Ramón
Gómez de la Serna
página actualizada a 26/12/01
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Son
famosas las conferencias de Ramón. "Contra la mentira de la conferencia yo quería oponer la conferencia que nace del alma como una creación espontánea. Hay que variar el sentido de la conferencia. Comprendo la conferencia dramática, desesperada, o aquella en que se ve el fondo vertiginoso de la ciencia o establece el troquel de un género. La conferencia mediocre, en que se va a hablar de cosas vagas, soporíferas y un poco sabidas, no la comprendo". Tres ejemplos: 1 La conferencia sobre los faroles, en el Ateneo de Gijón, reseñada en el diario El Noroeste, de 18 de octubre de 1923. Ramón se acompaña de un encendedor de faroles a gas, y concluye su charla: "Y ya sabéis; cuando caiga y sea vencido, podéis asegurar que fallecí abrazado a mi arma de combate, a este compañero inseparable del farol, que lo es también mío". El secretario del Ateneo le escribe días después, refiriéndole las palabras de un invidente que asistió a la conferencia: "Yo que nunca vi los faroles, los estaba viendo. Lo mismo me pasó con las chimeneas. Y es que el conferenciante no hablaba de las cosas, las presentaba tal como eran para que hablasen solas". 2 La charla en la Alhambra, con motivo del festival del 'cante jondo'. Ramón, comprometido como estaba a pronunciar unas palabras, a la vista del auditorio, tras la entrada y cita a las hados y hados del bosque, recurre a una faena de aliño y acaba con su discurso de cinco minutos... Al terminar, una persona se le acerca y le confiesa: "De buena se ha librado usted... A mi lado había un mastuerzo que lo apuntaba con una pistola, y nos preguntaba a cada momento: ¿Qué? ¿Lo mato ya?" 3 La conferencia de los peces. Ramón coloca una pecera sobre la mesa y se lanza cuesta abajo y cuesta arriba de forma tal que "Los naturalistas que asistieron a mi conferencia hacían gestos de peces que se ahogan, sobre todo cuando revelé el lenguaje burbujido de los peces y los telegramas cifrados de madrugada que lanzan en las altas horas, dejando todo el local lleno de burbujas en distinta posición y de distinto tamaño alrededor de la línea de flotación. Las fantásticas mentiras me sirvieron en esa conferencia, como en toda mi obra, de fiel contraste a la verdadera vida del pez, para que así brotase la mayor caridad del comprender y de ironizar, que, sin menoscabarles, merecen las cosas y los animales. Ramón colocó un micrófono sobre la mesa como si la conferencia se estuviese radiando, y ese gesto le sirvió como pararrayos del enfado de la audiencia: "Él me salvaguardó, haciendo que el público no protestase de mi pez escaso, ya que podían llegar a todo el mundo las airadas protestas." Ver en BoletínRAMÓN nº1 el artículo de José Ramón Clemente: Ramón Gómez de la Serna en Alicante. |