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Ramón y Luisita 
(foto tomada de la primera edición de Automoribundia)
Luisa Sofovich cuenta dos anécdotas en su libro citado (La vida sin Ramón, ver Luisita Sofovich), sobre el carácter de su relación con Ramón en lo referente a los celos:
La primera, cuando en su viaje a París, en 1935, hicieron parada en San Sebastián donde pasaron noche; en el restaurante o bar adonde fueron vio Luisa primero:
"... un cartel de toros vivamente teñido de rojo y gualda. En el centro, con su porte magistral, Juan Belmonte desparramaba su magia mora (...)
Sucedió en un segundo (...) Al verme aparecer, un hombre nada alto, delgado y cimbreante, se volvió, y para mirarme mejor se pasó el dorso de la mano por la boca limpiándose un residuo de manzanilla, jerez o aderezo de aceitunas. Tenía ante mí en carne y hueso a Juan Belmonte. Nuestros ojos de color de oscuro tabaco oriental cambiaron una rápida, intensa mirada.
Enseguida detrás de mí Belmonte vio a Ramón. Todo varió instantáneamente. el torero, que había ya hecho pública su admiración por ese joven escritor (...) corrió hacia él y le estrechó fervorosamente la mano. Fue la única vez a lo largo de nuestra larga unión que yo le falté a Ramón. Fui infiel todo el tiempo que duró el profundo hundir los ojos del torero en los míos y los míos en los del torero. Ramón supo esa traición que en el fondo le halagó por comprender rápidamente, sin esfuerzo alguno, que había vencido él."

La segunda, cuando relata los cumpleaños de Ramón, celebrados en compañía de Carlos Coldaroli; cuando hablando de las funciones de ópera en el teatro Colón, La Boheme o La Traviata:
"... siempre nos prometíamos ver juntos (pero yo sabía que era un enternecimiento de día de cumpleaños y que Ramón jamás me llevaría con nadie más que él a escuchar ópera alguna)".
Entre una y otra anécdota bien pudieron pasar 25 años; veinticinco años y una guerra que le desalojó de su ciudad y que le privó de su ambiente literario -nacional e internacional- en el que se movía administrando sus huidas y regresos, recogiendo admiraciones y sembrando destellos y greguerías.
En Buenos Aires Ramón extremó toda su personalidad, autorrecluido y falto de la vital relación exterior.
Y se presentaron los celos.
José Ignacio Ramos (Mi amigo Ramón, editorial Temas Contemporáneos, Buenos Aires, 1980), cuenta en la entrevista concedida a Ínsula, nº495, febrero 1988, un par de anécdotas de los celos atormentados de Ramón, celos que no eran pose o frivolidad, sino manifestación en el campo sentimental del aislamiento al que le llevaba el miedo (o al revés).
Ramón acompañaba a todos los sitios a su mujer, exigía que las invitaciones que les hacían incluyeran a José Ignacio Ramos, a quien sentaba a la mesa de forma que Luisita quedara entre ellos dos, ...