumba. Sepulcros pintarrajeados; pensador-galápago, político-tortuga". Bergamín recogió este ensayo posteriormente en La importancia del demonio y otras cosas sin importancia, Madrid, Júcar, 1974, pp. 55-65.
10
No estaría de más recordar que junto a los múltiples éxitos que conoció como conferenciante, dentro y fuera de España, Ramón también experimentó grandes disgustos frente al "público de las conferencias". Bergamín se refiere probablemente a esas ocasiones en que los oyentes de Ramón no llegaron a apreciar el sentido poético de su ingenio e inventiva. Véase al respecto el comentario sobre el tema que hace el propio Ramón en Automoribundia: "Cada vez me presto menos a esa broma macabra de la conferencia, que para el que quiere superarse sobre el abismático pensamiento sonsacado a la inspiración es una serie de saltos mortales. El público de la conferencia, muchas veces impreparado –el de los libros es otra cosa-, cada vez me entiende menos, y en una de mis últimas conferencias unos pormayoristas decían como resumen: ‘esto es plata tirada’ " (p.619).

11
El entusiasmo desbordado que Bergamín sentía por la obra (y postura política, huelga añadir) de Picasso en la primavera y el verano de 1937 se expresa de un modo inequívoco en un ensayo titulado: "Le Mystère tremble. Picasso furioso", que publica en aquel año en la revista parisina Cahiers d’Art (vol. 12, núms. 5-6, pp. 135-156). Como Bergamín tuvo el privilegio de presenciar personalmente la paulatina realización de "Guernica" en el estudio de Picasso, no sorprende encontrar estas palabras encendidas dedicadas a ese cuadro: "La colère espagnole qui, dans cette toile de Picasso, s’exprime si merveilleusement en entrant dans nos yeux, est la paole vive du peuple espagnol, celle de sa verité et de sa justice. La plus pure verité, la verité la plus claire de notre peuple « indépendant et revolutionnaire » " El ensayo fue traducido por Jean Cassou. Que yo sepa, la versión original española no se publicó nunca.

 

 

MANIFIESTO DE LA ALIANZA DE ESCRITORES ANTIFASCISTAS PARA LA DEFENSA DE LA CULTURA
(Transcrito de La Voz
, jueves 30 de julio de 1936)

Se ha producido en toda España una explosión de barbarie en que las viejas formas de la reacción del pasado han tomado nuevo y más poderoso empuje, como si alcanzasen una suprema expresión histórica al integrarse en el fascismo.
Este levantamiento criminal de militarismo, clericalismo y aristocratismo de casta contra la República democrática, contra el pueblo, representado por su Gobierno del Frente Popular, ha encontrado en los procedimientos fascistas la novedad de fortalecer todos aquellos elementos mortales de nuestra historia, que por su descomposición lenta venían corrompiendo y envenenando el pueblo en su afán activo de crear una nueva vida española. Contra la auténtica España popular se ha precipitado para destruirla o corromperla, envileciéndola con una esclavitud embrutecedora y sangrienta, como la de la represión asturiana, ese criminal empeño de una gran parte del Ejército, que al traicionar a la República lo ha hecho de tal modo que ha desenmascarado la culpabilidad de su intención, agravándola con la de traicionarse a sí mismo en la falsedad de los ideales patrióticos que se decía defender, sacrificando la dignidad internacional de España y ensangrentando y destruyendo el suelo sagrado de su historia. Y esto con tal ímpetu desesperado, demoledor, suicida, que la trágica responsabilidad delictiva de sus dirigentes lo ha determinado con características vesiánicas de crueldad y de destrucción acaso jamás conocidas en España; en una palabra: fascista.
Contra este monstruoso estallido del fascismo, que tan espantosa evidencia ha logrado ahora en España, nosotros, escritores, artistas, investigadores científicos, hombres de actividad intelectual, en suma, agrupados para defender la cultura en todos sus valores nacionales y universales de tradición y creación constante, declaramos nuestra identificación plena y activa con el pueblo, que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular, defendiendo los verdaderos valores de la inteligencia al defender nuestra libertad y dignidad humana, como siempre hizo, abriendo heroicamente paso, con su independencia, a la verdadera continuidad de nuestra cultura, que fue popular siempre, ya todas las posibilidades creadoras de España en el porvenir. 

Emiliano Barral, escultor; Luis Quintanilla, pintor; Sender; Angel Ferrán, escritor; Ramón Gómez de la Serna; Sánchez Arcas, arquitecto; Vicente Sala Viu, escritor; Miguel Pérez Ferrero, escritor; Luis Lacasa, arquitecto; Carlos Montilla, ingeniero; J. Prados, catedrático de Universidad; Juan María Aguilar, catedrático; José Fernández Montesinos, escritor; Santiago Esteban de la Mora, arquitecto; A. Rodríguez Moñino, catedrático y escritor; Rodolfo Halffter, compositor; Rosa Chacel, escritora; Timoteo Pérez Rubio, pintor; Carlos Díez Fernández, médico; Concha Albornoz, escritora; Blas J. Zambrano, maestro nacional; José Ignacio Mantecón, archivero; Antonio Porras, escritor; Luis Buñuel, realizador cinematográfico; Rafael Dieste, escritor; Antonio Sánchez Barbudo, escritor; Rosario del Olmo, periodista; Rodríguez Leona, pintor.
Miguel Prieto, pintor; Ramón Iglesia, bibliotecario; Alfonso R. Aldave, escritor; Rafael Sánchez Ventura, profesor; Adolfo Salazar, escritor; Gustavo Durán, compositor; Juan Chabás, escritor; Delia del Carril, pintora; Emilio Niveiro Díaz, escritor; Julio del Camino, escritor; José Ribas Panera, escritor; Pedro Garfias, escritor; Jaime Menéndez, escritor; José Herrera, escritor; María Angela del Olmo, actriz; Eduardo Ugarte, escritor; José Ramos , periodista; Acario Cotapos, músico compositor; María Alfaro, escritora; Luis Pérez Infante, escritor; Joaquín Villatoro; Rogelio Martínez Casanova; Santiago Ontañón, pintor; Carmen Muñoz Manzano, inspectora de Primera Enseñanza; Emilio Delgado, escritor; Armando Bazán, escritor; Xavier Abril, escritor; A. Del Amo Algara, escritor; Luis Cernuda, escritor; Manuel Altolaguirre, escritor; María Zambrano, escritora; W. Roces, catedrático; José Bergamín, escritor.

Como por premura de tiempo y dificultades de comunicación no se han podido recoger más firmas, se advierte a todos los que quieran sumar la suya a este manifiesto lo hagan enviando su adhesión a la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, Castellana, 18.

 

RAMÓN, CANSINOS Y TORRE (1916-1918)
CARLOS GARCÍA (marzo 2001, Hamburgo) 

Gracias a los permisos otorgados por Rafael M. Cansinos, hijo de Rafael Cansinos Assens (Madrid), y los herederos de Guillermo de Torre (Buenos Aires), estoy preparando la edición anotada de la correspondencia entre ambos polígrafos, que cubre el periodo 1916-1955. Se trata de un total de 88 misivas en ambas direcciones. 
De esos materiales inéditos distraigo aquí unos pasajes, a fin de ilustrar cuándo y cómo se conocieron Ramón y Torre, por mediación de Cansinos (la numeración de las cartas de ese epistolario procede de mi edición en curso). 
La primera mención de Ramón en la correspondencia entre Cansinos y Torre figura en carta N° 6 (Madrid, aprox. 13-XII-16; pág. 3; faltan las páginas 1-2):

[...] 
de Gómez de la Serna, me acucio en la expectación de conocerle personalmente. ¿Y cómo? Pues ya que en "Pombo" no puede ser –¡vive Dios!– por incompatibilidad somnolienta, me decido a introducirme el sábado próximo tarde, en su domicilio (que si no miente el Bailly-Baillière es Puebla 11) precedido de unas líneas "presentativas", y no "ofrendativas", de Vd, –que hará el favor de enviarle rápido– en magna visita indagatoria – "de cumplido". ¿No le parece? [...]
Y... hasta mañana {viernes} por la tarde en La Corres, adonde le ruego que lleve "Motivos autumnales" que "ofrendaré" a Gómez de la Serna [...].

Un apretón de manos efusivo.

Guillermo

 No se ha conservado la respuesta de Cansinos, pero sí la que a ella diera Torre (N° 7, Madrid, 15-XII-16):

Querido Rafael: Llegué, vi y... leí ayer sus líneas.
No voy a ver a Ramón, por no entorpecerme la digestión del banquete..., y porque quiero además que vayan adelante una líneas de Vd. que haga el favor de enviarle hoy.
Mañana tarde iré al periódico, a ver si por 
/2/
[ventura] consigo apresar a Vd. Y el lunes tarde celebraré la magna entrevista con Ramón, pues ya supongo habrá recibido las líneas de Vd. Me parece esto más original que no el que lleve yo la carta como si fuera a pedirle alguna credencial... ¿No le parece?

Hasta mañana, pues, un abrazo

Guillermo

Cansinos, elusivo como a menudo en esta malograda correspondencia (más bien testimonio de un desencuentro que de una profunda amistad o siquiera comprensión), respondió mediante la siguiente misiva (N° 8, aprox. 16-XII-16, según permiten inferir los textos de dos misivas de Ramón a Cansinos, reproducidas por Oteo Sans 1995: 97):

Querido Guillermo:
Tengo que salir hoy antes y no puedo aguardarle. Perdóneme. Tampoco era día para ver a Ramón, pues esta noche celebra en Pombo un banquete, al cual no puedo asistir. Será mejor que se presente V. solo a verle en su casa. Ya le daré una carta para él si así lo desea y también esos "Motivos Autumnales" que por el momento no puedo buscar. No he recibido todavía "Alma".
Suyo

Rafael

Cansinos parece haber escrito hacia el 17-XII-16 la carta solicitada por Torre. Cuando menos, Ramón asegura en Pombo (1918; 1986: 141) que Cansinos le escribió al respecto. 
Y en La Sagrada Cripta de Pombo (1924; 1986: 388), tras su ruptura con Cansinos, que tuvo lugar hacia 1920, dirá aún sobre el mismo asunto:

Aún me acuerdo cuando [Cansinos] me envió a Torre con una carta, que algún día fotograbaré, diciéndome que era mi discípulo, y yo se lo devolví, porque no lo aceptaba.

Como fuere, subsiste una misiva de Ramón a Torre, sin fecha, pero recibida por éste hacia el 18-XII-16. Allí, Ramón repele la visita de Torre, anunciando un largo via­je, que debe ser el que realizó hacia Florencia, a partir de ese mismo día (cf. las dos cartas de Ramón a Cansinos, sin fecha, pero de la primera quincena de diciembre de 1917, reproducidas en Oteo Sans 97: "El 18 o 19 salgo para París y Florencia." "El 18 partiré para Florencia." El mismo tenor en carta de la misma época, de Ramón a Alfonso Reyes, conservada en la "Capilla Alfonsina", México, D.F., cuya edición anotada preparo simultáneamente: "El 18 o 19 yo parto para Paris y Florencia."): 

Querido amigo: usted me perdonará, pero el viaje es largo, va a ser de mucho tiempo y necesito preparar muchas cosas.
Ya hablaremos si
[ilegible] regreso. Hay en sus trabajos bastante inquietud, terribles deseos y una fuerte testarudez de ser raro. Eso más pulido y más aclarado le acabará de llevar por el buen camino.
¡Duro! Insistir, insistir todas las noches. Reformar y reformar el estilo, amasar, amasar. Hasta la vuelta, el afecto de R.G.S.

Otra carta de Torre a Cansinos, del "Día 13 del año 1917" (N° 9, ¿13 de enero?) menciona de pasada a Ramón: "Tengo para mí –antes y después de haber parlado con Ramón Gómez de la Serna– [...]." El breve pasaje no permite mayores vislumbres. 
Lo anterior, sin embargo, permite inferir con certeza que Torre tuvo, a lo sumo, un trato breve y superficial con Ramón a fines de 1916. El contacto pudo, en principio, tornarse más asiduo a partir de abril de 1917, cuando Ramón regresó de su periplo por Italia y Fran­cia.
Oteo Sans (1995: 122-123) da por supuesto que Torre reanudó el contacto con Ramón hacia abril de 1917. En el fragmento de una misiva de Torre a Cansinos, que Oteo Sans supone del 28-IV-17, Torre relata las peripecias del banquete del "sábado último" (que, según Oteo Sans, sería el "Sábado 21" de abril), menciona a Rogelio Buendía y comenta que Azorín "hace la exégesis de Pombo al modo de una restauración churrigueresca".
Sin embargo, y puesto que por estas fechas Torre se encontraba de vacaciones en sus "lares veraniegos: las hoscas estepas del Alto Aragón" (según comunica a Cansinos por carta N° 12, del 25-III-17), la misiva citada por Oteo Sans debe ser de otro año o de otro mes, ya que en ninguno de los tres sábados 21 que hubo en 1917 (en enero, en abril y en julio) pudo haber surgido tal carta.
Mediante carta que Oteo Sans fecha 19 ó 20-IV-17, Ramón invitó a Cansinos a participar en un banquete a celebrarse en "Pombo", y mencionó allí a "Guillermo de Torre (el discípulo de no se sabe quién)" entre los invitados. Pero Torre no pudo acudir a la celebración, puesto que se encontraba en Fonz (Huesca). 
A partir de la misiva N° 14 (remitida desde Fonz, Huesca, el 2-VII-17) las menciones de Ramón en la correspondencia de Torre con Cansinos se vuelven más regulares:
 

A
Rafael Cansinos-Asséns,
mi inaccesible amigo: ¿Cómo aún no he apercibido la sinfonía armoniosa de sus palabras anheladas, que debe V. presentir repercutirán gozosamente en el recinto de mis perennes inquietudes, exacerbadas en fogosidades cruentas? ¿Cómo tampoco se ha cuidado V. de enviarme el añorado segundo volumen de su Nueva Literatura, en el que yo presiento ha de decir V. algo bello y definitivo, sobre estos anhelos del más allá de la literatura ultraísta –¡no desampare este vocablo!– simbolizada al momento, hasta el surgir avanzativo de los radiosos epígonos, en V. y en Gómez de la Serna? Me tortura una obsesión que 
/2/
impido cristalizar, confiando en el rápido advenimiento de sus palabras dilucidadoras...
Muy suyo
Guillermo de Torre

En 1918, Ramón publicará el siguiente retrato de Torre en Pombo (1986: 140-141), indicio de que su trato era ya frecuente:

Guillermo de Torre.– Este muchachito inteligente y delirante se presentó un día en Pombo con una carta de Cansinos, que decía: '¡Oh! Dichoso usted a quien todavía tan joven le puedo hacer el envío de un discípulo.' Yo le miré a Guillermo de Torre con mucho afecto, pero con mucha sorpresa. Eso de 'un discípulo mío' me convertía en un profesor de geografía y me anonadaba.
- Léame usted alguna cosa –le dije–. El jovencito sacó de su cabás unas cuartillas y me las leyó.

Yo me quedé silencioso viendo sólo la cantidad de fervor que había en él y él me dijo que le enviaron a Cansinos porque dijeron que era su discípulo, que después le dijeron que de quién él era discípulo era de Noel, pero Noel tampoco le creyó su discípulo y entonces había vuelto a Cansinos y éste me lo había enviado a mí. No había más remedio que aceptar el discípulo para que no se pasase la vida 
\141\ 
buscando su maestro, yendo de la Ceca a la Meca por los desiertos calcinados y calcinantes.

Desde entonces Guillermo de Torre va a veces por Pombo ilusionado, ingenuo, pero tan dispuesto a despertarse sobre lo extraordinario, tan ciego en su camino, tan dispuesto a llegar que da miedo de que me hagan pagar caro algún día el que le hayan hecho mi discípulo. Con su cara de niño de anchas, grandes y abanicadoras orejas, sonriendo perdidamente, asustado de los raposos como una oveja, loco y trastornado por las primeras menstruaciones interiores –y varoniles– del espíritu y del estilo, Guillermo de Torre viene a Pombo como de la fiesta del árbol después de haber plantado su laurelillo.

No se conservan, hasta donde alcanzo a ver, cartas entre Ramón y Torre de estas fechas: descontando la arriba citada de 1917, la primera datable de esa correspondencia (cuya edición también preparo) es de 1920.


BIBLIOGRAFÍA 

Cansinos Assens, Rafael: Misivas a Guillermo de Torre: © Archivo Rafael Cansinos Assens (Madrid).
Ordenamiento y notas: © Carlos García.

García, Carlos: "Anticipo: Correspondencia de Ramón con Guillermo de Torre (1916-1963)": 
BoletínRAMÓN 1, Madrid, otoño 2000, 7-8.

Gómez de la Serna, Ramón: Pombo [1918]. Madrid: Trieste, 1986.

Gómez de la Serna, Ramón: La Sagrada Cripta de Pombo (Tomo II°, aunque independiente del I°, pudiendo leerse el II° sin contar con el I°). [1923; recte: 1924]. Madrid. Trieste, 1986.

Oteo Sans, Ramón: Cansinos-Assens: entre el modernismo y la vanguardia. 
Madrid: Aguaclara, 1995 (Colección Amalgama 14).

Torre, Guillermo de: Misivas a Rafael Cansinos Assens: © Herederos de Gui­llermo de Torre (Buenos Aires). Ordenamiento y notas: © Carlos García.

 

CUATRO CARTAS DE RAMÓN A JOSÉ MANUEL CASTAÑÓN
JUAN CARLOS ALBERT (Madrid, marzo 2001)

José Manuel Castañón nació en Pola de Lena (Asturias) en 1920 y es hijo de Guillermo Castañón (fallecido en  1961), amigo de juventud de Ramón Gómez de la Serna y condiscípulo suyo en la Universidad de Oviedo (1908-1909), donde se trasladó Ramón para terminar los estudios de Derecho.
José Manuel Castañón es autor de una azarosa vida.
Combatiente en el bando de los vencedores en la guerra civil, y mutilado en su mano derecha, todavía tuvo ánimo para enrolarse en la División Azul, de la que volvió para terminar sus estudios y concluir, como su padre, la carrera de Derecho, que ejerció libremente como abogado hasta mediados los años cincuenta.
En estas fechas, Castañón decidió autoexiliarse, tras dirigir un escrito al gobierno español en el que manifestaba su deseo de que su paga de caballero mutilado (fue alférez, durante la guerra civil, en el ejército nacional) fuese destinada a un mutilado del ejército republicano.
Durante veinte años residió en Venezuela, hasta su regreso tras la muerte de Franco.
Su dedicación a la literatura estaba decidida ya antes de su salida de España, habiendo publicado aquí su conocida novela Moletú Volevá (la novela de la locura dolarista), en la que Macuto nos enseña su vocación satánico-dolarista a través de la perseverancia en la búsqueda del fortunón por las quinielas, luna tras luna y era tras era.
Ya antes, en 1945, había escrito a Ramón, amparado en la vieja amistad juvenil entre éste y su padre, mantenida a lo largo de los años en una espaciada correspondencia, haciéndole partícipe de sus inquietudes y vocación literarias, carta que fue contestada por Ramón “... con mi sinceridad proverbial”.

Ramón, que ha mantenido con el padre, Guillermo Castañón, una amistad en la distancia, con breves encuentros en la estación de tren de Pola de Lena (a la que acudía Guillermo para hablar con Ramón, durante la parada en la estación de camino a alguna conferencia en Oviedo o Gijón), anima al joven escritor:

 “Todo me parece bien en su vocación y sigo creyendo después de tan áspero camino como he recorrido que la literatura es una ilusión que merece todos los sacrificios”

Ramón tiene también, absorbido como estaba por su difícil situación económica, unas palabras para quejarse del penoso pasar, que no le permite casi “... levantar mi modesto mes en un piso interior de Buenos Aires“.
Ramón concluye volviendo a ofrecer un contrapunto ilusionante, seguido de un adelanto de la postura que irá adquiriendo más consistencia conforme vayan pasando los años: la nostalgia de la tierra y de la familia propias.

 “... mi ilusión por la vida de la invención sigue siendo igual que cuando él me conoció y tengo la misma loca candidez.”
(...)

Vive usted en un pueblo admirable y ya el vivir en Asturias es una fortuna que desde aquí se aprende a apreciar mejor.”

En 1975 José Manuel Castañón publica Mi padre y Ramón Gómez de la Serna, en Casuz  editores S.R.L., Caracas, Venezuela, en una edición (fuera de comercio) de 1000 ejemplares, destinados, como hace imprimir el autor al final del libro “... a sus compañeros de letras, familiares y amigos”.
En este libro –que es, ante todo, un tributo a la memoria del padre- José Manuel Castañón nos cita el café de París, donde formó tertulia (esbozo de la de Pombo, apunta) con sus amigos y compañeros de estudio e inquietudes artísticas: Eduardo Torner, Juan Uría, Guillermo Castañón, Alfonso Muñoz de Diego, Jose Antonio Cepeda, Fernando Señas y Timoneda.
Nos hace ver el autor, a través de las cartas enviadas por Ramón a su padre, la fuerte presencia que siempre tuvo en el corazón de Ramón, la fidelidad  de la amistad de éste, mantenida casi durante cincuenta años a pesar de la lejanía y de la voluntaria reclusión de su amigo en el estrecho círculo de su familia, su tierra asturiana y su trabajo, hasta llegar a encarnar –nos explica su hijo– el perfecto DON NADIE homenajeado en el banquete pombiano al que le invita Ramón ...
Nos da cuenta también del enamoramiento de Ramón por Maria Jove, y de la primera huida ante el temor al compromiso:

(...). Por no saber cómo se hace un porvenir sin oposiciones, me he rezagado en este cuarto de hijo de familia y he dejado de pensar en un hogar. Lo que quiere decir que he roto con María Jove. Y no he roto más que por eso. Me asustaba la inminencia de tener que arreglarme la vida y tener mi sueldo.”

Nos cuenta también –de primera mano, fruto de sus visitas a Ramón en Buenos Aires– de su vida en Argentina, de sus angustias económicas, de la ilusión que depositó en la medalla de ‘oro’ que recibiera en su vuelta a España en 1949 (pensó en venderla para ayudarse y le informaron en la joyería que era de plata con un baño); de sus colaboraciones periodísticas en la prensa de Venezuela (El Universal y luego el Heraldo, mientras es su director Pedro Sotillo) y en la prestigiosa Revista Nacional de Cultura; de su lamento triste por la falta de atención desde España “(...). Si me dieran el premio Nobel Español del medio millón de pesetas me iría a descansar una temporada a España.
Ramón escribe a Castañón en tres ocasiones más, una: para felicitarle por su revista Aramo e insinuarle la posibilidad de un regreso a España; dos: para felicitarle por su novela y desahogarse tristemente: “(...). Yo le recomiendo resignación y goce de su Asturias y del santo hogar. Tome ejemplo de su padre, al que envío muchos abrazos...”, y tres: para manifestarle su dolor por la muerte de su padre y amigo.
En el libro citado José Manuel Castañón reproduce, casi de forma íntegra, la carta de aliento que Ramón le escribiera en 1945, a pesar de que no dispusiera de ella por haberla extraviado; ahora, recuperada, se transcribe fielmente, junto con las últimas tres cartas, más breves, arriba mencionadas.

CARTA Nº1

c/ Victoria 1990, Buenos Aires 1

18 diciembre 1945

Sr. don Jose M. Castañón 

Mi querido amigo: de estos días me han enviado de La Nación su carta.
Vaya –si recuerdo a mi querido y viejo amigo Guillermo Castañón!
Precisamente por como le recuerdo con cariño voy a escribir al hijo con mi sinceridad proverbial.
Todo me parece bien en su vocación y sigo creyendo después de tan áspero camino como he recorrido que la literatura es una ilusión que merece todos los sacrificios. Pero hay que lograr, ahí con paciencia el éxito y hay que persuadir de que se tiene algo que decir al público español.
Aquí la vida es mucho más difícil para el escritor y yo después de ocho años negros vivo ahora con respiro gracias a España
2  
y a lo que me llega de ahí por mis colaboraciones. Con esto creo que le he dicho bastante. Puesta a contribución toda América no sólo la Argentina, no podía levantar mi modesto mes en un piso interior de Buenos Aires.
Pero eso sí y dígaselo a su padre, mi ilusión por la vida de la invención sigue siendo igual que cuando él me conoció y tengo la misma loca candidez.

Vive usted en un pueblo admirable y ya el vivir en Asturias es una fortuna
3  que desde aquí se aprende a apreciar mejor. Escriba, persista 3, no se desanime y tenga la alegría de estar junto a tan excepcional padre como tiene.

Abrazos para los dos de Ramón Gómez de la Serna.

 

CARTA Nº 2

Mi querido y gran Castañón Nº2: Por fin he visto su hermosa revista “Aramo” 4, revelándome que es usted un fundador verdadero, tipo de los antiguos capitanes.
Muchas gracias por las alusiones que hay para Luisita, y para mí en sus páginas.
En este momento estoy ante la última esperanza de volver y de poder dedicarme a escribir mis últimas obras.
En manos de mis viejos y queridos amigos, desde Valentín Alvarez hasta mi entrañable primo Gaspar, está esa posibilidad salvadora
5.

Si no aquí viviendo de a pocos y jugando a la pelota en la tapia de la Chacarita.
Con muchos abrazos para su padre, recíbalos también en cantidad de RAMÓN.

23 de enero de 1956

 

CARTA Nº 3

Castañón: Muy bien su novela 6, buen presagio de muchas más.
Nosotros, lo mismo y gracias a nuestras inmensas precauciones, algo indemnes. Con esto hay que tener mucho cuidado, pues los abismos en rampa pueden llevar hasta el crimen.
7
Yo le recomiendo resignación y goce de su Asturias y del santo hogar
8. Tome ejemplo de su padre, al que envío muchos abrazos y un deseo de felicidad en 1957.
Cuidado y poesía, mas desprecio a todo lo demás.
9
Deseándole también un feliz 1957, le abraza su devoto RAMÓN. 

Luisita también le felicita.

CARTA Nº 4

Mi querido y buen amigo: He sentido muchísimo la muerte de su señor padre, tan preclaro y sano espíritu.
No olvidaré nunca nuestra camaradería de jóvenes.
Deseándole consuelo en nuestra querida literatura, le abraza su devoto compañero RAMÓN. Luisita también le envía su pésame. 
Buenos Aires, 16 de octubre 1961.

NOTAS
1              Ramón, en Buenos Aires, vivió en un pequeño piso en la sexta planta –apartamento Ll-  del número 1974 de Hipólito Yrigoyen, calle que antes había recibido el nombre de Victoria (ver Ramón, biografía escrita por Gaspar Gómez de la Serna, Taurus, Madrid 1963, p.186).
2              Ramón había conseguido ya, gracias a José Ignacio Ramos (ver su libro: Mi amigo Ramón, editorial Temas Contemporáneos, Buenos Aires 1980, pp.9-14), que el diario Arriba le contratase una colaboración dominical, que alivió considerablemente su economía (ver también Ramón, arriba citado, p.223 y ss.), publicándose el primer artículo el 1 de mayo de 1944 (Ramón había desembarcado en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1936, casi ocho años antes, ver Ramón, p.171-172).
3              En su novela Moletú-Volevá, José Manuel Castañón desarrolla el personaje de Macuto, profeta por su tío Satanás de la religión dolarista, uno de cuyos lemas es ‘persevera y triunfarás’, necesario en cualquier caso para no desanimarse en la búsqueda del ‘fortunón’ quinielístico, luna tras luna (jornada tras jornada) y era tras era (temporada tras temporada).
4              ‘Aramo’, revista fundada y dirigida por José Manuel Castañón, en Madrid, antes de abandonar España.
5              Ramón acariciaba la idea de regresar a España y José Ignacio Ramos cuenta que en dos ocasiones le encargó que le comprara billete (para él sólo, Luisita se quedaría en Buenos Aires) para regresar; en las dos ocasiones volvió a llamarle al día siguiente para anular la petición, pues no podía viajar sin Luisita y ella no quería acompañarle (Mi Amigo Ramón, pp. 64-65).
6              Se refiere a Moletú Volevá (Aramo, Madrid 1956). La obra de José Manuel Castañón es extensa: Bezana Roja (Aramo, Madrid 1957), Una balandra encalla en tierra firme (Paraguachoa, Caracas 1958), Confesiones de un vivir absurdo (Paraguachoa, Caracas 1959), De César Vallejo a Pablo Abril (Univ. de Valencia, Venezuela 1960), Andrés cuenta su historia (Arte, Caracas 1962), Pasión por Vallejo (Univ. de Mérida, Venezuela 1963), El libro de Mérida (Estado de Mérida, Venezuela 1964), El virus (Casuz, Caracas 1966), Encuentro con Venezuela (Casuz, Caracas 1969), Grandes páginas bolivarianas (Casus, Caracas 1974), Entre dos orillas (1ª serie, Casuz, Caracas 1975), Mi padre y ... (1975), Cuentos vividos (Casuz, Caracas 1976), Entre dos orillas (2ª serie, Casuz, Caracas 1977), Entre dos orillas (3ª serie, Casuz, Caracas 1978), Cuba: hablo contigo (José Agustín Catalá editor, Caracas, 1989), Diario de una aventura (Fundación Dolores Medio, Oviedo 1991), Crónicas Bioliterarias (Italgráficas,Caracas 1990).
7              Parece aquí como si Ramón estuviese contando o esbozando el argumento de una de sus novelas.
8              Ramón valora lo que desde 1936 no tiene.
9              Más de 25 años después de sus primeras manifestaciones de repulsa del enrarecido clima político que iba adueñándose de la sociedad española en la que él se movía, más de 20 años después de su huida de Madrid, más de 12 años de su primera colaboración en el diario ‘falangista’ Arriba, más de 8 años después de su visita a España y a menos de 6 años de su muerte, resume como respuesta a todos sus problemas: Cuidado y poesía, mas desprecio a todo lo demás.

PUBLICACIONES: REVISTA DE ARTE SONORO nº2
En la dirección de internet: http://www.uclm.es/cdce/ras2.htm se puede consultar el contenido del número 2 de la Revista de Arte Sonoro, publicación en cd-ROM editada por el Taller de Sonido de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Integran la redacción de R.A.S. Kepa Landa, Javier Ariza y José Antonio Sarmiento.
Este número es de mayo de 1997, habiéndose publicado ya cinco números.
El primer documento sonoro del compacto es El orador, con la banda sonora del corto (1928, Federico Vítores).
Ramón aparece en el parque, delante de una balaustrada, frente a la cámara quieta que le recoge toda su actuación: Ramón explica su monóculo sin cristal para ver las cosas extraordinarias, demuestra sus capacidades de gallo y aún de gallinero completo en la tarde de estío, para finalizar compartiendo con el público invisible uno de sus más preciados recursos: la mano del orador, la mano con la que convence y seduce, la mano que multiplica la elocuencia y que tranquiliza a las masas, la mano que debe utilizarse cuando se pierde el rumbo y hay que ir buscando un lugar apropiado para aterrizar, para concluir...
Ramón, vestido con su traje claro, con la mano a la espalda esperando sacarla para asombro del espectador, Ramón gesticulando con su avión que planea sobre las olas del discurso, Ramón mágico en 1930.
La dirección: Avenida de los Alfares 42; 16002 Cuenca. Fax: 969179102.
Email: tsonido@art-cu.uclm.es. (Ver portada del cd-ROM).

 

PUBLICACIONES: EL MAQUINISTA DE LA GENERACIÓN
Es este el primer número (doble, números 1 y 2, diciembre de 2000), de la revista editada por el Centro Cultural de la Generación del 27 que, bajo el patrocinio de la Diputación Provincial de Málaga.
Se recuerda la Imprenta Sur, desde donde Emilio Prados y Manuel Altolaguirre  encontraron   la  poesía de la máquina para ellos y para toda su generación.
En este número aparece una brevísima    muestra   del    arte   de Ramón: extractos de Cinelandia, junto con dos fotogramas correspondientes a la película Esencia de Verbena (1930, Ernesto Giménez Caballero).
La dirección: c/Parras 17
; 29012 Málaga. Fax: 952133983.
Email: g27@dpm-cultura.org. (Ver portada de la revista).

 


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